La exministra de Defensa Carme Chacón, del PSC, defiende una España «plurinacional»
La exministra de Defensa Carme Chacón, del PSC, defiende una España «plurinacional» - ABC
Análisis

Los socialistas y su confusa idea de España

«Los mandatos de Zapatero fueron la semilla de un virus separatista que generó una división emocional en la sociedad»

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El PSOE se ha vuelto a enredar en su confuso modelo territorial para España, sin aprender las nefastas lecciones que le dio en el pasado jugar con el concepto «discutido y discutible» de nación. Desde el año 2004, José Luis Rodríguez Zapatero reabrió muchas de las heridas cerradas durante la Transición y sentó de modo irresponsable las bases para discutir la unidad de España. Dio alas a los nacionalismos extremos a conveniencia de parte. Alentó de manera irreflexiva el independentismo, empleando a ERC como «socio de referencia» para gobernar a cambio de trágalas como negociar un Estatuto catalán que resultó inasumible y que tuvo que retomar con CiU, traicionando al propio PSC. Permitió al lendakari vasco Juan José Ibarretxe amplificar un proyecto secesionista abocado al fracaso desde el mismo instante en que fue concebido por el PNV de acuerdo con los herederos de Batasuna.

Y frivolizó el concepto de nación hasta que el Tribunal Constitucional le despertó de su quimera de una España «plural y compleja» que debía transformarse en un Estado federal. O directamente ser desmembrada.

Los mandatos de Zapatero fueron la semilla de un virus separatista que generó una división emocional en la sociedad, y que hoy aqueja a territorios que son parte sustancial e irreemplazable de España. Por historia, por cultura y porque, más allá del desprecio de las élites nacionalistas a la Carta Magna, la mayoría de sus ciudadanos no quieren la independencia. La encuesta conocida en los últimos días en Cataluña así lo demuestra. Hoy Pedro Sánchez ha heredado algunos de los peores vicios de la etapa anterior y vuelve a las andadas de modo arriesgado para los socialistas.

Sánchez se equivoca, entre otros motivos, porque entre el legítimo halago a la diversidad nacional y el iluso planteamiento de que España es una pluralidad de naciones no sólo hay una gran mentira. Hay muchos cientos de miles de votantes socialistas perdidos, incapaces de comprender la alambicada visión de España que erróneamente lleva quince años cultivando el socialismo. Pocos réditos ha dado al PSOE ser un partido constitucionalista de conveniencia. En términos de credibilidad, pasa factura presentarse como garante de la unidad de España en Andalucía, apelar a una difusa reforma constitucional de corte federalista en Madrid, y ser abiertamente partidarios de que Cataluña sea reconocida como «nación». En Ferraz deberían releer la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y los contundentes motivos por los que esa pretensión es irreal, puramente demagógica. Los socialistas catalanes, en su enésima pirueta conceptual, ha decidido no apoyar el «derecho a decidir» pero sí la aceptación de que Cataluña es una nación, algo que Sánchez no ha desautorizado de forma tajante. Es el eterno doble lenguaje que les aleja de la claridad y que les llevó a ser un partido minoritario en Cataluña incapaz de serenar la combustión secesionista en esa comunidad, envuelto en cismas constantes y muy castigado por su propios electores. Por este camino, Sánchez solo evidenciará su impotencia para poner orden, alentar un necesario discurso único entre los socialistas, imprescindible

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