Manuel Marín

Ponga un independiente en su vida

Manuel Marín
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La propuesta lanzada por Albert Rivera para que el Congreso elija a un candidato «independiente» nuevo presidente del Gobierno es un recurso de última hora carente de lógica. ¿Por qué sería un fracaso que no resultase elegido ninguno de los cuatro principales candidatos votados el 20-D, y por qué sería una solución que fuese investido alguien que no concurrió a las urnas, no respaldado por un solo votante y del que no conocemos ni el nombre? ¿Por qué iba a resultar admisible un enjuague entre partidos para elegir a un «independiente» cuando no ha sido posible ese mismo enjuague para elegir a un «dependiente»? Y llevado al extremo, ¿por qué íbamos a elegir presidente a alguien que, objetivamente, ni siquiera se ha planteado serlo? Repetir las elecciones no es una tragedia, entre otros motivos, porque quienes hace unas semanas defendían que no serviría de nada ya que se repetirían los resultados y se reeditaría el bloqueo, hoy ya pronostican otra cosa.

La maniobra de Iglesias y Garzón para reunificar la extrema izquierda, y estirar sus escaños como si de un 3x2 de supermercado se tratase para hundir al PSOE en la miseria de una histórica pérdida de identidad, será un factor tan relevante en la próxima redistribución del hemiciclo como la expectativa de que una parte sustancial del «voto sanitario» del 20-D retorne a la «abstención del hastío». Unas nuevas elecciones no serían los estertores de nuestra democracia, sino probablemente un paliativo coyuntural que nos recuerde que la regeneración sigue siendo la asignatura pendiente, pero que su examen final no pasará por ni alianzas forzadas de inexistentes «mayorías del cambio», ni por mesías de una «nueva política» tan prostituida en sus valores y prioridades como la vieja.

Rivera está obligado a reorientar su estrategia, a distanciarse del PSOE para no ser identificado como la parte débil del «ticket», y a desmarcarse de Pedro Sánchez porque entre los socialistas empieza a oírse el bullicio previo a las tardes de guillotina. Rivera no ha dado el salto a la política nacional para que sea presidente un «independiente». Ni Sánchez, ni Iglesias… Ni Rajoy lo aceptaría. Es una propuesta artificial. Rivera queda como un forjador de soluciones comprometido con el sistema, pero lo dice sin convicción. Es su primer acto de precampaña disfrazado de cómplice del ciudadano decepcionado con los políticos. Pero en el lenguaje no verbal de los precandidatos, de los cuatro, se perciben el bloqueo irresoluble y la resignada ansiedad por partir de cero, otra vez, desde la pereza absoluta de otra campaña con la que castigar al contribuyente. Con una diferencia… Ya sabemos más cosas de todos.

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