Imagen de una fábrica de acero en Hebei. REUTERS

La ralentización funde el acero chino

Cierre de fundiciones y despidos masivos en la provincia de Hebei, que produce más acero que Estados Unidos o Japón

ENVIADO ESPECIAL A TANGSAN( CHINA) Actualizado: Guardar
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En 1976, el terremoto más mortífero del siglo XX se cobró 250.000 vidas en Tangshan, una populosa ciudad industrial del noreste de China. Aunque mucho menos letal, un seísmo de proporciones sociales también catastróficas vuelve a azotar a esta moderna urbe de siete millones de habitantes que dista unos 200 kilómetros de Pekín. Apodada la «Ciudad del Fénix» por resurgir de sus cenizas tras la tragedia, Tangshan fue reconstruida por completo gracias a la industrialización que ha traído durante las últimas décadas el extraordinario crecimiento económico de China. Tanto la ciudad como el resto de la provincia de Hebei basaron su desarrollo en la siderurgia y, poblándose de hornos y fundiciones a costa del medioambiente, se convirtieron pronto en el epicentro de la producción de acero en China, disparada por la proliferación de obras dentro de su frenética urbanización.

Excluyendo a Hebei y Tangshan, China produce anualmente unos 780 millones de toneladas de acero, más del doble que el resto del mundo junto. Con 80 millones de toneladas en Tangshan y otros 50 millones en la vecina ciudad de Qian An, su producción supera a Japón (110 millones), Estados Unidos (81 millones), India (81 millones), Rusia (69 millones), Corea del Sur (66 millones) y toda Sudamérica (46 millones).

Ahora, debido a la ralentización de la economía china, el autoritario régimen de Pekín ha puesto en marcha una brutal reconversión industrial para acabar con tal sobrecapacidad y reducir la contaminación, que asfixia a buena parte del país. Esta limpieza pasa por el cierre de acerías y empresas siderúrgicas. Durante los próximos años, las autoridades calculan que hasta 1,8 millones de trabajadores del acero y el carbón perderán sus empleos, pero otras estimaciones elevan dicha cifra hasta los seis millones de despidos.

La escabechina ya ha empezado en Tangshan, donde numerosas fundiciones han apagado sus hornos y echado a sus operarios. Desde que la acería Fufeng se declarara en bancarrota el año pasado y despidiera a 2.000 trabajadores, que se manifestaron contra su cierre, el goteo ha sido incesante. «Llevaba siete años en el horno estatal Beishi, donde ganaba al mes 2.300 yuanes (310 euros), cuando fue clausurado el pasado verano. Me pagaron un mes de despido por año trabajado, pero ahora no sé lo que voy a hacer y tengo un hijo pequeño al que alimentar», explica a ABC Li Zhiming bajo la apagada chimenea de la fundición, que sigue luciendo unos grandes caracteres en mandarín con el lema de la empresa: «satisfacción, honestidad y pragmatismo».

En Xiwangzhuan, el pueblo a las afueras de Tangshan donde se ubica esta acería y viven la mayoría de sus antiguos empleados, sus vecinos van a tener que exprimir al máximo esta última virtud para no perder las dos primeras. Con la mayoría de comercios cerrados y las calles vacías, el barrio aparece desolado. A media tarde, los únicos signos de vida los dan los cerezos que ya han florecido y un grupito de hombres de mediana edad que se pasan las horas muertas jugando al «tie qiu», una mezcla de petanca y fútbol donde las bolas de hierro son impulsadas con el pie. Casi todos ellos visten una chaqueta azul de faena con el emblema de Guofeng, otra acería estatal cercana que ha cerrado uno de sus dos hornos y despedido a 700 de sus 2.700 trabajadores por la fuerte caída de la demanda.

«Han suprimido turnos y recortado los salarios, que antes podían llegar hasta los 4.000 yuanes (542 euros) mensuales», se lamenta Zhai Fugui, un hombre de 59 años, que se pasó 17 trabajando en la fábrica de Guofeng, donde sigue empleado su hijo. Tras conseguir una indemnización de 940 yuanes (127 euros) mensuales por año trabajado, se ha recolocado como barrendero y se saca unos 1.700 yuanes (230 euros) más, pero no le resulta suficiente porque la vida se ha vuelto muy cara en las grandes ciudades chinas.

Al menos, tanto Zhai Fugui como Li Zhiming han recibido algo de dinero, pero otros muchos despedidos no han cobrado ni los sueldos que les adeudaban sus empresas cuando, finalmente, se declararon en quiebra y sus dueños huyeron entre manifestaciones severamente aplacadas por la Policía. Aunque las fundiciones les han dicho a sus operarios que les dan «vacaciones por cese temporal de la actividad», la mayoría de estos despedidos van a tener muy difícil volver a trabajar por la ralentización de la economía china. Para el régimen del Partido Comunista, que basa su legitimidad en el crecimiento, el paro que traerá su bestial reconversión industrial es una bomba de relojería que puede hacer saltar por los aires la estabilidad social.

A tenor del Boletín Laboral de China, un observatorio de Hong Kong sobre las condiciones de trabajo en China, el número de protestas masivas de empleados subió de las 1.379 de 2014 a las 2.774 detectadas el año pasado. De las 51 manifestaciones registradas en la provincia de Hebei, 15 estuvieron relacionadas con el sector del acero. Como parche para evitar más incidentes, las calles de Tangshan se han llenado de pequeñas obras públicas para recolocar a algunos de los despedidos poniendo aceras, asfaltando calzadas y podando los jardines.

Las empresas, endeudadas

«El exceso de capacidad productiva en el acero y el carbón es un problema gravísimo junto a la elevada deuda de las empresas, sobre todo estatales», advertía hace unos días Ning Zhu, profesor del Instituto Avanzado de Finanzas de Shanghái, durante la presentación de su libro «La burbuja garantizada de China».

Junto al cierre de acerías, la burbuja inmobiliaria ha estallado en ciudades de segundo nivel como Tangshan, donde abundan las colmenas de pisos vacíos en los barrios de nueva construcción. “Como ya no hay tanto trabajo como antes, nadie puede comprarse una casa porque los precios están por las nubes”, se queja Guo Chunmei, recepcionista de un lujoso hotel que apenas tiene clientes por la ralentización económica. Tras forjar décadas de crecimiento económico, el acero chino se funde.

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