Ignacio Ruiz Quintano

Un mundo sin Pepes

Esta semana nos hemos enterado de que, sin Pep, el Barcelona (club que apoyó con un comunicado institucional el golpe de Estado en Cataluña sin que haya sido expulsado de la competición española) no es República, y sin Pepe, el Madrid no es Real .

–Once políticos que nunca han roto un plato están en la cárcel –ha declarado en rueda de prensa futbolera el Bolívar de Sampedor , entrenador del Manchester del jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan, de los Emiratos Árabes Unidos donde el Real Madrid, «por no molestar», retiró la cruz del escudo en su ropa de mercado.

Políticamente, el Bolívar de Sampedor, o es malo, malísimo, o es corto, corto, corto… con sifón. A mí me parece una mezcla de ambos caracteres, pero sus majaderías caen en terreno abonado porque los hijos de la Vieja Raposa de León Felipe compran todo lo que parezcan pelos arrancados al lobo español.

¡Romper un plato!

La mejor visión de la cultura inglesa que conozco la hizo Camba en su descripción del domingo inglés, día que a uno se le pasa esperando a que a la camarera se le caiga la bandeja (¡el plato!) para poder contar que ha ocurrido algo en semejante océano de muermo. Pero cuéntenles a esos mismos ingleses que Pep y los once amigos enchiquerados en España «sin haber roto nunca un plato» intentan conjurarse para independizar Manchester de la Corona británica , y a ver qué hacen. Para enriquecer su idea de tiro al plato hay que decirle a Pep que en la Roma clásica, cuna de la civilización que ahora languidece, por hacer lo que han hecho sus once políticos que nunca han roto un plato el Estado prescribía arrojarlos al río en un saco con serpientes.

Lo de Pepe (resumen sevillanísimo de Képler Laverán Lima Ferreira) es aún más complejo que lo de Pep (José Guardiola Sala).

Lo resumió Cristiano en Londres (Jejé: estamos de nuevo en 1580, cuando la reina de Inglaterra, contra el Derecho natural escolástico y el Derecho civil romano, hace saber al ministro español que, para ella, el mar y el aire son libres, siquiera de decir bobadas):

–El Madrid, sin Pepe, es otro.

El Madrid, en efecto, antes de perder en Londres, perdió en Gerona, donde nunca debió jugar; o, de jugar, donde nunca debió perder; o, de perder, hacerlo como Mariano el Bueno, o sea, el gobernador Álvarez de Castro. Eso me dijeron unos paisanos en un bar de montaña en Asturias: madridistas de toda la vida, esa tarde resolvieron dejarlo, amoscados por las actitudes del club y de sus futbolistas en los nefastos días de octubre. Para perder, decían, mejor con el Atleti , que lo hace con alegría… «y con la bandera en la camiseta». Más lo de Ramos-Piqué , versión bizarra de los Príncipes de Asturias Casillas-Xavi…

Estos paisanos no entienden que hoy, el equipo español por excelencia, el Madrid (¡el fútbol!), es un negocio más de la industria del entretenimiento, como Howard Hawks decía del cine a unos caballeros empeñados en hacerle decir que el cine era un arte. Pero en la montaña todavía se toman el fútbol (y lo que es peor, la política) en serio. El resto lo pone la propaganda en los medios. En verano, fichando, el mejor equipo era el Madrid, que agavillaba Boy Scouts de “la Rojita” (¡lo que hay oír!) para asegurarse el futuro de las estrellas. Dos meses después el futuro ya no es lo que era (¡ay, Felipe, ay Cebrián!), y todos los medios se ponen de acuerdo en condenar, por absurda, la política de fichajes del Madrid.

Si hubieran renovado a Pepe...

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