Mariano Rajoy coincidió en el AVE con Pedro Sánchez
Mariano Rajoy coincidió en el AVE con Pedro Sánchez - abc

Rajoy, del plasma a la calle

El presidente está «encantado» con el cambio y, según Moncloa, era necesario

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Mariano Rajoy ha redescubierto la calle. Y le gusta. Sobre todo cuando le ocurre como el otro día en Lérida, cuando fue a tomar un AVE y se encontró en la cafetería de la estación con un grupo de mujeres de mediana edad que se abalanzaron sobre él al coro de «¡presidente, presidente!». Una escena que, para colmo de su alegría, ocurrió ante las mismas narices de Pedro Sánchez, al que apenas sí pudo saludar cuando ambos coincidieron en el andén porque el público no le daba un respiro. Al líder del PSOE, ni le miraron.

Ya en el tren, el presidente del Gobierno del que se decía que solo se comunicaba con la gente a través del plasma, hizo lo que últimamente tiene por costumbre: ponerse de pie y recorrer los vagones hasta llegar a la cafetería para tomarse una cerveza, lo que invariablemente provoca que los viajeros le saluden, se quieran hacer «selfies» con él y le den ánimos. Hasta ahora no se ha encontrado con nadie que le haya hecho un reproche.

(A Sánchez no le volvió a ver en el trayecto porque éste cambió el billete, de preferente a turista, después de coincidir en el andén).

En Moncloa explican que si Rajoy se ha lanzado a la calle, concede entrevistas y trata de aparecer como un personaje cercano a la gente es «porque el ambiente ha cambiado», que la mejora de la economía real está calando y la corrupción del PP olvidándose, que el presidente ha tenido varios años de trabajo muy intenso, sin tiempo para otra cosa que trabajar y trabajar, y que los estallidos del caso Bárcenas, las tarjetas «black» y la Púnica no permitían aconsejarle que se fuera de bares o se prestara a acercarse mucho a la prensa, a la que en buena parte consideraba hostil.

El ambiente ha cambiado, pero Rajoy ha cambiado aún más. Un personaje tan poco dado a revelar detalles de su vida privada ha presentado a su perro a Ana Rosa Quintana (y sus telespectadores); un político acostumbrado a caminar a paso casi tan rápido como con el que se entrena cada mañana en su cinta, se para a saludar a todo el mundo, en especial si tiene alrededor a periodistas; de no querer hacer declaraciones ha pasado a agotar a los reporteros pidiéndoles que le pregunten más. Desde que se mudó a La Moncloa no se le había visto en las barras de los bares próximos al Congreso, a los que ahora ha vuelto, para tomarse una caña cuando acaba la sesión parlamentaria.

«Ha entrado en modo candidato», aseguran en su entorno. Ya empezó a patear la calle en la campaña de las municipales y autonómicas, cuando causó sensación por pasearse en bici por Madrid con Esperanza Aguirre. Cuando llegó el verano, continuó con sus salidas, se dejó fotografiar mientras se bañaba en un río y se acostumbró a que sus paisanos gallegos hicieran cola para conseguir un «selfie» con él. El colmo, por lo visto, fue el día que acudió a comer con toda su familia a un restaurante cuyos comensales se pudieron de pie cuando los Rajoy abandonaban el local y les aplaudieron.

El presidente, dicen los suyos, está encantado con el cambio. Lo necesitaba, reconocen en Moncloa. Al llegar la cita con las urnas ha descubierto que tiene que explicar lo que ha hecho en persona, de calle en calle, de bar en bar.

Ver los comentarios