Beatriz Villacañas - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Lugar para el reencuentro (55): El epitafio de Alberto Durero

«Cuanto de mortal hubo queda cubierto por los sepulcros»

Beatriz Villacañas
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La vida no escatima momentos de revelación. Posiblemente, en nuestra compulsiva búsqueda de pruebas, hayamos olvidado la existencia de las epifanías. Uno de esos momentos reveladores fue para mí la lectura del breve y rotundo epitafio que, a la muerte de su íntimo amigo, Alberto Durero, escribió Willibald Pirckheimer:

Cuanto de mortal hubo de Alberto Durero queda cubierto por este sepulcro

El pintor y pensador que inmortalizó la belleza, nos legó, junto con sus pinturas, grabados y escritos, un testimonio de amistad con el humanista Willibald Pirckheimer, quien, a su vez, nos ha hecho testigos de uno de los más hermosos y trascendentes epitafios. Y es que el epitafio en sí irradia trascendencia: contundente y duro como una piedra que, al arrojarse en el estanque de nuestra percepción, produce las ondas expansivas que abren el corazón a la esperanza.

Albrecht Dürer y Willibald Pirckheimer yacen en el cementerio de Johannis-kirche en Nuremberg. No: digamos que cuanto de mortal hubo de ambos queda cubierto por sus sepulcros.

EL EPITAFIO DE ALBERTO DURERO

Acaso sea posible caminar, como el poema,

fuera del tiempo.

Acaso el llanto sirvió, como la flor y como la palabra.

Acaso la penumbra del lenguaje

sea la luz que ilumine el camino del muerto,

acaso el grito que nos trajo, caídos, un buen día, en esta carne,

perfore la materia corrompible y nos abra los ojos.

Acaso la memoria sea el eco

de la secreta melodía del origen.

Tierra, voy a dormir contigo.Si alguna vez despierto,

compartiremos juntos

la inmortalidad.

Ver los comentarios