En la piel del jurado del Caso Asunta: las claves del veredicto

Los jurados se reunirán este lunes para empezar a deliberar sobre uno de los casos más mediáticos de las últimas décadas

Santiago de Compostela Actualizado: Guardar
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Dos intensos años de pesquisas, noventa horas de juicio, decenas de periciales y más de un centenar de interrogatorios precederán la toma de decisión de los nueve integrantes del jurado popular encargados de dirimir quién o quiénes acabaron con la vida de Asunta Basterra la tarde del 21 de septiembre de 2013. Con la vista oral ya finiquitada, está previsto que los jurados se reúnan mañana alrededor de las 11.30 horas para empezar a deliberar. En un breve acto, el presidente del tribunal les explicará pormenorizamente el proceso de votación y, a continuación, serán aislados. El debate sobre la autoría del crimen en el que todos los jurados deberán tomar la palabra tendrá lugar en una sala apartada de los juzgados de Santiago, de la que estos nueve ciudadanos solo se ausentarán para comer y dormir.

Y nunca por separado. Todos compartirán mesa y hotel hasta que alcancen un veredicto definitivo. Un decisión para la que, a priori, no cuentan con un tiempo límite establecido.

Según la Ley del Jurado, para declarar culpable a alguien es necesaria una mayoría de siete votos frente a dos. En caso de un veredicto de no culpabilidad, basta con cinco votos frente a cuatro. Y eso para cada una de las entre quince y veinte cuestiones vinculadas con la muerte de la pequeña que se les plantearán a los jurados, obligados a motivar y argumentar una decisión conjunta para cada una de estas preguntas. Aunque las cuestiones que se les formularán saldrán a la luz al mismo tiempo que el propio veredicto, se sabe que todas ellas girarán en torno a quién le suministró las pastillas a la pequeña, a si hubo un plan premeditado y, sobre todo, a qué sucedió entre las 14 y las 20 horas de aquella tarde, el intervalo en el que Asunta fue sedada y asfixiada.

Hacer el ejercicio de ponerse en la piel de cada uno de los integrantes de ese tribunal popular —cinco hombres y cuatro mujeres de distintos perfiles y edades, todos residentes en la provincia de La Coruña— obliga a colocar sobre la mesas todas las piezas del puzle para obtener una respuesta. Las reglas del juego son dos: que el encaje tenga en cuenta la duda razonable y que el resultado obedezca al sentido común. Una balanza difícil de equilibrar en un suceso tan enigmático como el que ocupará a este tribunal, a cuya responsabilidad apelaron tanto las acusaciones como las defensas. «Mejor un culpable en la calle, que un inocente entre rejas», repitieron los abogados de los acusados. «Está en juego el sentir común, las reglas de la lógica que nos llevan a concluir lo que pasó sin haberlo visto», inoculó la Fiscalía. Para decantarse hacia uno u otro lado, estos nueve ciudadanos deberán centrarse en cinco cuestiones clave, antesala de su veredicto.

Los 27 orfidales: Una dosis en rango tóxico

El análisis toxicológico demostró que la fallecida ingirió en las cuatro horas previas a morir algo más de 27 miligramos de orfidal, a miligramo por comprimido. Las pruebas expuestas no han logrado aclarar si los tomó durante la comida en casa de su padre o si su madre se los suministró después. La defensa incluso ha llegado a exponer que no pudo hacerlo ninguno de los dos porque Porto habría consumido todas las pastillas retiradas de la farmacia por su marido en los meses previos. Lo que sí parece claro es que a la niña la sedaron para más tarde asfixiarla con un objeto blando y que esa no era la primera vez que a Asunta la drogaban. Sus profesoras narraron varios episodios de sedación que juegan en contra de los acusados por el asesinato que, según ellas, estaban al corriente de que la niña iba a clase mareada y somnolienta. Los padres se amparan en que eran los efectos de los antihistamínicos que le dieron para la alergia, pero la propia Asunta gritó a una de sus maestras que ella no tenía alergia y que «nadie le quería contar lo que estaba pasando». En el análisis de su pelo no apareció rastro de los famosos antihistámicos, pero sí restos de dos tipos distintos de ansiolíticos ingeridos en un período de mes y medio a tres meses. Ninguno de los padres supo explicarlo.

