Vuelta a España

La Vuelta, un gran escaparate de España

Las Salinas de Torrevieja, Javalambre, la Cubilla o pasajes en San Mamés y el Circuito Los Arcos enlazan al ciclismo con el país

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A un lado de la provincia de Alicante, el castillo de Moraira con vistas al Mediterráneo, donde los ciclistas se presentan al público haciendo selfies, alegres y jubilosos antes de tensar músculos mañana en una contrarreloj por equipos. Y al otro extremo, las Salinas de Torrevieja, donde los operarios han instalado la rampa de lanzamiento junto al salero de Europa. Empieza la Vuelta, un gran escaparate de España.

Hace casi una década que Javier Guillén, ahora director general de la Vuelta, entonces una joven promesa de la dirigencia ciclista, soñaba con emular al Tour y sus símbolos. La alegoría que se plasmaba en las imágenes de televisión cada verano: cunetas inundadas de familias, globos y serpentinas en los pueblos al paso de los ciclistas, campanarios engalanados, circunferencias de tractores o balas de heno saludando a la caravana desde los campos de cereales y expresando «Vivre le Tour», «J’aime le Tour» y similares. Han pasado once años desde que Guillén asumió el poder en la ronda y, aunque aún no bullen los tractores con leyendas en los pastos, sus logros son palpables. La carrera ha sustituido el paso anodino en ciudades sin gente por el bullicio popular en aldeas y montañas recónditas. La Vuelta que descubre España.

El plan deportivo es conocido: mucha montaña y alboroto, emociones por la televisión y sentido del espectáculo. El recorrido 2019 es eso. Dos finales en puertos de primera en la semana inicial . Y así sucesivamente por el norte y el centro de la península para completar un modelo de trazado alegre que el Tour acepta como válido. Han cesado las primeras semanas en las que nunca pasa nada.

Más allá del deporte, la Vuelta ha copiado a su alma gemela el Tour la geolocalización de los símbolos de un país. Esos sistemas de posicionamiento relacionados con la información geográfica son clave en su estrategia. «El ciclismo nos permite mostrar lo mejor que tenemos en nuestro país», cuenta a ABC Javier Guillén, para quien hubo un antes y un después en la historia de la ronda en 2011, cuando regresó al País Vasco. «Aquello fue un torrente brutal de emociones por todo lo que significa Euskadi en España».

Durante el mandato de Guillén, la carrera ha salido del Museo Pompidou de Málaga, el pelotón atravesó el recorrido de los sanfermines en Pamplona , realizó una excursión nocturna en contrarreloj por la Torre del Oro, Triana y el Parque de María Luisa en las calles de Sevilla, inauguró el Puente de la Bahía de Cádiz, arrancó desde una batea de mejilloneros en Villagarcía de Arosa, los ciclistas exploraron el interior del portaaviones Juan Carlos I en el banderazo de salida, circuitos de Fórmula 1 y motociclismo y miradores colosales como el de Ézaro. Parajes recónditos de la España menos visible, que escapa al eje Madrid-Barcelona.

Una guía turística que ha desembocado en pequeñas aldeas perdidas en las montañas, como las que circundan la Camperona, el alto de Mas de la Costa o la cuesta de Valdepeñas, que generan dinero proveniente de los cicloturistas. «Me congratulan las llamadas de los alcaldes de estos pueblos –explica Guillén–. Se felicitan porque la actividad cicloturista en la zona que ha multiplicado por cinco y me dicen que la Vuelta ha aportado un tejido económico a estas zonas olvidadas».

España, farolillo rojo en el uso de la bicicleta como medio de transporte (apenas el 3% de la población frente al 30% de Holanda o el 20% de Hungría o Dinamarca), ha empezado a sentir curiosidad por las rampas que escalan los ciclistas en la Vuelta. Parte desde Las Salinas de Torrevieja, playas de sal de color rosado que los españoles consumimos desde el siglo XIII. Otro descubrimiento es el pico de Javalambre , en la España vacía que rodea a Teruel. Un observatorio astrofísico a 50 kilómetros de la ciudad aragonesa.

La duodécima etapa une un par de emplazamientos simbólicos. Se sale desde uno de los trazados permanentes de carreras de velocidad, el Circuito de Navarra , al suroeste de Pamplona, y se llega de nuevo a Bilbao, convertida ya la capital de Vizcaya en sitio de recreo de la ronda. En Bilbao se escala una de las rampas urbanas más duras visitadas por la carrera, Arraiz. Al día siguiente, el pelotón cruzará el estadio de San Mamés en ruta neutralizada.

El panorama de novedades prosigue en Asturias, tierra de oportunidades para los fieles de la montaña y el senderismo. El conocido Alto del Acebo, vecino de Cangas de Narcea, se escalará por el acceso de la carretera rural de Castro de Limes. Y una de las estrellas de esta edición es la Cubilla, puerto inédito tipo Tour de 17 kilómetros desde Pola de Lena hacia la frontera con León.

De Ávila hasta Toledo partirá la etapa 19 desde el espectacular Centro de Congresos y Exposiciones Lienzo Norte, emblema de la capital abulense. En la Plataforma de Gredos , final de la penúltima etapa, se congregan entusiastas de la montaña que gastan suela por alcanzar la laguna de la serranía. Y la última jornada en la plaza de Cibeles, símbolo de la nueva era de la Vuelta.

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