Eurocopa 2016

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Eurocopa 1988: aquel gol de Van Basten

Holanda logró ante la Unión Soviética la única Eurocopa de su historia

Gullit, con el trofeo. - uefa.com

Muhren corría por la banda izquierda, a la contra. Su centro no fue bueno. Gullit entraba por el área como un tren, y a su lado galopaba el central Van Tiggelen, presto al cabezazo. Pero el balón de Muhren les sobrevoló, destinado a perderse casi por el lateral del área.

Ahí estaba un tal Marco, Marco Van Basten. Cualquier otro hubiera intentado pinchar la bola y retrasar hacia el melenudo Gullit, que parecía tenerlo mejor. Pero no Van Basten: contra toda lógica, enganchó una volea imposible que sobrevoló al gran Dasaev para colarse por la escuadra contraria. Era el 2-0, era el título de la Eurocopa de Alemania 1988 para Holanda. Era un gol para la historia, como los marcan los grandes: en el momento decisivo.

Era, en fin, justicia en el fútbol. La alineación de aquella naranja mecánica da aún pavor: Van Breukelen, van Tiggelen, Ronald Koeman, Van Aerle, Rijkaard, Wouters, Vanenburg, Muhren, Edwin Koeman, Gullit, Van Basten. Cualquier parecido con el equipo que cosió a España a patadas en la fina de Sudáfrica, pura coincidencia.

Los holandeses se habían cobrado por fin venganza sobre Alemania en la semi, remontando un gol de Matthäus. Y pudieron levantar por fin un trofeo en una final en la que la URSS se despedía como tal de un gran torneo europeo.

La final reunía probablemente a los dos mejores equipos, dos conjuntos que jugaban la pelota como nadie, aunque el star system holandés no admitía comparación con los esforzados rusos, pese a la presencia de Igor Belanov y la columna vertebral del Dinamo de Kiev, por entonces de lo mejorcito de Europa.

Soviéticos y holandeses ya se habían cruzado en la primera fase, con victoria comunista. Pero en la final… en la final apareció Van Basten, máximo goleador del torneo, que ya había eliminado él solito a Inglaterra con tres golazos en la primera fase. Cinco goles en cinco partidos, media inmaculada para uno de los mejores delanteros que el fútbol europeo ha conocido. Y eso que su entrenador, Rinus Michels, sólo le hizo titular en el segundo partido: Van Basten, lesionado, apenas había jugado en el Milan, y hacía ocho meses que no jugaba con la naranja. Pero en Alemania jugó, y maravilló: así se escriben las leyendas.

Era aquella aún una Eurocopa de sólo ocho equipos. La campeona, Francia, se había quedado fuera de la tabla en la previa, pero España sí entró, aunque no pasó de la primera fase: venció a Dinamarca 2-3 (con goles de Michel, Butragueño y Gordillo), pero cayó ante Italia (1-0, gol de Vialli) y Alemania (2-0, ambos de Völler) para quedarse fuera de las semifinales.

Era la España de la Quinta del Buitre, dirigida aún por Miguel Muñoz, que volvía a estrellarse contra sus propias expectativas. Un buen equipo, que ya no había sido sólido en la clasificación: entró de rebote tras un empate de Rumania.

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