MAriano Rajoy en un encuentro con las familias esta semana
MAriano Rajoy en un encuentro con las familias esta semana - efe
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Explicar, decir, comunicar

Rajoy está haciendo lo normal en un político cualquiera en víspera de elecciones, pero muy llamativo en su persona

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Una de las cosas que tiene la campaña electoral es que Mariano Rajoy se ha puesto a besar niños, montar en bicicleta, pasear por calles de cualquier ciudad llenas de gente y explicar las cosas que hace su Gobierno en un lenguaje comprensible para cualquier ciudadano. Lo normal en un político cualquiera en víspera de elecciones, pero muy llamativo en su persona. Los demás suelen hacer esas cosas con frecuencia, simplemente incrementan su presencia en esos escenarios cuando se acercan unas elecciones. Rajoy, en cambio, se ha pasado cuatro años encerrado en La Moncloa y por eso ahora nos extraña tanto que parezca un hombre de carne y hueso.

Sus próximos le disculpan: «Es que hasta hace poco solo podía dedicarse a dar besos a Angela Merkel», dice uno de ellos.

Lo que le da pie, como era de esperar, a lanzarse en la exposición de ese argumento sobre el arduo trabajo para sacarnos del abismo de la crisis que se ha convertido en el eje central de los discursos del presidente. «Trabajar, hacer, crecer» es el lema de su campaña electoral, ideada sin duda por un experto en marketing que ha querido resaltar los logros de los gobiernos del PP.

El experto en «merkadotecnia» conoce muy bien a Rajoy y los suyos; nos quiere evitar el ataque de risa floja que nos entraría si al parar el coche en un semáforo nos topáramos con una banderola que pretendiera hacernos creer que este Gobierno ha estado dedicado a explicar, decir o comunicar todo lo que ha trabajado, hecho o creado. Hasta que llegó la época electoral y los responsables de la campaña plantearon a su principal candidato la necesidad que pise la calle, hable de cara al público al menos una vez al día y se preste a protagonizar imágenes que muestren su lado humano en televisión. Algo a lo que, por lo que estamos viendo, se ha prestado de muy buen grado.

Afirman quienes recorren estos días España de cabo a rabo junto a Rajoy que éste disfruta en su nuevo papel, le gusta tratar con la gente, entrar en un bar a tomarse una caña, escuchar a los paisanos que le cuentan sus problemas, volver a ser por unos días el político cercano que alguna vez fue y el hombre corriente de trato afable que seguía siendo últimamente en privado, solo en privado, sin que la mayoría de la gente se enterara.

También es cierto que dado su carácter tan celoso de su intimidad, en el fondo tímido, no es probable que el nuevo Rajoy super comunicativo se vaya a convertir en un Aguirre masculino que baile el chotis o se siente en medio de la calle en un sofá chester. Pero quizás la experiencia de estos días le valga para extraer la conclusion de que cuatro años encerrado en La Moncloa convierten a cualquiera en un ser de cartón piedra que llega a creerse que vale con besar a Merkel para que todo el mundo se dé por besado.

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