El dogmático que caía bien

Julio Anguita nunca fue un moderado. Jamás. Era un dogmático del comunismo que caía bien, un intransigente de los principios, un impositor de la extrema izquierda

Manuel Marín

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La muerte en vida de Julio Anguita le llegó años atrás cuando su hijo, un avezado reportero de guerra, moría en una de esas batallas que la humanidad libraba contra sí misma cuando no lo hacía contra el coronavirus. Como ocurrió entonces, a Anguita se le ha parado ahora también el corazón . Pero ya, definitivamente. Profesor, político vocacional, primer alcalde comunista de una capital de provincia, su Córdoba natal, fue líder de una coalición siempre a la izquierda del PSOE, siempre a la izquierda de Felipe González, con el que nunca llegó a entenderse. Anguita comenzó el diseño de una Izquierda Unida residual a la que la proporcionalidad de la ley electoral siempre penalizó. El comunismo nunca fue en España el califato que soñó. Por eso sus discursos siempre fueron más relevantes que sus votos. Su imagen era la de un moderado: hablaba siempre bajito, de manera pausada, era irremisiblemente cortés, humilde… y culto como pocos en aquel Congreso de los Diputados de los años noventa.

Rentabilizaba ese plus de seriedad que le daba una mirada tan altiva como su barba . Pero nunca fue un moderado. Jamás. Era un dogmático del comunismo que caía bien, un intransigente de los principios, un impositor de la extrema izquierda allá donde España aún no creía necesitarla. Por eso, con los años, con el retiro, con su desmarque paulatino y sus notables enfados con sus distintos sucesores, especialmente con Gaspar Llamazares, Anguita se rebeló como el podemita que siempre quiso ser y nunca pudo. Nunca fue un pragmático, y muy al final de lo poco que quedaba de su proyecto para Izquierda Unida, asumió que solo le restaba diluirse en manos de Pablo Iglesias. Y así se hizo. Anguita quedó como un icono del neopopulismo extremista, e IU como ese ente fallido, fracturado y sin liderazgos que llegó tarde al 15-M y ahora accede a Ministerios para imponer la dictadura socio-emocional que Anguita avaló el día que abrazó a Podemos.

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