Carlos Rodrigo

Cuento de Navidad

«El otro día fui al centro de salud a las 17.15 de la tarde, delante de mí treinta y siete personas, detrás de mí trece»

POR CARLOS RODRIGO

-Que sí, que ya sé que esto es el paraíso terrenal, que no hay listas de espera, que somos la Champions League de las vacunaciones, que todos somos muy solidarios, muy simpáticos, muy empáticos y nada reumáticos, pero yo lo que quiero es contar un Cuento de Navidad.

-Bueno, vale… pero no te enrolles, que eres muy pesado

El otro día fui al centro de salud a las 17.15 de la tarde, delante de mí treinta y siete personas, detrás de mí trece.

-Aquí es el único sitio donde te crece la cola – comentó un tipo riéndose a sí mismo la dudosa gracia.

-Esto parecen las colas del hambre – apostilló una chica con pelín más de elegancia e irónica resignación para rematar la gracia de la cola

-La verdad es que esto es una vergüenza – sentenció sin juicio previo una tercera.

Según me iba acercando a la ventanilla fui oyendo las respuestas de la administrativa que atendía la ventanilla:

-Lo siento, pero la médico tiene el cupo lleno

-Lo siento, pero el médico no puede atenderle sin cita previa.

-Sí. Ya sé que está sonando el teléfono, pero si lo cojo no puedo atenderle

-Si quiere poner una reclamación, ahí tiene las hojas. Le ruego que lo haga.

-Lo siento, pero como puede comprobar estoy sola; por las tardes soy la única persona que atiende. Y no, esa señora es una enfermera y no está ahí sin hacer nada.

-Yo no le puedo dar una solución.

-Le rogaría que no me hablara en ese tono, yo hago lo que puedo.

-Lo siento, pero no puedo darle cita porque usted no está aquí empadronado.

-Si no le han llamado para darle el resultado de la PCR espere en su casa. No debería estar usted aquí. Y por favor póngase la mascarilla.

-Sí. Tiene usted razón. Es como dice Piqué: esto es lo que hay

A las 17.58, con siete personas por delante y un número indeterminado por detrás, la administrativa sale de su jaula transparente, se ajusta la mascarilla y suelta un suspiro que se deja oír desde mi sitio, avanza y me señala con un pequeño, estilizado e implacable dedo.

-Solo atiendo hasta este señor, a los demás ya no llego. Lo siento.

Un segundo de silencio, y estalla la tormenta. Entre otras lindezas:

-Pues tú verás bonita, tendrás que darme una solución- espetó la primera voz, con un tono tan educado como hiriente mirándome y dando por hecho mi asentimiento

-Pues no me vengas como ayer con que haces lo que puedes, como comprenderás tendrás que arreglarlo; si yo digo eso a un cliente de mi empresa, ya sabes dónde me manda mi jefe al día siguiente.- la relevó una chica joven multitatuada

-Y ahora nos dirá que ponga una reclamación. Menudos triples se marcan en las papeleras del Sescam con nuestros escritos.- aventuró a adivinar un tipo con chaqueta y corbata.

-Funcionarios…, y ahora a casita tan a gusto- remató con parsimonioso sarcasmo un señor sesentón, bajito y orondo, como un Papá Noel inflado con helio.

La chica tomó aire y soltó una letanía que, si no fuera porque al final se le quebró un poco la voz, parecía memorizada y que salía de algún altavoz de Gran Hermano

-Lo siento, pero solo atiendo hasta este señor. Por la tarde no hay ningún administrativo y mi turno acababa a las 6. No me voy ningún día antes de las siete. Por favor, los demás márchense.

A regañadientes, mientras volvía a su sitio continuaron los exabruptos y los comentarios:

-Qué poca vergüenza.

-Pues a mí me lo apaña sí o sí.

-Pues la culpa es de una de las médicos que siempre se pilla baja antes de Navidades para empalmar las vacaciones Lo sé porque la novia de mi hijo trabaja con… y le ha dicho que…

-Pues yo creo que la chica hace lo que puede

-Si yo fuera ella me pillaba una baja

-Se tenía que quedar hasta atender al último. Lo que le pasa a esta chica es que es muy flojita. Seguro que es funcionaria de carrera…

Ya en la calle, al irme a subir al coche la veo que viene en mi dirección. Sin duda, su coche es el que está junto al mío.

-Hola, buenas noches

-Lo siento, ya no puedo atenderle, tengo que ir a por mi hija y ya llego tarde.

-No. No quería nada… Vaya tralla en el Centro…

-Disculpe, la costumbre… estoy yo sola y no doy abasto

-Y la gente, somos cada vez más impertinentes…

-Bueno, hay de todo; ya se sabe el que la lía al final… y el honesto y educado pues…

-Y no le ponen a nadie

No tiene pinta; o le digo a la gente que ponga reclamaciones, pero al final nadie las pone

-¿Y su jefe?

-Me dijo que le pusiera un correo electrónico, pero vamos, que lo que no puede ser no puede ser

-Y no hay vigilante de seguridad…

-Aquí parece ser que nunca ha habido…

-¿Parece ser?

-Sí. Es que soy la sustituta de la sustituta- rio con un mohín

-Pues parece que lleva toda la vida.

-No sé cómo tomarme eso- rio ya más francamente

-Bueno, yo quiero decir…

-Aquí la gente no aguanta mucho…- se encogió de hombros

-No me extraña. Bueno, ánimo y paciencia. Estará ansiosa por irse ya a casa

-Sabe, a mí lo que realmente me da ansiedad es no ir a trabajar por tener ansiedad- me dijo con los ojos brillantes

-Disculpe, no sé por qué le he dicho eso.

No, no pasa nada. Tampoco quería importunarla.

-Bueno, si no nos vemos por el Centro que pase unos buenos días.

-Igualmente. Feliz Navidad.

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