Baresi, posando en el museo del club en «Casa Milán»
Baresi, posando en el museo del club en «Casa Milán» - A.C. MILAN
Entrevista

Franco Baresi: «Mi carrera fue un homenaje a la memoria de mis padres»

Considerado el mejor líbero de la historia, jugó veinte años en el Milán (1977-1997), el «6» está retirado en su honor y aún es «il Eterno Capitano»

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Son las 12.40 minutos, el radiante cielo azul pide a gritos una gafas de sol y el mercurio señala 25,6 grados. La hoja de abril aún no ha sido arrancada del calendario pero en el norte de Italia ya huele a verano. Estamos en «Casa Milán», a dos kilómetros de San Siro, donde nos ha citado el mejor líbero de la historia del fútbol. Franco Baresi (Travagliato, 8 de mayo de 1960) recibe a ABC con un elegante traje negro y camisa blanca. La corbata se la ha dejado en casa. Le gusta dar un toque de informal a su vestimenta. A sus 55 años, el mito italiano ejerce de embajador de la «Fondazione Milan», un cargo que le mantiene muy cerca de los dos amores de su vida: el fútbol y el A.C.

Milán.

—¿Cómo marcó su vida la temprana muerte de sus padres?

—Mi niñez fue dramática. Imagínese que con 14 años fallece su madre y con 16 su padre. Fueron golpes muy duros. Todavía me pongo triste cuando pienso que no pudieron disfrutar de mi carrera. Sobre todo del día del debut con el primer equipo del Milán, cuando solo tenía 18 años. Ellos sabían que era el sueño de mi vida y no fue fácil hacerlo realidad sin ellos a mi lado.

—¿Quién ocupó el rol de sus padres?

—Giuseppe, mi hermano mayor, pero también el Milán. Cuando digo que este club es mi familia es literal. Yo entré en la cantera a los 14 años, justo cuando falleció mi madre. Ellos me dieron la educación correcta y la oportunidad de jugar en un equipo de ensueño. Después, con 16 años murió mi padre, y la hermana Lucía se ocupó de nosotros. Nos mudamos a Milán y dejamos atrás Travagliato y toda la tristeza acumulada. Comencé una vida nueva y pude jugar durante veinte temporadas en el Milán, ganando 18 títulos. Mi carrera fue una revancha contra mi tremenda infancia y un homenaje a la memoria de mis padres.

—¿Por qué los niños ya no juegan al fútbol en la calle?

—La sociedad evoluciona y los jóvenes tienen muchas más alternativas para divertirse. Pero es una pena que se haya perdido ese rasgo pasional de los niños hacia el fútbol.

«Es una pena que se haya perdido ese rasgo pasional de los niños hacia el fútbol»

—Sus inicios en el Milán no fueron sencillos. Ganó un Scudetto pero tuvo que jugar dos años en la serie B.

—Debuté en el primer equipo con 18 años y esa temporada ganamos nuestro décimo Scudetto, lo que significaba tener nuestra primera estrella en la camiseta. Luego bajamos a la serie B, subimos, volvimos a bajar y subimos de nuevo. Fueron años duros pero yo estaba convencido que pronto seríamos el mejor equipo de Europa. Por eso nunca me planteé marcharme y ahí comenzó mi idilio con el Milán.

—Tuvo buen olfato. En 1986 llegó Berlusconi, luego Sacchi y entonces el fútbol se hizo arte en Milán.

—Berlusconi tuvo el mérito de acertar con Sacchi, y Sacchi tuvo el valor de revolucionar el fútbol italiano e implementar una nueva mentalidad: la zona, la presión, el fuera de juego, la posesión… Era un estilo cautivador. Fuimos un referente para el fútbol mundial.

Baresi y Butragueño, en el partido de la Copa de Europa 88-89
Baresi y Butragueño, en el partido de la Copa de Europa 88-89 - ABC

—¿Aquel Milán se encumbró con el 5-0 al Madrid de la Quinta del Buitre?

—Ese partido sigue vivo en la ciudad, en los tiffossi y en nosotros. Recuerdo 80.000 hinchas locos de alegría. Era inimaginable ganarle una semifinal continental por cinco goles a ese gran Real Madrid. Fue el encuentro que nos hizo ver que teníamos un equipo para marcar una época. Y así fue. Volvimos a ganar la Copa de Europa tras veinte años y dejamos un legado.

