Pincho de tortilla y caña

El desplante

Hay ganas de pelea: Fátima Báñez y José Luis Ayllón lo dejaron claro al emular la ausencia inicial de Santamaría, su jefa de filas, a Casado

La exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, a su llegada al Pleno del Congreso de los Diputados celebrado este viernes EFE
Luis Herrero

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El sorayismo existe. Aún no se sabe muy bien si es un grupo organizado de resistencia interna que toca las narices para desestabilizar a Casado o un sindicato de perdedores que busca la acción en comandita para obtener jubilaciones distinguidas. Pincho de tortilla y caña a que no saldremos de dudas hasta que la jefa de la tribu no deshoje la margarita de su futuro personal .

Si al final ocupa las sillas que tiene reservadas en el comité ejecutivo del partido y en el estrado presidencial de una comisión del Congreso, sus seguidores más fieles se mantendrán agrupados, en la espesura del bosque, a la espera de que un golpe de fortuna -por vía judicial o electoral- les permita darle la vuelta a la tortilla.

No son pocas las voces que claman por resistir. Que hay gente con ganas de pelea es algo que las ausencias coordinadas en la reunión del grupo parlamentario del jueves pasado dejaron patente. Fátima Báñez y José Luis Ayllón , al emular el desplante de su jefa de filas al nuevo presidente del partido, presentaron sus credenciales como lugartenientes del sector crítico. Pero esa actitud beligerante servirá de poco si Soraya Sáenz de Santamaría decide quitarse de en medio. Sin el elemento catalizador de un liderazgo fuerte, los grupos rebeldes tienden a la dispersión.

A Pablo Casado le ahorraría problemas que su adversaria en la batalla de la sucesión decidiera ahogar las penas de su derrota en el sector privado , donde el tamaño de la nómina suele ejercer efectos analgésicos eficacísimos, pero sabe que no puede aparecer ante los suyos como el ángel exterminador que la expulsa de su reino con la espada flamígera en el puño. Debe esperar a que sea ella quien tome la decisión de largarse por su cuenta . Mientras tanto, lo único que está en su mano es desincentivarla para que se mantenga en la lucha. En ese sentido se han producido recientemente dos hechos interesantes.

El primero, ayer mismo, fue la renuncia de Cospedal a seguir presidiendo el partido en Castilla-La Mancha. «Uno tiene que saber en la vida cuándo tomar las decisiones, aunque sea duro», dijo para justificar su decisión y probablemente para inspirar la que medita su rival. Tras ese paso atrás, el duelo que mantienen desde hace años las dos damas que más poder han tenido en la derecha española a lo largo de su historia pierde gran parte de su sentido. Cospedal entró en la batalla sucesoria con el único objetivo de impedir que fuera su antagonista quien se hiciera con las riendas del PP .

El pacto con Pablo Casado lo hizo posible. Después de eso nadie le hubiera podido negar, de haberlo querido, que conservara el poder territorial que tenía. A Soraya le hubiera costado digerirlo. Una cosa es aceptar que el pulso entre ambas se haya saldado con algo parecido a una aniquilación recíproca y otra muy distinta que la ex secretaria general, además de haber colocado a su gente en la sala de máquinas del casadismo, la sobreviva convertida en la baronesa más influyente del partido.

El otro hecho que puede desincentivar a la ex vicepresidenta a seguir dando la matraca es la defenestración de Pedro Arriola . Sin él en el laboratorio de las decisiones estratégicas, la larga campaña de decoloración ideológica que había llevado al PP a buscar la neutralidad moral para no provocar rechazo en el electorado que vive de espaldas a los principios, toca a su fin.

El nuevo PP quiere revalorizarse y Arriola es el chamán menos indicado para ese conjuro. Primero ayudó a Aznar a suavizar los perfiles fraguistas para centrar el partido y cuando lo consiguió ayudó a Rajoy a suavizar los perfiles aznaristas para recuperar el poder tras la victoria de Zapatero. Arriola es experto en difuminados. La definición le horripila.

A su juicio, cuantos menos criterios y referencias incluya una oferta política, mejor. Está convencido de que existe una relación inversamente proporcional entre las convicciones firmes y el éxito en las urnas. En ese ecosistema lamelibranquio, Soraya se maneja como un molusco de acreditada consistencia. Sin él es carne de cañón.

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