Guardianes de la genética: el secreto de Amina, Sudiqa y Mohammad

Viven en una aldea a 3.200 metros de altitud y son parte de los 40 pakistaníes que participan en un estudio de la UCM y la UCLM que busca el por qué a su gran capacidad para el ejercicio físico

Mohammad, Amina, Sudiqa y Sebastián Álvaro, este lunes en el campus universitario de Toledo H. Fraile

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Amina Hanif cumplió 19 años el 5 de junio. Tiene cuatro más que Sudiqa Hussein , la «niña bonita» por sus 15 primaveras. Las dos se han criado en una aldea perdida en el valle de Hushé, a los pies de una montaña de 7.821 metros(Masherbrum) y en una zona al norte de Pakistán, en la cordillera del Karakórum, que está rodeada de cuatro «ochomiles», como el prestigioso y peligroso K2, la segunda montaña más alta del mundo.

El río Hushé da nombre también a la aldea de Amina y Sudiqa, en el fondo del valle, donde unos 1.500 paisanos viven de la ganadería y de la agricultura a 3.200 metros de altitud hasta que llega el verano. Entonces todos los hombres del pueblo se convierten en porteadores de los montañeros. Porque Hushé se ha convertido en un popular destino de «trekking» y escalada, con lo que ha dejado de ser el pueblo más pobre de la cuenca.

Como es una zona desértica, también con la llegada del estío tienen que subir con los animales (cabras, vacas y yaks) a partir de los 4.000 metros para que puedan comer los pocos pastos que haya. De esta labor se encargan las mujeres fundamentalmente. Como Amina y Sudiqa, bajitas y delgadas, características de la población de su aldea, donde la comida es escasa y se hace mucho ejercicio para subsistir.

Amina, su padre, Mohammad, y Sudiqa H. Fraile

Pero este lunes, a casi 9.000 kilómetros a pie de sus rudimentarias casas, Amina y Sudiqa se sentían faltas de azúcar. El domingo habían participado por primera vez en una carrera de montaña, en Zumaya (Guipúzcoa), y las dos se encontraban todavía flojas de fuerzas. Curiosa sensación para dos pakistaníes que suben montañas de más de 4.000 metros de altura que rodean su remota aldea, a la que regresarán este fin de semana después de haber pasado 40 días en España. Ha sido su primera y, quizá, única visita.

Fue en el campus de Toledo donde Amina y Sudiqa encontraron este lunes su particular gel energético para combatir esa carencia de vigor: varias piruletas de caramelo que José Manuel García , el decano de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), les ofreció en su despacho gentilmente.

Quizá, ellas no sabían que solo a un puñado de metros, en un pequeño cuarto del laboratorio de genética del Grupo Acantos, guardan las muestras de saliva y sudor de ambas desde hace meses. Porque las dos forman parte, junto con otros cuarenta paisanos (algunos de ellos porteadores; otros, no), de un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la UCLM para medir parámetros relacionados con la genética y con biomarcadores que tienen que ver con la capacidad para realizar ejercicio físico.

Con el decano de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla-La Mancha H. Fraile

Amina y Sudiqa llegaron a Toledo de la mano de Mohammad Hanif , el padre de Amina, que además es porteador y participa en la investigación científica. Para este estudio, se están utilizando también muestras de alpinistas y de españoles comunes con el fin de comparar los resultados, según explica Antonio López Farré , profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Se trata de dar respuesta a una pregunta: ¿Por qué los paisanos de Amina y Sudiqa funcionan tan bien cuando caminan por montañas muy altas?

La respuesta puede hallarse también en Mohammad, quien a sus 44 años se defiende muy bien en castellano [ha visitado tres veces España]. Es hijo del porteador pakistaní más famoso del Karakórum, Abdul Karim , conocido como «Little» (pequeño) A. Karim. Los dos son amigos del periodista y alpinista Sebastián Álvaro Lomba , quien acompañó a Mohammad, Amina y Sudiqa durante su recorrido por Toledo.

Álvaro es uno de los patronos de la organización no gubernamental Sarabastall, de Caspe (Zaragoza), la fundación que ha conseguido que los tres pakistaníes hayan pasado más de un mes recorriendo gran parte de España. Sin embargo, en el grupo falta Marion Bashir, otra niña de 15 años, que no ha podido viajar con ellos desde Pakistán, un país musulmán donde los hombres deciden la vida de las mujeres: primero, el padre; luego, el hermano y, por último, el esposo. En cambio, Amina y Sudiqa, que cubren sus cabezas con un velo, han tenido más suerte y en España han podido comer rodeadas de gente que no eran familiares suyos. Nunca antes lo habían hecho.

Amina, en las instalaciones del campus universitario de Toledo H. Fraile

Probablemente, eso será lo primero que Amina y Sudiqa cuenten a Marion cuando la vean en la aldea. También que montaron por primera vez en avión y en coche; y que tocaron el agua del mar [ellas, que viven a más de 2.000 kilómetros de la playa más cercana]. No se les olvidará tampoco que en Tenerife, donde estuvieron una semana, vieron a unas mujeres desnudas de cintura para arriba, en «top less», y que el primer pensamiento de Amina y Sudiqa fue: «¡Qué pena! Son gente pobre porque no llevan ropa».

Y le dirán que estuvieron una semana en Pirineos, donde realizaron un curso de escalada y subieron montañas, aunque no tan altas como en Hushé. Y relatarán a Marion las anécdotas que vivieron en Madrid, en Bilbao y en Caspe, donde presentaron el documental sobre sus vidas en la aldea que ha impulsado Sebastián Álvaro. Este martes lo harán en Zaragoza, tres días antes de su regreso a su país.

La primera del valle en la universidad

«Lo único que cambia la mentalidad es la educación. Cuanto mejor es la educación, más civilizado es el país», asegura el periodista y aventurero, quien volverá a Hushé este verano. En esa zona, la fundación Sarabastall lleva 19 años con un proyecto global con el que ha conseguido que unos 500 niños y niñas estén escolarizados hasta el décimo curso [en España equivale al Bachillerato]. Porque en Pakistán la mujer es prácticamente invisible. «No se la ve por la calle y ha sido segregada de la educación», cuenta Sebastián Álvaro, director del programa de televisión «Al filo de lo imposible» durante 27 años.

Y, en casi 20 años, Sarabastall ha logrado que la aldea tenga sus propios maestros, comadronas y hasta informáticos, becados por la propia fundación para que estudien en la capital de la provincia. «Queremos que las niñas estudien —recalca Álvaro—, que tengan en la cabeza que pueden hacer lo mismo que los varones y que las decisiones deben corresponderlas a ellas».

Actualmente, Sudiqa no estudia, solo tiene conocimientos básicos, porque está a lo que le manden en la aldea. Amina, en cambio, estudiará este curso Psicología en Islamabab, la capital de Pakistán, a casi 800 kilómetros de su aldea  [más de 18 horas en vehículo a motor]. Será la primera universitaria de su valle. Siempre el primer paso es lo más difícil.

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