Palomo Linares, de maletilla a figura de máxima popularidad

Este viernes se cumplen tres años de la muerte del útimo matador que cortó un rabo en Madrid

Sebastián Palomo Linares, junto al cartel de La Oportunidad

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Se cumplen este jueves tres años de la muerte de Sebastián Palomo Linares , un gran torero y una figura muy popular. La campaña de «Los Guerrilleros» , que compartió en 1969 con El Cordobés, y el rabo que cortó en Las Ventas, en 1972, son dos sucesos que levantaron grandes polémicas pero no deben oscurecer la importancia de su trayectoria taurina.

Tomó el apodo taurino de su pueblo, Linares, donde nació el 27 de abril de 1947. De origen humilde, hijo de un minero, Sebastián trabajó de aprendiz de zapatero y muy pronto intentó la carrera taurina. Por su viveza, cuando era maletilla , le apodaron «El Rata». Se dio a conocer el 20 de julio de 1964, en Vista Alegre, en una de las novilladas de la Oportunidad que organizaban los Lozano, los sábados por la noche, y que veía toda España, en la pequeña pantalla. Debutó con picadores el 3 de enero de 1965, en Ondara (Alicante). Tomó la alternativa en Valladolid, el 19 de mayo de 1966, de manos de Jaime Ostos, con Mondeño como testigo, y cortó cuatro orejas a los toros de Galache.

Toda su carrera (como torero y, luego, como ganadero) estuvo unida a los hermanos Lozano . En 1969, estos avispados apoderados idearon la campaña de «Los Guerrilleros», en la que alternaron Palomo y Manuel Benítez «El Cordobés» en plazas de escasa categoría o portátiles. Se presentó esto como una rebelión contra los grandes empresarios y lo apoyó el polémico periodista Emilio Romero, director de «Pueblo». El éxito popular fue notable pero también suscitó recelos, en los aficionados exigentes.

«Las rosquillas del Santo»

Tardó cuatro años en confirmar su alternativa en La Ventas , el 19 de mayo de 1970, de manos de Curro Romero, con Juan José como testigo. El sector más intransigente de la plaza llevó mal esta tardanza. Otro hito de su carrera sucedió el 22 de mayo de 1972. En plena Feria de San Isidro, alternando con Andrés Vázquez y Curro Rivera, Palomo obtuvo un triunfo clamoroso: el presidente Pangua le concedió las dos orejas y el rabo del quinto toro, «Cigarrón», de Atanasio Férnandez, al que se le dio la vuelta al ruedo. (Curiosamente, Joselito el Gallo le había cortado también el rabo, en Madrid, a otro toro del mismo nombre, de la ganadería de Guadalest). La faena había sido vibrante y concluyó de modo espectacular, con una gran estocada, de la que salió entrampillado el diestro, a la vez que rodaba el toro. Buena parte del público pidió el rabo y el presidente lo concedió, para disgusto de los más severos.

En ABC, Antonio Díaz-Cañabate tituló su crónica «Las orejas y las rosquillas del Santo ». Imaginaba a dos aficionados castizos, el señor Benito y el señor Anselmo, que «salían cabizbajos» de la Plaza. Para Cañabate, la faena de Palomo fue «la más libre de sus habituales defectos» pero opinaba que, al llegar el sexto toro, «la gente ya estaba desbordada». Proponía crear un puesto callejero para vender «las orejas del Santo y el rabo estofado». Comentaba, con ironía: «El magnífico presidente, con su diligente pañuelo, ha dado un día de gloria a la fiesta. Un rabo en la plaza de Madrid . Me alegro en el alma. El descrédito de las orejas ya es patente». Y concluía: «Ya se ha roto el melón de los rabos. Dentro de poco, tendremos rabos a tutiplén, rabos hasta en la sopa, y qué rica es la sopa de rabo…» Este polémico rabo supuso, para Sebastián, una auténtica consagración pero también un «pecado» que algunos no perdonaron.

Se retiró de los ruedos en Bogotá, en 1982; volvió al año siguiente, en Lima; nueva retirada, en 1985; toreó de nuevo en 1993 y se retiró definitivamente en Benidorm, el 9 de agosto de 1995. Participó en dos películas: «Nuevo en esta plaza» y «Solos los dos» , con Marisol. Ya retirado, se dedicó a la pintura, su mayor afición, en un estilo expresionista abstracto, con grandes manchas de color.

Palomo fue uno de los mejores toreros que han aprendido el oficio con los Lozano: eso explica su estilo castellano, de torero «largo», poderoso, con gran técnica, valor y estoqueador muy seguro . Tenía, además, un temperamento luchador extraordinario, nunca se dejaba ganar la pelea: una casta torera que debe servir como modelo.

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