Los participantes en Chapultepec están sometidos a una gran exigencia física
Los participantes en Chapultepec están sometidos a una gran exigencia física - AFP
GOLF - MUNDIAL DE MÉXICO

La aventura de jugar a 2.500 metros de altitud

Los jugadores y los «caddies» se adaptan a unas condiciones desconocidas para ellos

Ciudad de México Actualizado: Guardar
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Un Campeonato del Mundo de golf tiene mucho interés en sí mismo, ya que es una de las cuatro ocasiones en la que se reúnen los mejores jugadores en un plantel cerrado al cabo del año. Sin embargo, después de 18 temporadas de existencia, en los que se ha viajado por Estados Unidos, España, Portugal, China, Inglaterra, Irlanda, Argentina, Japón, Australia o México, ésta es la primera ocasión en la que los protagonistas se enfrentan a un nuevo reto: la altitud extrema.

El golf es un deporte tan técnico que cualquier modificación de las condiciones provoca consecuencias en el resultado. Por eso los jugadores están acostumbrados a desenvolverse con sol, lluvia, viento, frío, calor o humedad. Sin embargo, hay un factor que no se suele controlar tan bien porque no es usual que existan cambios drásticos de una semana a otra: la altitud.

Es habitual que de jugar a nivel del mar o en una zona mesetaria haya diferencias de hasta mil metros, lo que se soluciona pegando un palo de más para compensar el menor vuelo de la bola por la presión. Esto es algo que cualquier amateur español sufre cuando pasa de jugar en la costa a hacerlo en el centro peninsular.

Sin embargo, lo que están viviendo los profesionales esta semana en Chapultepec es totalmente nuevo para ellos. Pasar del nivel del mar de Florida de la semana pasada a los 2.500 metros del Distrito Federal les está dando bastantes quebraderos de cabeza. Literalmente. «Termino con dolor de cabeza porque no estoy acostumbrado a esta presión -comenta Sergio García- y me fatigo más de lo habitual. Hay que tomarse las cosas con calma aquí». Tanto es así que Jon Rahm opta por limitar sus comentarios en el campo al máximo. «Cuando voy cuesta abajo trato de soltar los músculos y cuando es cuesta arriba no hablo con mi "caddy" para no fatigarme en exceso».

Un problema añadido que se plantea en Chapultepec es la complicada orografía de su vetusto diseño. «No es que haya grandes desniveles, pero estás constantemente subiendo y bajando y lo que te fatigas mucho» señala Raúl Quirós, el escudero de Pablo Larrazábal, que carga con una bolsa de 20 kilos durante cinco horas por vuelta. La labor de los asistentes es especialmente importante en este torneo, ya que deben calcular perfectamente las distancias «con un 14'5 % de variación -puntualiza Rahm-. Yo tengo la suerte de contar con un "caddy" muy experimentado que lo hace de maravilla, o sea que solo tengo que confiar en él y pegar ciegamente el palo que me da, aunque me suene raro».

La adaptación a la elevación mexicana se ha cobrado ya dos víctimas. Henrik Stenson se tuvo que retirar por problemas físicos y Rory McIlroy sufrió dolencias estomacales. De todas formas, siempre hay excepciones. Rafa Cabrera, uno de los golfistas mejor preparados del Tour, vivió la situación con cierta sorna. «¿Fatigado?, en absoluto -bromeó al terminar la primera vuelta-. Voy a dar unas cuentas bolas más en la cancha de prácticas y luego, al gimnasio».

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