Así es la Cataluña Española y así sería la cataluña independiente... Turismo (II)

A rebufo del «tsunami» turístico de Barcelona

La capital catalana ha protagonizado el verdadero «big bang» del turismo en la región, situándose en pocos años en los primeros puestos del escalafón del turismo urbano mundial

A rebufo del «tsunami» turístico de Barcelona

El potencial turístico de Cataluña no es una novedad. Desde que en 1930 los primeros «viajeros» descubrieron la Costa Brava y desde los años 50 y 60 se consolida como destino, o cuando el turismo aragonés hizo de la Costa Dorada la playa de Zaragoza, Cataluña ha sido uno de los principales destinos del turismo en España.

No obstante, es Barcelona la que ha protagonizado el verdadero «big bang», situándose en pocos años, desde 1992, con el impagable «spot» que fueron los JJ.OO, en los primeros puestos del escalafón del turismo urbano mundial. Si en 1990 la ciudad apenas acogía a 1.7 millones de turistas, en 2014 se rozaron casi los ocho, con 17 millones de pernoctaciones. Si para Cataluña el sector representa el 12% de su PIB, en Barcelona sobrepasa el 14%.

Una ciudad segura, una oferta cultural y gastronómica desbordante, 4,5 kilómetros de playas a pie de metro, un esfuerzo de promoción sostenido... Barcelona es ya el cuarto destino urbano europeo, solo detrás de Londres, París y Roma, con un crecimiento imparable (59% desde 2004), gracias a las iniciativas como los cruceros, hacen que ya no pueda atribuirse todo el mérito a los Juegos.

El propio éxito de Barcelona –que de paso arrastra al resto de destinos catalanes, más centrados en el clásico sol y playa– es, a su vez, su principal amenaza. La sobrepresión en algunas zonas está generando una suerte de «turismofobia» que amenaza su imagen de ciudad acogedora.

«Marcharán las fábricas, se quedarán las playas...»

«Se pueden llevar las fábricas, pero no el sol, ni las playas ni Gaudí...». Cuando en círculos independentistas se especula con la suerte económica de una Cataluña independiente, el mantenimiento del atractivo turístico del «nuevo estado» se señala a menudo como una de sus principales bazas.

Es una especulación tan arriesgada como aquella que sostiene que será Angela Merkel quien fuerce a España a negociar con Cataluña para evitar que, entre otros intereses alemanes, de la planta de Martorell de Seat –propiedad de Volkswagen– dejen de exportarse vehículos.

Aventurar qué impacto tendría en la llegada de los turistas una eventual salida de Cataluña del euro –para sus empresas turísticas sí sería catastrófico– resulta arriesgado. Más certero es apuntar que la principal amenaza para el futuro turístico de Cataluña no viene de «Madrid», sino que es interna.

La moratoria turística dictada por Ada Colau en Barcelona –en aras de hacer «sostenible» el sector– o la tasa hotelera impuesta por la Generalitat podrían ser un ejemplo, aún por demostrarse, de que las decisiones políticas en este sector no son neutras.

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