pincho de tortilla

El fin de la aventura

Si Sánchez quiere tener acceso a los 140.000 millones del fondo de ayuda europero tendrá que hacer cosas impropias de un paladín de la izquierda

Sánchez e Iglesias sellan su idilio en la puertas de La Mocloa
Luis Herrero

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Me dicen los hombres rana que bucean a diario por las aguas misteriosas de la fuente donde Machado y Guiomar pelaban la pava en los años treinta que algo muy raro se cuece en La Moncloa. Al parecer, los últimos paseos de Sánchez e Iglesias por el recinto ajardinado del palacio están sirviendo para que hablen a calzón quitado del futuro de su romance político. Sánchez e Iglesias no están enamorados. El suyo fue un matrimonio de estricta conveniencia. No hay hueco para la pasión. Mandan los dictados de la cabeza. Ambos sabían, cuando fueron al altar de la investidura, que lo suyo no iba a durar toda la vida . Asumen que antes o después tendrían que devolverse los rosarios de sus madres respectivas y regresar a la rutina de las peleas. Mis espías subacuáticos han oído parte de sus conversaciones. Iglesias, según parece, trata de convencer al presidente para que el idilio que les une se alargue todo lo posible. Habla, como un buen romántico, de desafiar las leyes de la lógica y de enfrentarse juntos a las dificultades derivadas de la pandemia. No está enamorado de Sánchez, pero sí del poder. Aunque sabe que la cometa se está quedando sin hilo, es partidario de posponer todo cuanto pueda el fin de la aventura.

El presidente le escucha con atención. El roce hace el cariño y le ha cogido afecto. También a él le gustaría que el affaire se prolongara, pero la cabeza, con permiso de Saint-Exupéry, tiene razones que el corazón no entiende. Las cuentas españolas están hechas un asco. La OCDE acaba de decir que, en caso de que el virus vuelva a encabritarse en otoño, España será el país que más sufra las consecuencias económicas del rebrote. Para salir adelante necesitamos la ayuda europea. Sin el suministro de Bruselas no sobreviviremos a la travesía del desierto. El problema es que ese maná no caerá del cielo. Los señores de la Unión exigen como contrapartida planes de ajuste y reformas estructurales que al presidente no le gustan ni un pelo. Le encocora tener que suscribir una política de austeridad como la que Centeno aplicó en Portugal tras la crisis de 2008. No quiere ese borrón empañe su expediente progresista. Le asusta ser el nuevo Zapatero. Sabe que esa losa biográfica demolería su reputación para siempre. Pero también sabe que apenas tiene margen de maniobra.

Antes o después, si pretende tener acceso a los 140.000 millones de euros del fondo de ayuda europeo, deberá hacer cosas impropias de un paladín de la izquierda . Y aunque Iglesias haga el esfuerzo de cabalgar a su lado durante algún tiempo, para venderse como el único político capaz de embridar las exigencias comunitarias, es cuestión de tiempo que se apee del caballo y empiece a pastorear —con gozo infinito, dicho sea de paso— la indignación social que provocará el nuevo «austericidio». Que tal cosa sucederá es algo que nadie duda. Lo que no sabemos es cuándo. Iglesias le come la oreja a Sánchez tratando de convencerle de que hay una conspiración, a la que ahora suma a Felipe González y al emérito Juan Carlos, para que la ruptura llegue en otoño, justo en el momento de solicitar el dinero de la Unión Europea. El presidente, crédulo, no lo niega. Pero él también es un romántico del poder y está dispuesto a remover cualquier obstáculo que le prive de su deleite. Incluso a Iglesias, si se convierte en un lastre demasiado incómodo.

De ahí lo de los huevos en otras cestas. La fuente de Machado y Guiomar empieza a ser testigo de los requiebros sanchistas a Inés Arrimadas. Se cuece el plan B. Por si acaso. A Sánchez no le atrae el cambio de parejas y trata de retrasarlo. Por eso aún no le ha dado el plácet a Nadia Calviño para que acceda a la presidencia del Eurogrupo. En el momento en el que lo haga, el divorcio con Podemos será irreversible. Pincho de tortilla y caña a que si Merkel, Macron y Conte le convencen para que la apoye, el Gobierno de coalición no se come el turrón en La Moncloa. La solución, esta semana.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación