Patrimonio natural

Juventud y naturaleza

Es imprescindible que los docentes transmitan los conocimientos teóricos y prácticos de la naturaleza tales como son por muy desagradables que estos fueren a los ojos del humano

Dos senderistas en la provincia de Córdoba Valerio Merino

Antonio Notario Gómez

Al hablar de naturaleza podemos referirnos a la segunda acepción de nuestro diccionario de la Real Academia: conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo. O también a la definición que aparece en el diccionario de la naturaleza de 1995 coordinado por el que fue magnífico profesor de la Escuela de Montes de Madrid, Ángel Ramos: ámbito primordial de nuestra vida constituido por todos los seres materiales de acuerdo con la realidad que en sí poseen previa a los efectos de cualquier técnica humana.

No cabe duda, el hombre es parte de la naturaleza, pues en ella se asentó después de una lenta y prolija evolución de sus ancestros prehomínidos. Tampoco cabe duda, la amó y odió a lo largo de los tiempos, por los beneficios que permanentemente reportaba (cobijo, alimento) y por los perjuicios que a veces ocasionaba (terremotos, inundaciones). Pero casi siempre le guardó respeto y dentro de sus posibilidades la cuidó y mimó, aunque desgraciadamente en la actualidad al parecer las tornas se han invertido, más bien la maltrata y golpea, a lo que ella responde de forma airada y terrible.

El hombre intentó desde los tiempos remotos entenderla, profundizando, sobre todo, en el análisis de los seres que la poblaban, plantas y animales, que representaban su sustento vital. No le fue fácil, tardó bastante tiempo en comprenderlos, en conocer sus costumbres, biología, debilidades, fortalezas. Y desde la más tierna edad tuvo la obligación de examinarlos para ir rellenando lo que le enseñaron sus predecesores y dejar constancia de lo que aprendió en persona sobre ellos a sus descendientes.

Un legado impresionante

Y así sucedió: conforme los siglos transcurrían muchos misterios de la naturaleza fueron desentrañados y archivados en forma de memoria o de escritura.

El legado es impresionante. Hoy en día miles, millones de páginas están a disposición de aquel que desee conocer superficial o profundamente cualquier asunto relacionado con los seres vivientes que conviven con él en este planeta; aunque la simple lectura no lo sea todo, se trata únicamente de una ayuda que complementa el trabajo de observación y análisis.

Asimismo, este legado permite que desde su más tierna juventud el hombre inicie su andadura en el mundo complejo que comparte con esos seres vivientes. Sus preceptores son los encargados de esta misión, cometido no trivial al tener que elegir la interpretación más correcta sobre el tema a explicar. En este sentido, si la interpretación está sesgada, es decir, no coincide con la auténtica realidad, los jóvenes a los que va destinada probablemente la archiven en su cerebro con el marchamo de verdad indiscutible que a posteriori defenderán a capa y espada, sin, desgraciadamente, haberla comprobado por sí mismos en la propia naturaleza. Tenemos cuantiosos ejemplos, como los animales que figuran en las películas de dibujos, en los que predomina su bondad en contraposición con la malignidad humana.

Es imprescindible, pues, que los docentes transmitan a la juventud los conocimientos teóricos y prácticos de la naturaleza tales como son por muy desagradables que estos fueren a los ojos del humano. Es verdad que la comprobación de la teoría valiéndose de la práctica no es fácil realizarla, ya que por lo general la encorsetada programación diaria y los propios presupuestos lo impiden. Tendríamos que acudir al tiempo de descanso, en su totalidad o en parte, del fin de semana o de los días festivos para cumplir con éxito el objetivo. Pero sabemos que esto chocaría con dificultades extremas, ya que hoy en día los jóvenes que habitan las grandes ciudades disponen de variados entretenimientos, muchos de ellos relacionados con el deporte, léase fútbol, tenis, natación, balonmano, baloncesto, ciclismo, etcétera.

Aunque, por otra parte, algunos siguen la estela de los padres, hermanos o amigos que dedican ese tiempo de ocio a practicar la caza, pesca, montañismo o senderismo, ideal para «pasar los apuntes a limpio» de lo aprendido en las aulas y para asimilar in situ los por lo general extensos y contrastados conocimientos de las personas a las que acompaña. De una forma u otra es un hecho clarísimo asegurar para la juventud una perspectiva de la naturaleza lo más real posible alejada de eufemismos y cercana a la pura y a veces cruda realidad.

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