«¿El 5-0 al Madrid o el 4-0 al Barça? El 5-0. Aquel partido nos hizo ver que marcaríamos una época»

—El Barcelona también sufrió en la final de la Champions de 1994 un varapalo histórico…

—La final de Atenas que ganamos 4-0 fue perfecta. Pero ya era otra época, con otro entrenador (Fabio Capello) y el factor sorpresa había desaparecido. Recuerdo con gran cariño esa tercera Champions de mi palmarés pero sin duda me quedo con el 5-0 al Madrid.

—Jugó de principio a fin de su carrera, dos décadas, de «rossonero», su número seis está retirado y la bandera más grande de la «Curva Sud» lleva su dorsal y nombre. ¿Por qué ya no existe esa lealtad futbolista-club?

—El fútbol moderno ya no entiende de fidelidad. Hoy es muy complicado encontrar futbolistas con ese sentido de pertenencia a un club que había en mi época. El caso de Totti es la excepción, como lo fue el de Maldini. Yo creo que un equipo crece y hace historia cuando tiene un grupo importante de jugadores criados en su casa. Es triste que esto se haya perdido.

«El fútbol moderno no entiende de fidelidad. Hay demasiados intereses en el entorno: dinero, redes sociales, agentes...»

—Por cierto, ¿cómo está Paolo?

—Estamos con él en estos duros momentos. Su padre Cesare (fallecido recientemente) fue el primer capitán del Milán en levantar una Copa de Europa. Le llevaremos siempre en el corazón.

—¿El dinero ha confundido al fútbol?

—Sí, pero no solo el dinero. Es el entorno. La fama, las redes sociales, los agentes... Hay demasiados intereses alrededor del fútbol y es muy complicado encontrar un equilibrio. Los jugadores deberían pensar más en sus orígenes y en los aficionados, aunque seas el número uno del mundo. En el fútbol, como en la vida, se echa de menos cierto toque de humildad.

Baresi, desolado tras la final del Mundial de 1994
Baresi, desolado tras la final del Mundial de 1994 - ABC

—Con su país ganó el Mundial de España (1982) y se quedó a las puertas en Estados Unidos (1994) ¿Cuántas veces ha soñado con esa final y esa tanda de penaltis?

«¿Champions? Quiero un Madrid-Bayern en la final. Simeone no me seduce. A mí me gusta el buen juego»

—Creo que alguien desde el cielo quería que ese Mundial lo ganara Brasil. Todo era demasiado bonito como para que fuera real. Me rompí el menisco en la primera fase. Necesitaba dos meses para recuperarme y hubo un milagro: en solo veinte días estaba jugando la final y defendiendo a Romario y Bebeto. Fue el mejor partido de mi carrera, pero en la tanda de penaltis fallé mi lanzamiento, y luego Baggio...

—El 28 de mayo se jugará en su amado San Siro la final de la Champions ¿A quién le gustaría ver allí?

—Al Real Madrid y al Bayern. No solo los veo como favoritos en su eliminatorias, sino que además son los que proponen un fútbol más atractivo.

—¿No le gusta el estilo del Atlético de Simeone?

—Es un gran técnico. Me encanta la pasión que le pone pero no me seduce. A mí me gusta el buen juego. Por eso quiero una final Madrid-Bayern.

«Me gusta la vitalidad que transmite la música de Enrique Iglesias y Pablo Alborán»

—Es un gran admirador de la NBA, ¿qué es lo que más le atrae de ella?

—Siempre me ha entusiasmado. Transmite mucha pureza, profesionalidad y respeto entre los profesionales, aficionados y medios.

—También le encanta el tenis. ¿Qué piensa de Nadal?

—Es un tenista único. Vibro con cada Nadal-Federer, pero he de reconocer que yo prefiero a Roger.

—En cambio en la música es muy de los nuestros...

—(Risas) Le veo bien informado. Me gusta mucho Enrique Iglesias y Pablo Alborán. Soy una persona muy tranquila, pero la música latina y española me transmite alegría y vitalidad.

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