En la imgagen, Antonio Anguita junto a sus hijos Antonio y David y Begoña Moñibas
En la imgagen, Antonio Anguita junto a sus hijos Antonio y David y Begoña Moñibas - ABC

Tapicerías Celanova, el valor añadido de la calidad artesanal

Banqueros, golfistas, empresarios... pocos se resisten al buen hacer de una empresa familiar que nació en 1930

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Banqueros, golfistas, empresarios, jugadores de fútbol, nadie se resiste a su buen quehacer y a su arte de tapizar. Tapicerías Celanova es una empresa familiar que nació en 1930 en Madrid, en la calle de la Cruz Verde. Antonio Anguita y sus hijos llevan hoy un negocio que puso en marcha su padre, un tapicero que montó su propio taller hasta el estallido de la Guerra Civil. Después de la contienda reanudó su trabajo hasta que enfermó y Antonio tomó las riendas del negocio.

La firma cuenta en estos momentos con 15 trabajadores. «Esta es una empresa familiar, todos estamos involucrados en la construcción y realización de nuestros trabajos, cuidándolos, mimándolos, dándoles formas e intentando llevarlos a la mejor terminación, para que nuestros clientes se sientan cómodos», explica Antonio.

Un esfuerzo que se traduce en la fidelización generacional de la clientela: «Nuestros clientes son muy fieles, primero hemos atendido a las primeras generaciones y ahora decoramos las casas de sus hijos». En una sociedad en la que la fabricación en serie es lo que se lleva, Anguita asegura que «los artesanos somos una especie a extinguir. Es muy difícil competir con ellos, damos a nuestros productos lo mejor de nosotros, intentado ofrecer calidad, precio, buscando ser competitivos, llegando a nuestros clientes para que sientan que a la hora de realizar un encargo a un artesano va a ser propio, diferente».

Antonio Anguita reconoce estar especialmente orgulloso de algunos de sus trabajos, realizados con los mejores decoradores de España, como por ejemplo el ya fallecido Jaime Fierro o Francisco Muñoz. Desde el punto de partida de la calidad, Tapicerías Celanova no renuncia a la versatilidad ni se pone límites: viviendas, hoteles, barcos de clientes...

Una variada y cuidada actividad que comienza a beneficiarse de los síntomas de recuperación económica, reconoce Anguita, aunque explica que, en el caso de su negocio, «el proceso se nota despacio, muy despacio. Nuestro trabajo no es fácil, tenemos que hacer ver al cliente que el producto que tenemos es mejor, y nuestro trabajo se ve con el paso de los años, no es instantáneo, es muy difícil en los tiempos que corren, con las trabas que nos ponen a las empresa». «Las administraciones deberían jugar un papel más importante, ayudar al pequeño empresario», advierte.

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