Orlando Ortega, bajo una intensa lluvia en su estreno en los 110 vallas
Orlando Ortega, bajo una intensa lluvia en su estreno en los 110 vallas - EFE

Río 2016 | AtletismoOrtega se acerca a saltos a las medallas

El hispanocubano, perjudicado por el aguacero, marca el cuarto mejor tiempo en las series de los 100 vallas

Río de Janeiro Actualizado: Guardar
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El sol que mantuvo a raya a esos mosquitos cargados de zika que tanto se temen aquí dejó paso a media tarde a un cielo de pizarra. Primero trajo viento y luego un velo de agua. Abrió el grifo sobre todo cuando Orlando Ortega (nacido en Cuba hace 25 años y nacionalizado español en 2015) apareció en la pista para las series clasificatorias de los 110 metros vallas. Las gotas rebotaban sobre el tartán. La megafonía entonó la banda sonora de «Cantando bajo la lluvia». La pista azul parecía un espejo. Malo. Un patinazo o un error de cálculo y adiós. Los 110 metros vallas son casi un problema de física y matemáticas. Números.

A Orlando Ortega, cubano y español desde hace un año, no le gusta el agua.

Los velocistas son alérgicos a la lluvia. No salió bien. «Intenté controlar la primera valla. Entré con precaución por la lluvia que estaba cayendo», contó. Vio que los demás, todos con peores marcas, estaban a su par. Malo. Apretó el interruptor. Pensó. «Sentí que iba un poco retrasado y me dije que había que correr. Y gracias a dios se dio bien. Para la lluvia que estaba cayendo fue un carrerón». Bueno. Acabó primero su serie con 13.32 y se hizo hueco en la semifinal de esta próxima madrugada (1.40 horas), en la que también se disputará la final (3.45). «Estoy muy contento y muy tranquilo. Físicamente me noto muy bien. Voy a dar lo mejor de mí», avisó. No duda. Del cuello le colgaba una medalla dorada. Un amuleto. ¿Un buen augurio?

Con su silueta alta, elegante y fluida marcó el cuarto mejor registro de la noche en una recta casi submarina. El jamaicano McLeod, cargado de pendientes, anillos, cintas y perilla, fue el mejor con 13.27. El francés Bascou, que entró casi al trote, y el estadounidense Ash hicieron 13.31, una centésima menos que Ortega, al que más afectó el aguacero. El quinto, el galo Martinot-Lagarde, un tallo de 1,90 metros, se alejó una pizca más: 13.36. Como repite Ortega, «la final de los 100 vallas es la más igualada del mundo». Las medallas estarán en los detalles. «Mi mayor rival es Orlando Ortega». Con ese lema se pasó el velocista por la zona mixta del Estadio Olímpico, donde se habían suspendido momentáneamente las otras series por el diluvio. Ortega no miraba los dígitos de sus rivales. «Yo corro contra mí mismo. Intento mejorar cada día. No compito con nadie. Mi objetivo es llegar bien a la final física y mentalmente». Sólo enfoca su calle, la ristra de vallas que le separan del éxito.

En Londres 2012, cuando aún era cubano, se metió en su primera final olímpica. Rozó el podio. Ahora, ya español tras haber estado tres años sin competir por sus problemas con la federación cubana, se ve arriba. «El pasado queda atrás. Nunca lo miro. Lo importante es que estoy aquí. Y que estoy tranquilo y seguro. Voy a dar lo más de mí», insiste. No le guarda rencor a su Cuba. «Al revés. Allá tengo muchos amigos, como aquí. La amistad está por encima de las fronteras». Como el fútbol, su otra pasión. El Real Madrid. Cristiano. ¿Fue por emular a Ronaldo el gesto pidiendo calma al cruzar la raya? «No, bueno. Era para pedirme a mí mismo tranquilidad. Para no desesperarme en ningún momento. Y sí, sí que soy a muerte del Madrid desde pequeño. Los campeones deben inspirarse en los campeones. Ya me gustaría conocer a la plantilla y meterle un gol a Keylor Navas, ja, ja». Ahora está a otra cosa, a por el gol olímpico.

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