Carlos Rodrigo

Feliz día del Valle. El coloquio de los perros

«Han bajado espectacularmente los índices de contaminación desde que los humanos no se dejan ver por aquí»

POR CARLOS RODRIGO

La noche ha sido inusualmente tranquila. Solo algún jabalí haciéndose el despistado por la zona de Caravantes y un par de corzos en las estribaciones del Parador de Toledo que han sido inmediatamente disueltos. Los más complicados de controlar son los gatos, siempre agazapados y con esa mezcla de displicencia y aristocracia mal entendida que les hace odiosos. Al menos son seres solitarios, aunque cuando a uno no lo han educado no hay disciplina que valga. Ya podían aprender de los patos, en fila india y siempre manteniendo las distancias.

Esta mañana se respira especialmente bien. La verdad es que han bajado espectacularmente los índices de contaminación desde que los humanos no se dejan ver por aquí. Solo falta que desinfecten el Tajo, pero me temo que eso son palabras mayores . Mi compañero me comenta que le ha parecido ver alguna carpa con mascarilla, pero sostiene que es del Decathlon.

Lo mejor es no ver ni un solo coche en la carretera. Tan solo se echan de menos los reproches ingeniosos, más o menos solapados, de otros años a los coches oficiales. Eso es lo bueno de los virus, que son democráticos, y han evitado que este año nadie haya tirado de prebendas para ahorrarse la caminata.

Por primera vez no ha habido trasiego de ambulancias, riñas etílicas de acampados, ni pequeños incendios entre peñas ; ni siquiera se ha divisado ningún funambulista imposible encaramado en la piedra del Rey Moro.

En resumen: el operativo ya está montado. La mañana se ha desperezado sin novedad y el sol apunta hacia lo más alto. Desde primera hora miles de almas fluyen ordenadamente desde las distintas venas y arterías de Toledo hasta el corazón de la ermita del Valle.

La barca de pasaje no da abasto . Solo las típicas bromas del barquero. Dice cuando arranca que se llama Caronte y eso siempre altera a algún espíritu asustadizo para regocijo del resto.

A medida que se acercan las doce el silencio es atronador. Solo lo adereza el trinar de los pájaros y el ulular de las palomas que siempre tienen que dar la nota.

Quedan dos minutos para las doce. Acabamos de detectar a humano que se ha debido saltar el confinamiento . Sólo los humanos son peores que los gatos. Un romántico lo llama mi compañero; se creerá más comprensivo que yo…

El humano se para ante la puerta de la ermita . Trae una limonada, un vasito de vino, unos tostones y un trozo de tortilla de patatas que deseo sea con cebolla. Lo deja todo en la puerta a modo de ofrenda. Los dichosos gatos ya toman posiciones. Se recompone y aclarando la voz lee en voz alta la inscripción de la placa cerámica:

Aunque pequeña me ves

Soy muy grande como ermita

Pues la reina que me habita

Tiene Toledo a sus pies

Y otorga al que solicita

Si pide con interés aquello que necesita

Si no la olvida después

Se recoge y reza con voz inaudible, hasta para nosotros, lo que parece una plegaria de la que solo logramos oír y que ojalá el año que viene podamos volver, marchándose por donde ha venido.

Con la ermita ya plagada de almas , presto atención a cómo se susurran dos en particular. Debieron ser matrimonio hasta no hace mucho:

- Quita, quita, con lo bien que estamos sin humanos.

- Eso no lo decías hace dos años cuando aún estabas vivo, la guerrita que dabas. Siempre has sido un egoísta.

Suenan las campanas por toda la ciudad . Se oye un murmullo de Ángelus a lo lejos.

Cerramos operativo sin novedad. La patrulla canina les desea a todos los devotos, especialmente a los niños, un feliz día del Valle.

Todo pasa. Todo vuelve.

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