Buenos días, abulia

Nadie parecía animado en la reanudación de las sesiones de control. Mortecinos, somnolientos.

Rajoy, junto a la vicepresidenta, ayer en el Congreso. I. Gil
David Gistau

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Nadie parecía animado en la reanudación de las sesiones de control. Mortecinos, somnolientos. Hasta los que, como Tardá, engolan la voz como en una tragedia griega para clamar por el «sufrimiento» infligido al pueblo catalán, están en realidad igual de orondos, de funcionariales y de ahítos de paga pública española que antes. Hacen su pequeño show y luego quedan para almorzar. Eso sí, Tardá se refirió a la «titánica victoria» en las elecciones catalanas del independentismo, que ni siquiera las ganó. Esa capacidad de borrar, como con un «Photoshop» mental, a la mitad larga de su sociedad siempre me parecerá un superpoder del nacionalismo tractoriano. Aunque es verdad que era peor cuando a esa mitad, en Europa, se la borraba literalmente.

Predominaba la inapetencia. La exudaba Margarita Robles cuando, acerca de la brecha salarial, se descolgó con una intervención dubitativa y mal aliñada. También la demostró Rajoy cuando, con una displicencia grosera, despachó a Robles diciéndole que estaba ahí, metiéndose con el presidente del gobierno, porque no tenía nada mejor que hacer a esa hora. Me hizo pensar que a mí sí se me ocurrían cosas mejores que hacer que atenderlos a ellos , cosa que ya no hace nadie ahí fuera de la endogamia.

Tampoco es que nadie atienda ya mucho a Iglesias, tan 2011, que diría un bloguero de moda. O tan 1917. Sigue tratando de mantener vigente el argumento de la corrupción –pertinente, por otra parte, vistas las últimas revelaciones valencianas– y de la misión purgante autoconcedida porque en cualquier otro tema se hace Podemos la picha un lío y cae, o en la irrelevancia, o en una radicalidad con la que los socialdemócratas se suben a una silla como si hubieran visto un ratón. Rajoy, con el mismo cuajo pasota con el que despejó a Robles a córne r, le respondió a las preguntas sobre corrupción con respuestas acerca de la postura de Podemos en Cataluña o de lo bien que va la economía, que es, según el presidente, lo único por lo que la oposición le debería preguntar. Rajoy cree que todo en la vida ha de consistir en estar rodeado de una corte de agradadores, como en Moncloa y en Génova. Pues no, mire, a veces le harán preguntas de marcaje parlamentario o periodístico, aunque, con tal de anularlas, ya valga decir que, en la emergencia de la patria, lo único que hay que hacer es poner a parir a Puigdemont.

Esto fue más o menos lo que le dijo a Rivera cuando éste introdujo la nueva, y encarnizada, rivalidad electoral entre ambos partidos. A diferencia de Iglesias, Rivera no puede hacer oposición con la corrupción de hace años porque son cosas que ya se sabían cuando apoyó la investidura sin remilgos morales. Necesita argumentos posteriores a la investidura, y ayer probó con lo del dinero del FLA desviado a la financiación del golpe según los magistrados que investigan en Barcelona y contra lo que dijo Montoro. Fue divertido ver a Rajoy negándolo y diciéndole que, en caso de conocer indicios, fuera con ellos a un tribunal, mientras Rivera le sostenía en alto el escrito de un tribunal abriendo investigación por los indicios. Rajoy comprometió su palabra a que no hubo desvío y Rivera remató la cuestión preguntándole quién dimitirá cuando quede probado que sí lo hubo.

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