RÍO2016Juegos Olímpicos

Figuras históricas

Comaneci, la gimnasta 10

La atleta rumana pasó a la historia como la primera en conseguir una calificación perfecta

Su elasticidad, su simpatía y su gracilidad dieron la vuelta al mundo, como su diez, primero en la historia. Después vendrían muchos más, pero solo uno era el original. Como ella, ataviada con un maillot blanco y el número 73 a la espalda, Nadia Comaneci deslumbró al mundo entero en los Juegos Olímpicos de Montreal 76. Ella logró seis dieces, tres medallas de oro (individual, barra y asimétricas), una de plata (por equipos) y una de bronce (suelo); la gimnasia deportiva femenina ganó una estrella que se hizo leyenda y Rumanía descubrió a una embajadora de excepción.

Seis años tenía cuando fue acogida por el entrenador Bela Karolyi. A los nueve, ya ganaba torneos nacionales. El salto mundial no estaba muy lejos, con 13 se ganó por derecho propio la clasificación para Montreal, y con 14 fue portada de la revista Time, de ABC y de periódicos de medio mundo. Nadia Comaneci encandiló a jueces y espectadores que llenaron las gradas cuando era ella quien aparecía en escena. Era “la perfección”, tan exactos sus ejercicios en barra, suelo o paralelas. Ni siquiera la tecnología estaba preparada para sus espectáculos, y su “diez” se convirtió en un 1.00.

A sus 14 años, Nadia solo sabía ganar: “Nunca pienso en perder. Mi ambición es ganar siempre. Y como hasta ahora todo me sale bien, jamás se me ha pasado por la imaginción eso que se llama derrota. Si algunas compañeras me ganan, pues bien. Ya les ganaré yo en otra ocasión”, confesaría a ABC en aquel magnífico 1976, cuando todavía estaba en el colegio y las matemáticas se le daban especialmente bien.

Adulta, aunque demasiado joven, Comaneci aprendió que la perfección no dura eternamente y, a pesar de lograr tres medallas de oro más en los siguientes Juegos Olímpicos, Moscú 80, la gimnasta se retiró de la alta competición al año siguiente. Años más tarde, confesaría que “la perfección no es un estado permanente, sino algo vivo”.

La situación política de los 80 en Rumanía forzaría a la gimnasta a salir de su país y a pedir la nacionalidad estadounidense que le fue concedida finalmente en 1996. En la actualidad, Nadia Comaneci sigue muy vinculada al mundo del deporte, a través de una academia de gimnasia que lleva el nombre de su marido Bart Conner, una revista, una productora de televisión y tiendas de material deportivo. Además, Comaneci pertenece a la Fundación Laureus, que intenta promover la salud, la integración y la educación a través del deporte, y colabora con varias entidades benéficas.

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