El secreto alemán: aprender igual en la empresa que en la escuela

El sistema educativo alemán está imbricado desde fases muy tempranas con el mercado laboral

Un aprendiz alemán atiende a las explicaciones de su superior en una empresa metalúrgica ABC

ROSALÍA SÁNCHEZ

Charlotte tiene 17 años y espera buenas notas en el Abitur, la selectividad alemana. En la última feria de empleo a la que asistió obligatoriamente con toda su clase, contactó con ojeadores de la ciudad de Dortmund, que se interesaron por su buen dominio de cuatro lenguas europeas y sus inicios con el japonés. Le han ofrecido formarse en Relaciones Internacionales en un programa de tres años en el que cobraría 1.100 euros netos al mes durante los estudios y del que saldría con un empleo público. Ha respondido que no. Quiere pasar un año en EE.UU. trabajando y decidir después con calma qué va a estudiar. Posiblemente Derecho.

Su hermano menor tiene 15 años y también buenas notas, especialmente en matemáticas. A través del campeonato municipal de ajedrez han contactado con él dos empresas informáticas que le ofrecen una formación dual. Podría comenzar el próximo curso y terminaría convalidada con una ingeniería informática. Sin embargo su asesora laboral, la misma que se ocupa de toda su clase del colegio, sabe que su interés no son los ordenadores. Ralf hizo sus prácticas de tres semanas, obligatorias en el currículum lectivo del curso pasado, como profesor en un Kindergarten. Tiene muy claro que quiere trabajar con niños y la asesora le anima a abandonar el instituto y trasladarse en septiembre a un centro público de doble cualificación, en el que en cuatro años obtendría la titulación oficial de formador de Kindergarten y le sería convalidada la selectividad. Con 20 años comenzaría su vida laboral plena en un sector en el que no se logran cubrir las plazas vacantes. Se lo está pensando.

Todavía hay uno más en la familia, el más rebelde, con notas que dejan mucho que desear y un largo historial de sanciones escolares por todo tipo de trastadas. Sin embargo, la profesora de «Alimentación», una optativa, destacó en la última conferencia de profesores de la clase que Lukas se había encargado con gran eficiencia de organizar la financiación y compras para la cocina, en la que semanalmente llevan a la práctica lo que aprenden en clase. Para sus prácticas obligatorias de tres semanas, el próximo mes de enero, le ha sido adjudicada una plaza en una empresa de importación de alimentos que surte a supermercados y restaurantes de Berlín. Esta empresa podría solicitar, más adelante, una plaza oficial de formación dual, para que Lukas obtuviese allí en tres años su titulación como Técnico en Comercio Internacional. La profesora de «Comunicación Audiovisual», por su parte, destacó en la misma reunión un cortometraje realizado por Lukas y sugirió que no se descarte presentar su currículum a Babelsberg, un estudio de cine de Potsdam que periódicamente pide perfiles a los que ofrecer plazas de formación.

La historia de esta familia ilustra la forma en que el sistema educativo alemán está imbricado desde fases muy tempranas con el mercado laboral. Está asumido que el aprendizaje tiene igualmente lugar en la empresa y en la escuela. La consecuencia es que solo constan 350.000 jóvenes de entre 15 y 24 años sin trabajo, el equivalente a un 7,9 por ciento de esta franja de edad. Entre los 18 y los 24 el porcentaje baja a 6,6%.

Los ciclos de formación dual duran entre dos y tres años y medio, cuentan con una retribución media obligatoria de 700 euros mensuales y permiten aprender más de 300 profesiones. Los alumnos pasan un 30% del tiempo las aulas y un 70% en la empresa. Las compañías deben contar con un formador certificado y garantizar la rotación por todos los departamentos. Los aprendices deben pasar un examen independiente de la Cámara de Comercio. Cada aprendiz supone un desembolso medio de 18.000 euros para la empresa y pasa a cobrar una media de 3.000 mensuales cuando se incorpora finalmente a la plantilla.

Las empresas alemanas también mantienen una estrecha relación con las universidades, concretamente con sus departamentos de investigación, a los que a menudo encargan proyectos de I+D que financian en parte los 15.000 euros por año que cuesta cada plaza gratuita. El acceso se rige por la excelencia y entre los licenciados alemanes el paro es del 2,4%.

Y seguramente el otro factor nada desdeñable que facilita el empleo juvenil en Alemania es que, con 18 años no es la familia quien te mantiene sino en muchos casos el Jobcenter, la oficina del INEM alemana, que gestiona las ayudas Harz IV y las deniega si el beneficiario ni estudia ni trabaja. No es posible rechazar más de tres empleos consecutivos, te gusten o no. Y no hay otra opción porque, a esas edades, ya no se vive en casa de los padres.

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