La exprimera ministra británica, Margaret Thatcher, ya fallecida
La exprimera ministra británica, Margaret Thatcher, ya fallecida - abc
Radiografía de la derecha española

Las familias de la derecha occidental

Su gran reto fue hacer frente a la amenaza soviética hasta la caída del Muro de Berlín, en 1989

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Hablar de la evolución de la derecha fuera de España obliga a acotar. Limitémonos a Occidente. Y dentro de Occidente, Europa Occidental y Estados Unidos. ¿Es posible hablar en ese contexto de una derecha ideológicamente uniforme? No. Y es lógico que así sea. Porque a diferencia del socialismo, de origen casi unívoco, las manifestaciones de la derecha se han nutrido de una mayor pluralidad de pensadores.

Si limitamos este repaso a los años que van de la post guerra mundial a nuestros días, en Europa Occidental el rasgo que caracteriza a la derecha es su temprana vocación europeísta. Los padres fundadores de la Europa actual fueron Robert Schuman, Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer, todos los cuales eran ajenos a las ideas de izquierda y todos ellos bebían del pensamiento europeísta articulado por el precursor de este movimiento, Richard Coudenhove-Kalergui, que contó entre sus seguidores en España con José Ortega y Gasset.

Pero europeísta de la primera hora fue también Winston Churchill.

Churchill, a las puertas de Abbey House, sede del Partido Conservador británico
Churchill, a las puertas de Abbey House, sede del Partido Conservador británico

Esta derecha de la postguerra europea buscó la construcción de una Europa de la libertad frente a la Europa esclavizada por el comunismo pro soviético. Una Europa construida sobre los Estados de derecho, respetando las raíces cristianas de Europa, lo que es compatible con la plena libertad religiosa y la promoción del libre mercado con una gran variedad de matices. Alguna de estas ideas se impuso con tanto éxito que hasta los partidos socialistas la asumieron, redefiniéndose como socialdemócratas.

La amenaza soviética

El gran reto de la derecha europea, en lo que estuvo acompañada siempre por la derecha norteamericana -y por una buena parte de aquella izquierda también- fue hacer frente a la amenaza soviética. Ese fue un factor unificador por encima de toda división ideológica. Los matices se daban en otras cuestiones. Para empezar, en el liberalismo económico. Los partidos democristianos, predominantes en la mayoría de los países europeos, han tenido poco espíritu económico liberal.

En puridad, la defensa del libre mercado y la reducción de impuestos sólo se convirtió en santo y seña de una parte de la derecha a partir de la entrada en escena de Margaret Thatcher en el Reino Unido. Hasta entonces el Partido Conservador de Churchill o Macmillan era esencialmente estatista, lo que en el caso de Churchill no puede sorprender porque no hay más forma de librar una guerra con ejércitos convencionales que desde el Estado. Y el Estado necesita para eso cobrar muchos impuestos.

«La defensa de valores de raíz cristiana es otro diferenciador»

El estatismo siempre caracterizó a la derecha francesa, que es probablemente la menos liberal del mundo. Los pensadores liberales franceses son una verdadera excepción, políticamente marginal, y entre ellos el más destacado de nuestro tiempo es Guy Sorman, firma habitual de ABC. En Francia sigue habiendo un grado de regulación que no se da en casi ningún otro Estado de Occidente.

La cuestión de la defensa de valores sociales de raíz cristiana es, probablemente otro gran diferenciador. La religiosidad ha ido inevitablemente unida a las fuerzas de la derecha porque uno de los fundamentos del pensamiento socialista es el ateísmo -por más que hayan proliferado «cristianos por el socialismo».

Los partidos democristianos tuvieron ese origen religioso aunque no necesariamente vinculado a la Iglesia Católica. El más importante de Europa, la CDU alemana, es una formación cuyo gran promotor, el canciller Konrad Adenauer, era efectivamente católico, pero siempre tuvo una gran relevancia el peso de personas cuyo pensamiento estaba condicionado por otras religiones cristianas, reflejo de la pluralidad de credos que caracteriza al pueblo alemán. Clara manifestación de esa pluralidad es el caso, en la actualidad, de la canciller Ángela Merkel, miembro de la Iglesia Evangélica.

