Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano

Su búsqueda de la verdad, no es posible hacerla desde esa franja acomodada que no aborda los problemas actuales

Las Palmas de Gran Canaria Actualizado: Guardar
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Sócrates olvida su esencial visión crítica en la obra de Mario Gas y Alberto Iglesias. Impecable en su estructura teatral, disposición coral de la escena, impacto visual escenográfico y, por supuesto, calidad del reparto actoral…Sin embargo, obvia la crítica filosófico-política al sistema que nos maneja.

Algo imprescindible e inherente al personaje de Sócrates. Coherente además con la corrupción, casi en cascada, que parece vivirse en nuestro país hoy en día. Y más que oportuno nada menos que en fechas electorales.

José María Pou (grandísimo actor) prefirió usar la ironía para criticar a estos pobres ‘atenienses’ de hoy por su celo en el exceso de comunicación, merced al uso/abuso de la telefonía móvil en todo lugar y a toda hora… En vez de volcarla por entero en la irrespirable ponzoña que ahoga a la política actual.

Cierto es que dicha utilización de estos aparatos, convertida en pose social hasta casi caer en ridícula esclavitud, parece una plaga. Tan propia de la pésima educación como de los malos hábitos sociales.

Pero más cierto es que el verdadero Sócrates hubiera dirigido tal ironía hacia la corrupción que nos azota a diario, corrompiendo los cimientos, antes que a semejante anécdota. Sócrates hubiera buscado la complicidad del público con su discurso del buen gobierno, en vez de buscar su risa fácil con aquello que distrae.

Sócrates jamás distraería al ‘ágora’ con lo superficial, para pasar de puntillas por lo esencial. Eso lo hacen sólo aquellos gobiernos a los que él justamente criticaba. Lo hicieron los hombres que lo acusaron y lo condenaron, precisamente. Y parecen repetirlo hoy quienes así lo retratan, posicionados en la zona de confort.

El ‘diálogo sobre la moral’ de Sócrates, su búsqueda de la verdad, no es posible hacerla desde esa franja acomodada que no aborda los problemas actuales. No desde esa posición que no entra a matar. Al menos, no sin caer en la misma hipocresía que señalaba con el dedo Sócrates.

Los clásicos lo son porque sus premisas no pasan de moda, porque sus hipótesis se plantea cíclicamente en las sociedades. Y porque sus juicios siempre son de valor, como algo inherente a la condición humana. Vivir es convivir. Y convivir es aceptar el compromiso.

‘Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano’ no se compromete. El prefacio sobre lo injusto del caso, repetido también al final, promete mucho más de lo que cumple a lo largo del desarrollo de la obra, que no consigue sacarle jugo a tan tremenda historia.

Sueño vacuo de justicia para Europa (‘de ojos grandes’, en su etimología griega). Y vacío propósito también el dedicarle la obra a Grecia, sin entrar en materia, viendo los toros desde la barrera. Sin acordarse de los parados ni de los desamparados. Imposible interpelar a una ‘Europa de los ciudadanos’ con los ojos tan pequeños…

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