Las cuerdas naranjas: Torpeza o simple casualidad

Junto al cadáver de la niña los agentes hallaron tres trozos de cuerda naranja con los que se cree que Asunta fue atada. Aunque en ellos no hay restos de ADN de la menor, esto puede deberse a que la sujetaron por encima de la ropa, porque el cuerpo sí presentaba marcas. Las cuerdas son «idénticas» en morfología y color a las encontradas en una papelera de la finca de los Porto, junto a una mascarilla y un amasijo de papeles, pero las periciales fueron incapaces de concluir un encaje mecánico entre ambas debido, entre otras cosas, a la composición de las fibras. Las acusaciones mantienen que las cuerdas de la papelera y las de la pista proceden de la misma bobina, que ataron con ellas a la niña y que al desatarla las olvidaron en el monte porque «no son asesinos profesionales». Las defensas se abrazan a que es imposible probar que tienen un origen común e inciden en que «raya la subnormalidad dejar esas huellas al lado del cuerpo y también en la papelera de la casa». Algo similar ocurre con la tierra de las alfombrillas del coche de Porto, en el que se cree que pudo trasladar a la niña. La comparativa entre los restos de tierra encontrados en la moqueta del conductor y los de la pista forestal no son determinantes y cuando se le pregunta por qué faltan las alfombrillas de la parte trasera, la defensa tira de sentido común. ¿Si eso incriminase a la madre de Asunta, por qué no iba a deshacerse también de la alfombra que pisa el conductor y que es la que podría revelar si estuvo en la pista o no?, preguntaron al tribunal.

La hora del crimen: Cuándo se abandona el cuerpo

Entre las dificultades a las que se enfrentará el jurado popular destaca la de valorar dos testimonios de igual categoría y validez que, sin embargo, aportan versiones contrarias. Dos hombres encontraron el cadáver de Asunta a eso de la 1 de la madrugada. Un testigo y se esposa reconocen que pasaron a 60 centímetros del lugar donde apareció el cuerpo a medianoche y que allí no había nada. Insisten en que si la niña hubiese estado en el talud a esa hora la habrían visto porque había luna llena. Su versión ampara a los padres, que a esa hora ya habían denunciado la desaparición y estaban en compañía de varios policías. Frente a este testimonio, un guardia civil que estuvo en el lugar defiende que un árbol daba sombra al cuerpo y que es factible que los dos viandantes, que además llevaban una linterna, no lo hubiesen visto. El fiscal asegura que el cuerpo de la niña fue abandonado alrededor de las 21 horas, aprovechando el anochecer, lo que señala directamente a Rosario Porto.

El autor de la asfixia: ¿La madre se encargó sola de todo?

Aunque tanto el Ministerio Público como la acusación particular aseguran que este crimen fue cosa de dos, ambos abren la puerta a que Alfonso Basterra podría no haber estado en la pista de Teo. Es más, nadie es capaz de ubicar con pruebas suficientes al padre de Asunta en la casa donde presuntamente mataron a la pequeña. El fiscal asegura que es igual de culpable «quien dispara un fusil que quien le facilita el arma», por lo que mantiene la misma petición de pena de 18 años para los dos acusados, aunque admite que solo la madre asfixió a la niña. Y aquí entra en juego una de las piezas de más difícil encaje. ¿Iba a aceptar Rosario Porto hacerse cargo de la parte más difícil del plan, la de asfixiar y deshacerse de la niña, siendo ella la más débil de la pareja? El fiscal mantiene que sí, que ella pudo sacar fuerzas de la tensión del momento y que el padre «fue más listo» y estaba en Santiago activando su coartada. Las acusaciones se aferran a que no hubo un plan premeditado e insisten en que no tiene sentido matar a la menor en la segunda planta de la casa para luego cargar con ella escaleras abajo hasta el coche. La localización de su móvil comparada con los datos de la autopsia apunta a que Porto estaba con la niña cuando murió.

Un crimen sin móvil. ¿Les estorbaba o no fueron ellos?

Aunque no es obligado conocer el porqué para condenar a alguien, en este caso el móvil del crimen sí parece relevante. Es una de las bazas que las defensas han aprovechado durante todo el proceso para sembrar la duda razonable en los jurados. En sus manos estará el valorar si la niña estorbaba a los padres, o no. Si Basterra planeó la muerte para que el secreto lo uniese de por vida a su exmujer, o si los padres no tuvieron nada que ver en el asesinato de Asunta. El fiscal apuntó en su alegato final a que ella estaba desbordada y él quería recuperarla. Las defensas dicen que nada une más a dos personas que un hijo y que, de molestarles, la podrían haber mandado a un internado. Ninguno de los dos acusados hizo uso de su turno de palabra al final del juicio, por lo que el enigma sobre el posible móvil deberá despejarlo cada jurado.

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