¡Tampoco es esto!

Los pluripopulistas de Podemos están dando un espectáculo que tiene muy poca gracia. La nueva política debería consistir, por ejemplo, en presentar propuestas de ley con una memoria económica, y no en intentar arrogarse la conciencia social de Occidente «a coste cero». La nueva política debería fortalecer las instituciones del Estado, y no desgastarlas con tomas de posesión vacías y buenistas. Me niego a aceptar como nueva política el populismo que representan las lágrimas de Pablo Iglesias en la escalinata de un Congreso que un día rodeó -y no hace tanto- para, simbólicamente, reventarlo.

Su estrategia populista es el permanente intento de apropiarse de la representación de la voluntad de los ciudadanos, esos a los que el populismo uniforma a su conveniencia como «pueblo».

Cuando los populistas estaban fuera de las instituciones, los enemigos eran los diputados. Cuando los populistas ya se sientan en sus escaños, los estigmatizados son los que no votan como ellos. ¿Por qué, si no, calificar con el despectivo apelativo de «búnker» a los partidos que han respaldado más de dieciséis millones de votantes? A este paso, a Iglesias sólo le falta decir «la democracia soy yo».

Cuando los extremos se apropiaron de la vida política en la II República, Ortega y Gasset advirtió, en acertada frase, «no es esto, no es esto». Como acabó aquello lo sabemos todos, aunque algunas señorías no quieran darse por enterados y se dediquen a alimentar a los radicales. En fin, si aquello no era, lo que propone Podemos me temo que tampoco.