Page promete un Gobierno socialdemócrata en el que «se puede sentir cómoda la mayoría»

El socialista toma posesión de su segundo mandato como presidente de Castilla-La Mancha y ofrece «más diálogo, más pacto, más cercanía, más moderación, humildad y, por supuesto, honestidad»

Emiliano García-Page jura su cargo como presidente de Castilla-La Mancha H. Fraile
Juan Antonio Pérez

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A sus 51 años, y después de 32 en política («debo ser el que más años lleva subido a un coche oficial», dijo este sábado con la ironía que le caracteriza), Emiliano García-Page está en el momento cumbre de su carrera. Aunque siempre ha tenido la extraodinaria cualidad de estar en el poder, y nunca en la oposición, hasta la fecha no había gozado de una mayoría absoluta como la que acaba de estrenar. Este sábado, en un repleto Palacio de Fuensalida con más de 500 personas, Page juró su cargo como presidente de Castilla-La Mancha . Empieza así su segundo mandato al frente de la región; los que serán sus últimos cuatro años, según marca el Estatuto de Autonomía.

«¿Qué hay que hacer ahora?», se preguntó Page en un discurso cercano a la hora en el que se mostró a veces emotivo, a veces mordaz, a veces estadista. «Más política», se respondió. «Vamos a ofrecer más diálogo, más pacto, más cercanía, más moderación, humildad y, por supuesto, honestidad», declaró. Su ideario político es una «socialdemocracia de 180 grados» en la que «se puede sentir cómoda una mayoría de gente».

De la alocución de Page sorprendió las duras palabras contra Podemos, los que fueron sus socios de Gobierno los dos últimos años de la pasada legislatura. Primero les recriminó que no estuvieran en el acto («tendrían un asiento en primera fila») y después reconoció haberlas «pasado canutas en estos cuatro años». «Algunas de las hernias que tengo tienen nombres y apellidos», añadió.

El presidente de Castilla-La Mancha estuvo arropado por tres ministros: la titular de Hacienda en funciones, María Jesús Montero ; la de Trabajo y Seguridad Social, Magdalena Valerio ; y el de Ciencia, Innovacción y Universidades, Pedro Duque . A ellos también les dedicó un pequeño guiño cuando al final del discurso pidió «un poquito más de agua» y, a continuación, se dirigió a los miembros del Gobierno para que no se lo tomaran «como una indirecta» por aquello del trasvase Tajo-Segura que no cesa.

Page había comenzado recordando la noche electoral del pasado 26 de mayo y desvelando que, cuando conoció los resultados (el PSOE tiene 19 diputados en el Parlamento regional sobre un total de 33), «me puse a llorar». En esos momentos le acompañaban su mujer y sus dos hijos. «Le debo todo a mi familia», reconoció este sábado, añadiendo que «para poder llegar hasta aquí he tenido la fortuna de la vida» y «he luchado muchísimo por conseguirlo».

También habló de sus padres. De su madre, quien con gran instinto político le dijo una vez: «Por muy alto que creas que estás, sal a la calle» . Y de su padre, ya fallecido, que se quedó huérfano total a los siete años, que «lo pasó muy mal» y que «terminó siendo encuadernador». «Su obsesión es que tuviéramos carrera todos (por sus hermanos), obviamente con beca», recordó.

«¿Alguien puede decir que no estamos en condiciones de asumir cualquier problema con los que asumieron nuestros padres y abuelos?», preguntó a la concurrencia, a la que pidió que sea «optimista», porque los últimos 40 años «han sido los mejores de la historia» de España.

Asimismo, Page se acordó de otros dos socialistas, ya fallecidos. De Elena de la Cruz , «una consejera extraordinaria» de Fomento que murió en 2017 tras una rapídisima y cruel enfermedad. Y de Alfredo Pérez Rubalcaba , exvicepresidente del Gobierno, a quien «echo mucho de menos» y a quien hace cuatro años no invitó a la toma de posesión. «Me equivoqué», dijo con humildad.

Al acto de este sábado acudió lo más granado de la sociedad castellano-manchega. Innumerables políticos y expolíticos, pero también de otros ámbitos, además de ocho personas anónimas a las que se sentó en el estrado y que fueron las primeras a las que Page abrazó después de jurar su cargo como presidente.

Dos de esas ocho personas hablaron al público presente. «Una casualidad hermosa» hizo que ambas se llamen Dulcinea, como el eterno amor de Don Quijote. Dulcinea Ortíz es una ingeniera química que, tras varios años en Londres, decidió «volver a su tierra a emprender». Lo hizo gracias al programa de «Retorno del talento» puesto en marcha por la Junta de Comunidades, que le sirvió «de gran ayuda».

Mientras, Dulcinea Ávila es usuaria de Apanas y discapacitada intelectual que en las recientes elecciones pudo votar por primera vez. «No voy a decir a quién, porque el voto es secreto, pero estoy muy contenta de elegir a mis representantes», dijo, para añadir: «Solo pedimos tener las mismas oportunidades y derechos que el resto de personas».

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