VIVIR TOLEDO

La puerta de arbitrios de San Martín (1864-1967)

En 1853, el Ayuntamiento vio parado un matadero en el Cambrón por orden gubernativa. Por allí se partiría la muralla para el paso de una nueva ronda

Puerta del Cambrón. A la derecha, un resto de la antigua muralla que, en 1853, fue derribada para crear la travesía hacia San Martín. Postal de Vda. e Hijos de J. Peláez (ca.1913). Archivo Municipal de Toledo

Rafael del CERRO MALAGÓN

A mediados del siglo XIX muchas poblaciones españolas acordaron derribar sus viejas murallas para dilatarse sobre los campos aledaños a fin de trazar nacientes ensanches e integrar el ferrocarril como signos de progreso. Esta decisión no se daría en la ciudad de Toledo hasta cien años después, pero, afortunadamente, sin abatirse sus monumentales defensas. Sin embargo, en 1853, se llegó a realizar una incisión en la referida cerca medieval, junto a la puerta del Cambrón, para crear una ronda exterior hacia el puente de San Martín, algo que hoy es vital en la movilidad de buena parte del recinto histórico. Aquella decisión debió gestarse al hilo de la llamada Ley Arteta (1851), vigente hasta 1857, que se limitaba a clasificar las carreteras peninsulares, fijando su ejecución, competencias o la recepción de impuestos y arbitrios para su financiación.

No obstante, mientras se emitía tal ley, aún pesaban los temores de las partidas carlistas cuyas acciones obligaban a cuidar las defensas de las poblaciones. En Toledo, tras el paso de las tropas napoleónicas (1808-1813) habían quedado dañadas las murallas y varios edificios anejos a ellas, caso de los conventos de los carmelitas calzados en Doce Cantos, el de la Merced y el inmediato palacio de Diego de Vargas –ambos sobre la bajada de la Granja- o el de los agustinos calzados junto a la puerta del Cambrón. Con la I Guerra Carlista (1833-1840) urgió reparar los muros, torreones, puentes y puertas. En el estío de 1837 se temió que por las resecas presas cruzasen posibles asaltantes, deliberándose levantar muros en los extremos como una medida preventiva. En la Década Moderada (1844-1854) aún se anotan en la provincia algunas escaramuzas. En este escenario, los municipios debían cooperar en vitales tareas de fortificación pues, además, las mismas cercas servían para cobrar jugosos arbitrios sobre los productos destinados al consumo del vecindario.

Un proyecto fallido

En enero de 1853, el Ayuntamiento toledano –presidido por Lorenzo Basarán- pretendió crear un matadero en el solar del ya derribado cenobio agustino, aledaño a la puerta del Cambrón, del que ya solo restaba la portada. En su costado sur, hasta la muralla asomada al Baño de la Cava, subsistía un terreno donde el corregidor Gutiérrez Tello creó el paseo de las Vistillas de San Agustín en 1576. Con el tiempo el lugar decayó, aplicándose luego para un fugaz rastro de reses y las carbonerías de propios. A mediados del XIX, este residual paraje seguía siendo atractivo para alojar dotaciones públicas, como fueron, en 1888, el ansiado matadero y, a partir de 1931, una escuela.

Y es que, aquel primer deseo corporativo de 1853 lo paralizó el gobernador de la provincia, Manuel María Herreros (1812-1873), un activo personaje de la vida toledana, miembro de varias entidades, diputado provincial y a Cortes, ligado al ala más integrista del moderantismo. Fue él quien señaló el perjuicio que el matadero podía causar a una planeada «carretera de ronda» desde la puerta del Cambrón a San Martín, tramo integrado en un repaso general de las murallas, entre los puentes de Alcántara y San Martín, idea que se volvería a retomar en 1854. Aquel plan lo firmaron el arquitecto de la Diputación, Santiago Martín y Ruiz , y Ezequiel Moya , maestro mayor de obras, pues el Ayuntamiento no disponía de un técnico titulado. El interés gubernativo se reflejó en los anuncios publicados en el Boletín Oficial de la Provincia (enero-febrero de 1853) referidos a una subasta, a la baja, para ejecutar del aludido tramo sobre una base presupuestada de 41.605 reales y 30 maravedís.

Se corta un tramo de muralla

El 29 de junio de 1853, Manuel María Herreros dejó el cargo de gobernador que, seguidamente, ejerció en Ciudad Real. No obstante, en agosto, y sin haber contado con el Ayuntamiento, ya se había ejecutado la rotura de la antigua muralla junto a la puerta del Cambrón para abrir la naciente travesía, cuyo costado derecho sería parejo a la línea de las defensas que miran al Tajo. En el costado izquierdo, desde la citada brecha, se irían alzando los paredones que rodearían ahora el solar del exconvento agustino para crear una nueva línea perimetral del casco urbano. Se preveía que este inédito ceñidor concluiría en el muro que sostenía parte del antiguo Castillo de los Judíos. En ese punto se crearía una puerta -de 12 pies de ancho por 24 de alto- destinada al cobro de las tasas sobre los géneros y ganados llegados a la ciudad por el puente de San Martín.

La reforma gubernativa de la muralla contigua al Cambrón y las obras en curso motivaron que el Ayuntamiento reclamase al nuevo gobernador provincial, Miguel María de Fuentes , que por allí quedaba «la población abierta», perdiéndose la recaudación de los necesarios arbitrios. También se esgrimía que, si aquel tramo canalizaba una carretera hacia Sevilla «por el antiguo camino de Plata», los gastos debían asumirlos el Estado o la Diputación. El 1 de octubre de 1853, la Ciudad se avino a abonar una parte de los costes y a poder reutilizar en los trabajos los materiales aprovechables del solar de los agustinos. La realidad es que tan sólo se alzó la línea de paredones que luego ayudarían al vallado del deseado matadero que se inauguró en 1892. Sin embargo, no se realizó la prevista puerta frente al puente de San Martín, lo que obligó a mantener en el inmediato torreón del pontón el puesto de los consumeros, aunque los productos fuesen en tránsito desde la orilla izquierda del Tajo hacia el camino de Madrid. En el plano de F. Coello-M. Hijón , de 1857, se puede apreciar la situación que aquí referimos.

En 1864, por fin se erigiría la puerta ideada años atrás, ahora a cargo de Obras Públicas, en el inicio de la cuesta a la puerta del Cambrón. De nuevo, el autor fue el arquitecto Santiago Martín que ideó un conjunto resuelto en ladrillo sobre un zócalo de sillares. A pesar de no tener una razón militar, trazó tres arcos «ojivales», el central de mayor altura, rematados con una corona de almenas que daban un baño medieval al pórtico. Esta neopuerta -con el añadido, muy posterior, de una báscula de camiones más abajo- se mantuvo en uso hasta mediado el siglo XX, mientras perduraron los antiguos arbitrios municipales. Concretamente, en enero de 1967, anulada ya esa secular razón fiscal y, visto que su arco central resultaba angosto para el cruce de vehículos y el creciente paso de grandes autobuses hacia la turística Judería, motivó que la Ciudad acordase su derribo, lo que se produjo al estrenarse el otoño de aquel año con el pleno agrado de la Dirección General de Bellas Artes.

Rafael del Cerro Malagón, autor de la sección ''Vivir Toledo' ABC
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