River-Boca

Pablo Carrozza: «Si los barras bravas quieren suspender la final, lo harán»

El periodista especializado en barras bravas explica que grupos ultras españoles han ofrecido su ayuda a los radicales de River y Boca, «lo único que les faltaba»

Argentina inicia su desembarco en Madrid

El periodista argentino Pablo Carrozza ABC

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A un océano de distancia, indiferente ante lo deportivo y desalentador cuando habla de todo lo demás, el periodista especializado en barras bravas Pablo Carrozza tiene todo menos un mensaje que rezume optimismo para Madrid. «Madrid se compró un problema importante», anuncia alguien que cree que el espectáculo se quebró con las lunas del autobús de Boca Juniors: «Los que queda es un amistoso para ricos y socios del Real Madrid».

Defiende Carrozza que los mismos que suspendieron el partido del Monumental, «la basura», son los que podrán permitirse viajar a España. Las barras son grupos millonarios a las que sólo les faltaba soporte logístico en Madrid. Lo tienen, según la información que maneja el periodista argentino, en Bukaneros, los ultras del Rayo Vallecano hermanados con la barra de River, Los Borrachos del Tablón, y en Biris Norte, los radicales del Sevilla, aliados con La Doce de Boca.

El discurso de seguridad absoluta que prepondera en la federación sudamericana y el gobierno argentino choca con la experiencia de Carrozza. Los cuerpos de seguridad del país que exportará la final más larga de la historia argumentan que los aficionados conflictivos están perfectamente fichados y ni siquiera podrán despegarse del suelo argentino. «No viajará la primera línea, los líderes, que son celebrities. El resto, que son los conflictivos y a los que la policía no conoce, estarán. Es peligrosísimo, y se da la paradoja de que el Gobierno no pudo cuidar una esquina y cree que ahora va a poder controlar Madrid», explica Carrozza. Las últimas estimaciones calculaban que unos 500 barras bravas, sumando los de uno y otro equipo, podrían aterrizar estos días en Madrid. Con el añadido de que el hincha común, como lo denomina Carrozza, «termina pegandose a la barra cuando se siente sólo». Si ocurre en los desplazamientos domésticos, mejor obviar los efectos que puedan tener 10.000 kilómetros de distancia.

El día antes del partido en el Monumental, la policía registró la casa de «El Caverna» Godoy, actual líder de Los Borrachos del Tablón. Requisó 300 entradas y siete millones de pesos (unos 165.000 euros). El ataque al autobús de Boca, sostiene Carrozza, fue la respuesta. «Y si creen que tienen que suspenderlo en Madrid, lo harán», advierte.

Una red infinita

«Cuando no se les combate, uno deja de ser rehén y pasa a ser cómplice. Rodolfo D’Onofrio, el presidente de River, dice que no conoce a «El Caverna», que lleva diez años al frente de la barra y tiene las llaves de una sala del estadio en la que fabrican entradas», lamenta el periodista. Tampoco se libran los políticos, partes activas de esta sideral red de influencias que son las barras bravas. «Macri pide ahora que se les dé batalla, pero no hizo nada cuando fue presidente (1995-2007)», defiende. ¿Pero realmente es factible que un grupo ultra pueda manejar a los líderes de un país democrático? Lo explica Carrozza: «La barra extorsiona a los políticos con los miles de carnets de socio que tienen. Luego envían buses para llenar los actos de campaña. Lanús manejaba a la gente pobre y puso en el poder a su candidato».

«Esto se combate de arriba hacia debajo. No puede ser que el juez que tiene que encarcelarlos les llame antes para pedir que les hagan socios a ellos y a sus hijos», clama Carrozza. Pocos pueden hablar de esto con mayor autoridad que quien lo sufre, y él está metido hasta el cuello en este sinsentido: tiene pendiente un juicio por la información que desvela en su libro «Yo no soy como esos», en el que retrata los líos de la barra de River.

La pregunta, visto el descalabro no ya en el fútbol, sino en Argentina, se hace con la boca pequeña. ¿Hay solución? «Acá todo el mundo sabe que son el cáncer, pero también la mano de obra barata de un sistema corrupto. Esto lo posibilitan jueces, políticos, dirigentes y aficionados que compran sus entradas y siguen sus cánticos», resuelve Carrozza, que, por obra y gracia de la Conmebol y las barras, tendrá que ver la final de su vida por televisión: «Nuestra pasión es su negocio. Métansela por el orto».

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