Cataluña capital Madrid

Junts per Catalunya no controla Madrid, no controla Barcelona y en el Parlament sólo tiene a 24 diputados afines

Los diputados del PdeCat Carles Campuzano, Jordi Xuclá y Marta Pascal EFE
Salvador Sostres

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Cataluña gira la espalda a Bruselas y pasa ahora por Madrid. Cataluña capital Madrid, justo cuando Puigdemont creía haber desestabilizado a España echando a Rajoy y aupando a Pedro Sánchez , Marta Pascal le ganó la mano pactando con los socialistas, tal como el PSOE ha sido quien ha recogido las nueces del árbol que con tanto afán zarandeó Ciudadanos. Junts per Catalunya, que tan fuerte se creía que planeaba arrasar a Marta Pascal en el congreso extraordinario que el PDECat celebrará el próximo mes de julio, ha constatado su fragilidad más allá de la dialéctica encendida. No controla Madrid, no controla Barcelona y en el Parlament sólo tiene a 24 diputados afines (los otros 10 son de Marta Pascal).

Incluso Junqueras se ha atrevido a discrepar de Puigdemont , superando el histórico complejo de inferioridad de los republicanos frente a los convergentes: le ha pedido un gobierno viable, la superación de la política de bloques y le ha recordardo que nadie es imprescindible. Superada la investidura factible de un presidente de la Generalitat convergente, Esquerra no siente que tenga más vínculos ni compromisos con el forajido, y políticamente se siente más cómoda y mejor tratada por Marta Pascal.

Lo primero que tanto ERC como el PDECat esperan de Pedro Sánchez es un gesto humanitario que prepare la pista de aterrizaje. Todo el mundo entiende que este gesto será el acercamiento de los políticos presos a las cárceles catalanas y el nombramiento de un fiscal general que no insista en las prisiones preventivas. Las reformas políticas se esperan más a largo plazo, tanto para no forzar a Sánchez como para que el votante más ingenuamente independentista pueda asimilar que su única república será negociar un nuevo Estatuto de autonomía.

Puigdemont permanecerá en Berlín o en Bruselas como un espantapájaros, y se hará más evidente que nunca su inoperancia. Será una atracción más del tour infinito del catalanismo sentimental. Su casa en Waterloo, un peregrinaje. Su pretensión de que todo pasara por sus manos, y de que los consellers y el president Torra fueran poco menos que su ejército de secretarias, se esfumó el día que Pedro Sanchez y Marta Pascal resucitaron juntos ante el asombro general y muy probablemente el suyo propio, dejando en la cuneta a Ciudadanos y a JxCat.

Si en Barcelona Esquerra y Convergència fueron siempre los mayores enemigos, en Madrid el PDECat y los republicanos exploran cómo administrar colegiadamente el espacio de moderación constructiva que con Pedro Sánchez se les ha abierto. Si cada astracanada de Puigdemont desde Berlín o Bruselas echaba otro cerrojo a la celda de Junqueras, la jugada de Marta Pascal abre la puerta a lo que hasta el jueves parecía la noche oscura del alba.

A Puigdemont se le ha helado la sonrisa, Ciudadanos todavía busca en la escuadra por dónde le han metido el gol, y Gobierno y Cataluña reanudan su vieja y fecunda conversación, just like so many times before.

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