Angela Merkel, el viernes en una feria de robótica en Ausburgo (Alemania)
Angela Merkel, el viernes en una feria de robótica en Ausburgo (Alemania)

El peso de las iglesias pudo ser mayor en países como Italia, pero desde luego es inexistente en Francia, donde la separación de la Iglesia del Estado es una característica esencial de la República Francesa, plenamente asumida por los partidos de su derecha, herederos del general Charles De Gaulle. Y este elemento es uno de los que marcaba la principal diferencia entre los dos grandes aliados de la derecha contemporánea que acabaron con el Muro de Berlín: Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Quizá el liberalismo doctrinario de Thatcher fundamente la falta de conexión entre el Partido Conservador moderno y la Iglesia de Inglaterra, que es, no lo olvidemos, la religión oficial del Reino Unido, razón por la cual sus obispos se sientan en la Cámara de los Lores. No es menos cierto que su menguante número de seguidores quizá haga fútil basarse en sus valores. O quizá sea al revés: el abandono de su base política natural ha dejado a la Iglesia de Inglaterra a la intemperie y en descomposición.

La religión en EE.UU.

El caso de la derecha norteamericana es diametralmente opuesto al inglés o francés. «In God we trust» rezan los billetes de dólar. La Iglesia Evangélica ha llegado a tener una enorme influencia en la elección de los candidatos republicanos a la Presidencia de los Estados Unidos. Y una de las más repetidas acusaciones que se lanzaron contra Obama en su primera campaña electoral fue la duda sobre su adscripción religiosa, derivada de su nombre: Barack Hussein Obama.

Es difícil imaginar que, aún hoy, y en las circunstancias de asedio que vive Europa por el islamismo yihadista, alguien pudiera atreverse en nuestro continente a descalificar a un candidato a la jefatura del Estado o del Gobierno por profesar una fe no cristiana.

Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, en su primer encuentro en Ginebra (1985)
Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, en su primer encuentro en Ginebra (1985)

Las ocasiones en que se ha intentado crear internacionales de derecha como alternativas a la Internacional Socialista han tenido poco éxito. En tiempos de Reagan y Thatcher, los dos grandes baluartes de la derecha mundial, vencedores de la Guerra Fría -con ayuda de San Juan Pablo II- se promovió la Unión Demócrata Internacional. Esta organización se fundó en 1983 como foro común de la Unión Demócrata Europea, la Unión Demócrata del Pacífico y la Unión Demócrata del Caribe. Y surgió a instancias de la fundación Konrad Adenauer y del entonces vicepresidente de Estados Unidos, George Bush padre.

El PP en el mundo

Desde entonces ha languidecido y hoy tiene su sede en Noruega y es presidida por John Key, primer ministro de Nueva Zelanda. A ella pertenece el Partido Popular, que es igualmente miembro de la Internacional Demócrata de Centro, que hasta que asumió su Presidencia José María Aznar poco antes de dejar el Gobierno, era la Internacional Demócrata Cristiana, nacida en Santiago de Chile. Pero era difícil que la democracia cristiana chilena, sempiterno aliado del socialismo en aquel país, pudiera liderar una internacional de derecha. Y Aznar la rebautizó como «de Centro». Hoy es presidida por Pier Ferdinando Cassini, presidente de la Unión de Centro italiana y tiene entre sus vicepresidentes al español Antonio López Istúriz.

Más tal vez la falta de relevancia de ninguna de estas dos internacionales se derive de la escasa oposición que tienen que presentar hoy a la Internacional Socialista, que fue un organismo extremadamente relevante en las décadas de 1960, 1970 y 1980, y que hoy ya no tiene quien le aporte. Y la derecha, que cree en la libertad de mercado, no está para malgastar sus ahorros en cosas inútiles.

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