Sevilla

Cuarenta años de Cruceros Torre del Oro: del discreto paseo de Naruhito al boom turístico de Sevilla

La empresa sevillana que fundó el piloto de la marina mercante Salvador Carrasco empezó con un barco en 1982 y hoy 'pasea' a más de 100.000 personas cada año en siete barcos

Salvador Carrasco Artiaga (izquierda) y su padre, Salvador Carrasco García, quien fundó hace cuarenta años la empresa Cruceros Torre del Oro J. M. Serrano
María Jesús Pereira

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En 1982, cuando aún no se había producido en Sevilla el boom turístico y existía el llamado 'tapón' de Chapina en el río, Salvador Carrasco García, un piloto de la marina mercante de 34 años, emprendió una aventura empresarial: iniciar cruceros turísticos por el Guadalquivir a 200 pesetas el billete de adultos y 50 el de niños. Su primer barco fue el Santa Faz, que situó su punto de atraque junto a la Torre del Oro, donde la compañía sigue teniendo su puerto base. Cuarenta años después, Cruceros Torre del Oro emplea siete barcos (tres catamaranes, tres marineros o de quilla y una lancha familiar para pequeños eventos) que pueden transportar al mismo tiempo 1.200 pasajeros.

El fundador recuerda miles de anécdotas vividas en las travesías de Cruceros Torre del Oro, algunos de cuyos cascos quedaron inmortalizados en las postales antiguas de Sevilla, «que -puntualiza- aún se venden». Salvador Carrasco ha paseado en sus barcos a visitantes ilustres de la ciudad. «Recuerdo cuando N aruhito, aún príncipe heredero de Japón , hizo una visita oficial a Sevilla y subió a uno de los barcos de Cruceros Torre del Oro fuera de los actos protocolarios. Tomó fotos como un turista más y dijo que se había relajado muchísimo», cuenta. No es el único famoso que ha subido a sus barcos. También lo han hecho miembros de la Familia Real española, futbolistas, toreros o artistas, entre ellos los actores de la serie Juegos de Tronos. «Los equipos sevillanos celebran muchas veces a bordo la consecución de sus títulos para mostrarlos a la ciudad, como hizo el Sevilla F.C. cuando ganó la UEFA en 2007».

Rodajes

Ahora dirige la empresa Salvador Carrasco Artiaga, hijo del fundador, piloto, mecánico naval y psicólogo, quien indica que son múltiples los rodajes que se han hecho en sus barcos. «Hemos acogido recientemente el rodaje de la serie de Disney Luna, de la película española Polar o de videos musicales, como el de India Martínez», añade

«Cuando mi padre inició el negocio, además de los monumentos de la ciudad, apenas había nada de ocio para los turistas, salvo los coches de caballos y los tablaos flamencos. Por aquel entonces el turista estaba de paso por Sevilla, muchas veces de camino a la costa. En aquel entonces se celebraba la Feria de Muestras de Sevilla en los bajos del paseo Marqués de Contadero, con lo que los cruceros dieron vida a esa feria conectándola con el río Guadalquivir. Vendíamos los billetes muy baratos y casi todo el rendimiento se lo llevaban los turoperadores», declara Carrasco Artiaga.

En 1982, cuando ese brazo del río acababa en el tapón de Chapina, Cruceros Torre del Oro hacía viajes de una hora hasta la esclusa. «Cuando se celebró la Expo 92 y se levantó el tapón, el viaje incluía también el puente del Alamillo y el Huevo de Colón, por lo que los cruceros cobraron mayor atractivo cultural y de ocio», declara el actual responsable de la empresa, que tiene 48 trabajadores y sigue en manos de la familia fundadora. «Para nosotros fue muy importante el empuje de los guías turísticas y agencias locales, que tomaron conciencia del valor que puede tener el río y los cruceros para el sector turístico».

La compañía traslada anualmente más de 100.000 turistas en sus siete barcos, con esloras de entre 33 y los 8 metros, y con una capacidad de transportar cada uno entre 450 y 12 personas, según el tamaño. Esta empresa de cruceros turísticos, cuya concesión administrativa depende del Puerto de Sevilla, cobra ahora 18 euros el billete para los foráneos, 10 euros a los sevillanos y los niños son gratis, y Salvador Carrasco Artiaga destaca la labor social que desarrolla la compañía con cruceros gratuitos para asociaciones de personas mayores, niños desfavorecidos, menos con espina bífida o asociaciones contra el cáncer.

Pandemia

«En la pandemia, los barcos quedaron parados y tuvimos que meter a los trabajadores en un ERTE, salvo dos mecánicos, un marinero y yo, para seguir con las labores de mantenimiento de los siete barcos. Cuando acabó el confinamiento empezamos a trabajar y el primer día no tuvimos ni un cliente. Nos vimos obligamos a poner precios populares y vender durante varios meses billetes a cinco euros para adultos. El sevillano que no podía salir de la ciudad o la provincia comenzó a usar los cruceros para todo tipo de celebraciones: cumpleaños, comuniones, bodas, bautizos, aniversarios, despedidas de solteros...», añade.

Con el turista asiático desaparecido tras la pandemia, los clientes que ahora llegan a Cruceros Torre del Oro son sevillanos, europeos, latinoamericanos y, últimamente, regresan los estadounidenses. «A lo largo de nuestra vida, hemos trabajado con más de 500 agencias de viajes, turoperadores y guías de todo el mundo, poniendo nuestro pequeño grano de arena al auge del turismo en Sevilla. Además, ahora desarrollando barcos que contribuyen ecológicamente al medio ambiente mediante paneles solares, motores eléctricos, un impacto visual positivo y no hay que olvidar que las embarcaciones oxigenan las aguas de la dársena gracias al movimiento de las mismas».

Con base en la Torre del Oro, no son pocas las veces que algunos de los trabajadores de estos cruceros han rescatado a personas que se han caído al río entre el puente de Triana y el puente de San Telmo. «Nosotros estamos en los barcos las 24 horas del día los 365 días del año. Algunas personas se caen por pura distracción, otros de auténtica borrachera, normalmente de madrugada», indica Carrasco Artiaga, quien lamenta que continúe aún el vandalismo por parte de quienes intentan pintar con grafitis en los barcos. «Cuando detectamos que están intentándolo encendemos los fotos y avisamos a la Policía, pero desgraciadamente ocurre muy a menudo».

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