Crónica desde la marisma

A pesar de las abundantes lluvias de primavera, la temporada de reproducción para las aves no ha sido buena en el extenso humedal de la desembocadura del Guadalquivir

Una hembra de porrón común europeo, en el agua con su pollada Fotos: Antonio Notario

Javier Hidalgo

Los ciclos buenos para la marisma son los que comienzan con abundantes lluvias otoñales que permiten la emergencia de la hierba desde noviembre y que empapan el terreno para que las precipitaciones de invierno inunden la llanura, de forma que en enero esta presente la apariencia de un somero lago sin límites.

La presente temporada comenzó bien pero tuvimos un largo período de sequía , desde Navidades hasta final de marzo, que agostó la incipiente otoñada y evaporó la poca agua acumulada en los bajos. Los patos nativos, como reales, frisos y porrones , se enfrentaron a un período reproductivo sin futuro a partir de febrero y lo mismo ocurrió para la mayoría de las especies de aves acuáticas. Es cierto que, al haber sido un invierno seco, se han cazado muchos ánsares en los cotos de la parte norte, pero no ha ocurrido así con los patos, que necesitan más el agua.

La cigüeñuela, nidificante habitual de la marisma, empolla su puesta

Las lluvias sobrevenidas de manera inusual a partir de final de marzo , que no han dejado de caer hasta la segunda mitad de mayo, han salvado la hierba para beneficio de yeguas y vacas, las cornilargas herederas de los toros de Gerión, que dieron origen al Longhorn americano y herederas también de la vacada de Fernando Villalón, quien quería que tuvieran los ojos verdes. Ahora lucen un pelo corto y brillante, cuando las espigas del trigo morisco y del candilejo les suben hasta media caña. Pero no hay esperanza para nuevas camadas de gallaretas (fochas), patos, garzas y aves limícolas , porque la somera agua acumulada en algunos puntos no permanecerá ni hasta mediado junio.

No quiere esto decir que la próxima temporada cinegética vaya a ser mala, pues la caza de patos, gansos, becacinas, etc. depende mayormente de las especies invernantes, como silbones, cercetas, rabudos, picolaos (cucharas) y gansos grises, que vienen de latitudes nórdicas y que afortunadamente, hoy en día, gozan de poblaciones saludables.

Cambio de comportamiento

A estas alturas de finales de mayo, tan solo algunos fondos de lucios y caños de la mitad norte de la marisma conservan lo que se conoce como un chapalateo, una incipiente inundación de no más de diez centímetros que se evaporará muy pronto. Es cierto que la desembocadura del arroyo de La Rocina , lo que se conoce como las playas de El Rocío , tiene agua abundante de la aportada por el cauce, pero esta agua en el cauce de La Madre no llega más allá de las alturas de El Burro. Aquí, en El Rocío, se ha formado la habitual pajarera de garcillas, garcetas, martinetes y moritos. Pero nada tienen las pajareras de La Vera ni de Juncabalejo, apenas unas colleras de garzas y espátulas en la alameda junto al palacio de Doñana.

Una focha, especie habitual en la marisma, es seguida por su prole

Los ánsares , que en la segunda mitad del siglo pasado acudían en la práctica totalidad de lo que se conoce como población eurooccidental a invernar en la marisma, han cambiado considerablemente su comportamiento migratorio y ahora se reparten para pasar el invierno por toda la costa atlántica europea, desde Suecia hasta los campos de la desaparecida laguna gaditana de La Janda . Aun así, a la marisma del Betis todavía llegan unos 50.000 que, dependiendo de la pluviometría, se alimentan de los rizomas de la castañuela dentro del parque nacional o acuden a los arrozales del norte si, como en el caso de la temporada pasada, la carencia de lluvias no les da acceso a esta reserva de carbohidratos. Por ello, durante todo este último período hábil de caza, los cotos de la linde septentrional han disfrutado de buenos resultados en las cacerías.

Otro aspecto del comportamiento del ánsar gris que ha cambiado viene marcado por el hecho de que, desde hace unos años, se queda a criar en la zona un cierto número de individuos. Nunca hasta entonces se había registrado la reproducción del ánsar en la península ibérica. Hasta una docena de parejas con crías se han podido observar en este mes de mayo en las mencionadas playas de El Rocío . Parece ser que un restaurante local liberó algunos ejemplares domésticos con los que han venido a mezclarse aves salvajes nórdicas, que terminan establecidas en estos lares decididamente más cálidos que sus tierras de origen. Otra especie cuyo reclamo hemos podido identificar sonando en lo hondo de la marisma esta primavera es la grulla , el ave que según Bent Berg tiene un grito que expresa mejor que cualquier vocablo humano el sentido de la libertad y el anhelo .

Las grullas , que hoy vienen a invernar a España en número superior a las 250.000, dejaron de criar en la marisma y en la citada laguna de La Janda, en los años cincuenta del siglo XX. Estas que ahora se dejan oír en la marisma de Hinojos son aves rehabilitadas en un centro de Puebla del Río y devueltas a la libertad. Algún año han conseguido sacar adelante algún pollo, pero una vez tras otra los jabalíes se encargan de arruinar sus intentos de cría. En esta primavera en que todo está tan seco, los jabatos se han establecido en el humedal de tal forma que en un paseo de dos horas a caballo se han podido contabilizar 240. Resulta urgente controlar su población y los cazadores tendrían mucho que decir y hacer en este enojoso asunto.

Cerceta pardilla

La escasísima cerceta pardilla , que tiene en la margen izquierda del río grande uno de sus últimos bastiones de cría, apenas se ha podido contar en más de una veintena de individuos. De poco han servido los esfuerzos hechos por los gestores de la Cañada de los Pájaros , que cada año liberan centenares de ejemplares criados en cautividad. Es esta una especie que, afectada por la pérdida de hábitats y las alteraciones del régimen hídrico, tanto aquí como en otras regiones de su área de distribución, se encuentra en un estado de supervivencia realmente complicado, después de haber sido uno de los patos más abundantes de entre los nativos de la marisma. Su precaria situación está pidiendo a gritos un esfuerzo internacional para gestionar su recuperación.

La marisma que yo he conocido y vivido ha experimentado siempre esta alternancia de vacas flacas y vacas gordas. Hemos vivido años en que la sequía acumulaba osamentas de potros y becerros al pie de los últimos puntos de agua, como si fueran cementerios de elefantes, y hemos disfrutado años en que las lluvias abundantes y oportunas incitaban a criar a los patos y las fochas tan temprano como en febrero, de forma que en junio decenas de miles de aves jóvenes iniciaban una migración radial en busca de otros humedales.

La marisma se presenta húmeda y ubérrima en unas temporadas y dolentrosa y letal en otras. Siempre en dependencia de las precipitaciones y ahora además de los desequilibrios producidos por las injerencias humanas.

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