Martí Riera, durante las diez horas que nadó desde Menorca hasta Mallorca
Martí Riera, durante las diez horas que nadó desde Menorca hasta Mallorca - ABC

NataciónLa natación como libertad

Martí Riera es la primera persona parapléjica en cruzar el Canal de Menorca, de unos 37 kilómetros de distancia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Con la sonrisa siempre presente. «Sueño que camino, por supuesto. Pero que camino con algo, que me arrastra un peso, que no puedo subir hacia donde quiero». Martí Riera, menorquín de nacimiento, hace diez años vio cómo su vida daba un giro de 360 grados. Caer a un foso de 10 metros le afectó a la médula. Una paraplejia que provocó un largo ingreso hospitalario. Una vida que cambiaba para dar paso a una diferente, no mejor ni peor, sino distinta a los 28 años anteriores.

Afirma, sin reparos, que esos sueños comentados al principio es lo que le queda de su vida anterior. Eso sí, solo mientras duerme, porque este nadador ha intentado seguir haciendo lo mismo que hacía antes, aunque con limitaciones.

«Sigo montando a caballo o paseando a mi perro, saliendo con mis amigos... Aunque está claro que si de diez restaurantes, solo puedo entrar en cinco por la silla, solo iré a esos sitios», continúa Riera.

Siempre le apasionó el mar, pero nunca sintió interés por la natación. Ahora, diez años después, se ha convertido en la primera persona parapléjica del mundo en cruzar a nado el Canal de Menorca. Fue el decimotercer deportista en completar dicha travesía, el primero en hacerlo con discapacidad. Además, obtuvo el segundo mejor tiempo, consiguiendo la gesta en 10 horas y 13 minutos.

«Comencé a practicar natación por recomendación médica. Ahora para mí significa libertad», asegura Riera. Una libertad que significa dejar la silla aparcada y tener la sensación de que ese fatal accidente nunca ocurrió. «Cuando decides embarcarte en una aventura así, el equipo que te acompaña es fundamental».

Con la ayuda de nadadores de apoyo, de la Fundación Grupo SIFU y de toda su familia, Riera lo tuvo más fácil. No se podía permitir venirse abajo en ningún momento. Solo pensamientos positivos, se decía. «Somos capaces», como lema. Y un nuevo reto en mente, que alcanzará próximamente: ser padre de dos niñas. «Aunque aún no han nacido, eran mi motor para no venirme abajo. Ellas y mis padres, que ya no están. Aunque la confianza tienes que hacértela tú mismo», confiesa el menorquín.

Pensar siempre que se puede. Así consiguió este nadador completar la gesta. De Menorca a Mallorca, mucho antes de lo previsto. Con una rapidez admirada por su entrenador y por la que él considera su ejemplo a seguir, la también nadadora, Tita Llorens. «Es la que de verdad me ha enseñado, la que me da la motivación. Todo, gracias a ella, parece más fácil».

Imagen de la travesia hacia Mallorca
Imagen de la travesia hacia Mallorca - ABC

La gran travesía

Sin tener tiempo para pensarlo, le informaron que el reto se haría la madrugada del 3 al 4 de julio. Aunque ya llevaba ocho meses entrenándose para ello, habiendo nadado 1.300 kilómetros. Sería de noche, con un gran oleaje y muchas medusas que tampoco querían perderse aquella gesta. A las 05.30 horas, Riera tocó la costa menorquina, dando inicio a la travesía. Este recorrido, de larga distancia (37 kilómetros), se realiza en aguas abiertas, con corrientes marinas que aumentan más el grado de dificultad.

«El momento más duro fue al principio, por los nervios, pero también fue bonito. Si no fuera difícil, no tendría gracia», asegura el nadador. Además confiesa que no veía nada hasta que amaneció, lo que le benefició para ir esquivando las medusas y para ver el final, aunque pareciese que nunca iba a llegar.

En retos así no se permiten trajes de neopreno. «Tuvimos que hacer sesiones nocturnas para que me acostumbrase al frío». Los últimos días doblaba y triplicaba los entrenamientos para sentirse cada vez más confiado. «Se tiene que sufrir en la preparación para disfrutar la travesía».

Los nadadores de apoyo no tienen opción de acompañar más de una hora seguida, no pudiéndose usar ni la primera ni la última del recorrido. No debe haber ningún contacto con cualquier persona u objeto. Riera, como planeó con su equipo, descansaba cada media hora y comía, «no mucho, pero sí algo» y también bebía agua.

«Cuando llegué a Mallorca, justo después de tocar la costa, la besé», relata Riera. Siempre confió en que iba a llegar y se siente satisfecho por ello.

El menorquín posa tras lograr la gesta de cruzar el Canal
El menorquín posa tras lograr la gesta de cruzar el Canal - ABC

Cuando comenzó todo

El accidente llegó como un jarro de agua fría en su vida. Tras una larga y lenta recuperación, Riera necesitaba una motivación. «Una excusa para salir del foso. Me dije “me quedo aquí abajo o salgo” y aquí estoy», confiesa este nadador menorquín, que reconoce que no es un héroe para nadie, ni muchísimo menos.

Comenzó con competiciones de 800 metros, pero pronto se motivaría para participar en travesías estándar, alejándose de las pruebas específicas para personas con discapacidad. «Prefiero competir con gente que no tiene ningún tipo de problema como yo, es lo que realmente me motiva. Más que como un competidor, ya me ven como Martí», asegura.

Por delante ahora tiene dos motivaciones más: la de ser tan buen padre como nadador y la de sensibilizar a la sociedad. «Quiero intentar que la gente vea que cuando vas a algún sitio, hay un escalón. Que no se trata de poner un baño, se trata de poder entrar. Que una playa es muy bonita pero con una pasarela se podría llegar al mar. Es poder quitar limitaciones, poder ser autónomo», concluye Riera.

Ver los comentarios