¿Qué es para mí Cataluña? Una tierra de acogida

García Bragado, atleta, seis veces olímpico y campeón mundial de marcha cuenta a ABC que la «Terra Ferma» lo acogió con cariño y descubrió la riqueza de Cataluña

Jesús Ángel García Bragado cruza la meta en la prueba de 50 km marcha dentro del Campeonato del Mundo de Atletismo
Jesús Ángel García Bragado cruza la meta en la prueba de 50 km marcha dentro del Campeonato del Mundo de Atletismo - efe

Me llamo Jesús Ángel García Bragado. Un buen amigo cántabro del mundo atlético comenzó a llamarme «Chuso» como apelativo cariñoso antes de ser campeón del mundo en 1993 y de esta manera me conocen en el mundo atlético, tanto en Cataluña como en el resto de España. Reconozcan que es más práctico animar «¡Vamos Chuso¡» que «¡Vamos Jesús Ángel!».

Supongo que esta practicidad hizo que decidiéramos que mis hijas, ambas nacidas en Cataluña, se llamaran María y Amelia. Dos nombres preciosos que nos gustaban y que se escriben de igual forma en castellano y en catalán. Llevo media vida repartida entre Madrid y Cataluña, sin olvidar que mi sangre proviene de Castilla. Nací en Madrid porque allí se conocieron mis padres, como podia haber nacido en Barcelona, Vitoria o Alemania si mi madre hubiera decidido emigrar a cualquiera de estos lugares.

Yo decidí marcharme a vivir a Lérida porque de allí es la madre de mis hijas y allí formamos una familia. Ir de Madrid a una ciudad mucho más pequeña necesita adaptación, pero la «Terra Ferma» me acogió con cariño y descubrí la riqueza de Cataluña: cualquiera que viva en Lérida presumirá de la equidistancia entre el mar y la montaña. La vida después me trajo junto a Barcelona, a Sant Adrià de Besòs, que pertenece al área metropolitana, concluyendo que Cataluña es un gran mosaico de personas, cuyas raíces están en todos los rincones de España.

Durante todos estos años no he tenido jamás la sensación de vivir en un lugar que me hiciera sentir fuera de España, cosa que sí me sucede en el momento que cruzas los Pirineos cuando, por ejemplo, vas a entrenar en altura a Font Romeu, de visita a Perpignan o a ver una etapa del Tour de Francia en los Pirineos. Y nunca he tenido esta sensación porque a pesar del uso del lenguaje de forma torticera por parte de algunos para convertir la españolidad en algo ajeno, Cataluña contribuyó a formar España igual que el resto de territorios que la conforman.

Una tierra de acogida que confío continúe siéndolo para las generaciones futuras que decidan venir aquí a vivir, como lo hice yo hace ya más de veinte años. Y orgulloso estoy de haberlo hecho.

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