Cuando la lealtad económica se echa también de menos

No hay argumento que haga defendible el «no es no» con que el PSOE ha despachado la candidatura de Luis de Guindos a la vicepresidencia del BCE y se ha negado a negociar unos Presupuestos muy necesarios para el país

Rajoy y Pedro Sánchez JOSÉ RAMÓN LADRA
María Jesús Pérez

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Mucho se ha hablado y escrito en las dos últimas semanas de la más que posible deslealtad política mostrada por el principal partido de la oposición al hilo de la designación del ministro de Economía, Luis de Guindos, como candidato a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE). Sabido es que los socialistas precisamente por su condición de oposición han hecho su papel, con el manido «no es no» de su líder a toda propuesta que provenga del bando Popular o más directamente del propio Gobierno, pero no por ello se debe considerar una actuación o postura ni lógica, ni adecuada, ni pertinente. Sobre todo, de cara a la imagen de España en el exterior. Y más ante nuestros socios europeos. Interés general de país... «escasito», por no decir nulo.

Y es que desde el anuncio oficial, la dirección del partido socialista se mantuvo día tras día en sus trece: rechazo frontal a la candidatura del ministro. Ahora bien, sí se apresuraron a especificar que «no era por nada» ya que no tenía otras implicaciones diferentes a que se circunscribía solo a su apuesta por hacer de la igualdad entre hombres y mujeres, un tema central de su acción política. ¡Acabáramos! Se da la paradoja de que el propio secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tiene similar guerra «en casa», con su «no apoyo» a que la eurodiputada socialista Elena Valenciano se convierta en la nueva líder de los socialistas en el Parlamento Europeo, cuando la exvicesecretaria general del partido está recibiendo el respaldo de otros partidos socialdemócratas europeos.

En cualquier caso, tras la designación de De Guindos la oposición en pleno se lanzó a la contra: la portavoz socialista en el Congreso, Margarita Robles, calificó la elección como «un desprecio para las mujeres»; también Unidos Podemos, en boca de Irene Montero, sentenció: «No había candidato peor». Incluso en la órbita sindical, el líder de CC.OO., Unai Sordo, fue crítico: «No es una propuesta que saludamos». Fuera del PP, «a Dios gracias», solo lo defendió Ciudadanos, que lo calificó como el mejor ministro del Gobierno.

El anuncio del PSOE fue anterior a que el ministro hiciera público que se postulaba al BCE, pero los socialistas aseguraron que el Gobierno no les trasladó en ningún momento que esa era su apuesta, ni buscó su apoyo, por lo que los socialistas no dudaron en tildar de «deslealtad» del Ejecutivo no haber informado al principal partido de la oposición de este asunto, a pesar de la comunicación regular que mantienen el presidente Mariano Rajoy y Pedro Sánchez y de que el Gobierno ha pedido en otras muchas cuestiones el apoyo del PSOE. Curioso, teniendo en cuenta que tampoco Sánchez comunicó a Rajoy que iba a desmarcarse de De Guindos. ¿Deslealtad política mutua? ¿Deslealtad para el interés general del país?

Quiero recordar que lealtad es un término originario del latín «legalis» que significa respeto a la ley. Pero debemos ir más allá de un «simple» significado. La lealtad es una virtud o cualidad que hace referencia a un individuo que tiene una obligación o compromiso moral con otra persona, incluso en momentos difíciles. Y en política, precisamente, en la actualidad, en España, se pasa por momentos muy difíciles, en los que el consenso y los acuerdos están poniendo en evidencia la falta de lealtad. Pero no entre los representantes. Porque en el ámbito político el compromiso y la lealtad de los elegidos se han de manifestar hacia los electores, hacia las instituciones, pero también en el respeto entre las diferentes formaciones políticas y entre los integrantes de un mismo partido. Así es que témome que hoy la lealtad política es un valor a la baja.

Pero si solo fuera política... Los españoles echamos aún más en falta otro tipo de lealtad entre nuestros «elegidos». Precisamente el principio de lealtad está recogido en la última ley de estabilidad presupuestaria, que desarrolla el artículo 135 de la Constitución. Gusta recordar a algunos políticos –hoy en primera fila de las negociaciones con los grupos de la oposición a la carrera por conseguir el apoyo a los Presupuestos de 2018– cómo se lograba la lealtad económica antaño. En época del Gobierno de José María Aznar.

No sé si entonces la fórmula era mejor o peor. Era... diferente. De primeras, el resto de los partidos daba el «sí». Por lo que las Cuentas estaban a tiempo en septiembre. Como marca la Ley. Después venían, digamos, «las rebajas». Negociación punto por punto. Hasta altas horas de la madrugada. Todos a una en el Ministerio de la cuestión. Y había Presupuestos. Hoy... «no es no». De entrada. Tenemos precedente peligroso. 2017. Y 2018 va por el mismo camino. Se quedarán pendientes: subida de sueldos de los funcionarios, se paralizarán las inversiones, la ley de autónomos, no habrá más fondos para las comunidades autónomas, el gasto se congela... ¡Todo en solfa! ¿Se imaginan algo así, por ejemplo, en Reino Unido? ¿A qué juega el PSOE? ¿Se puede permitir España estar parada, al menos, dos años? ¿Mejor prorrogar presupuesto tras presupuesto? ¿Lealtad política? Es falta de lealtad económica. Con el país. Con los ciudadanos. ¡Cuándo crecerá España!

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