Claro que tiene margen, presidente

Lo único decente que podría hacerse con esos recursos —si llegan al final— es acometer una urgente rebaja de impuestos

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La ligereza con la que se ha afrontado el debate del reparto de los recursos procedentes del Impuesto de Tráfico de Empresas (ITE) es descriptiva del momento político que vivimos. Plantear la triple paridad, que no nos sirve ni para elegir a los diputados, como el elemento esencial para allegar recursos a los cabildos es un sinsentido esgrimido a modo de conejo urgente sacado de la chistera por el presidente Clavijo. Se adorna el argumento con la idea, atractiva, de que hay que ser solidarios con las islas menores. Una curiosa teoría que palidece ante la realidad y obviando que la solidaridad ha de funcionar siempre en dos direcciones, es recíproca.

Pero algunas de estas islas que saltan de alegría con la posibilidad de ver incrementado sus ingresos de una forma notable, apenas han acreditado en estos años que sean capaces de desarrollar sus economías, siendo cada vez más subsidiadas ante la desaparición de cualquier elemento incentivador de la actividad.

La espiral es perversa, porque ante la ausencia de desarrollo se apela a la solidaridad traducida en millones de euros de subvención, que se acomodan en la sociedad sin traducirse en mejora productiva y precisan de nuevas cantidades adicionales sin que seamos capaces de determinar si estos recursos sirven para otra cosa que no sea el mantenimiento del statu quo.

El discurso biempensante nos lleva a creer que es por insuficiencia presupuestaria, pero llevamos muchos años comprobando que financiamos su estancamiento hasta el punto de que son varias las islas en las que el sector público supone más de la mitad de su economía. No puede ser que las soluciones pasen por aumentar esa dependencia. Como no puede esgrimirse tampoco el argumento del empleo, auténtico festín para organizaciones de todo tipo que viven opíparamente de los presupuestos públicos organizando cursos de formación perfectamente prescindibles. Si el dinero que ha venido para formación y empleo se hubiese usado eficazmente, probablemente hoy tendríamos una tasa de paro muy inferior (al menos en la media española).

Lo único decente que podría hacerse con esos recursos —si llegan, al final— es acometer una urgente rebaja de impuestos con el fin de que los ciudadanos recuperemos de forma inmediata renta disponible, no esperando a que el ciclo electoral otorgue el margen que desea Fernando Clavijo. Y es que el efecto multiplicador de una rebaja de la tributación es muy superior a la capacidad de gasto de todos estos burócratas en sus torres de marfil.

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