La hora del toreo: ¿para qué sirve el reloj en una plaza de toros?

Gregorio Corrochano lo explica en una crónica de abril de 1932 tras una magnífica faena de Domingo Ortega

El reloj de la Monumental de las Ventas Ignacio Gil

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¿Para qué sirve el reloj de una plaza de toros?, se preguntaba Gregorio Corrochano . «No sé a quién se le ocurrió. A alguno que no se fiaba del reloj del presidente. Pero yo prefería el supuesto error presidencial a esa exactitud con que se cuentan las horas monónotas », escribía el histórico crítico taurino de ABC en abril de 1932. La respuesta a aquella cuestión inicial la obtuvo el día 28 de una tarde abrileña después de una soberbia faena de Domingo Ortega a un toro castaño de Aleas, 'Tremendo' de nombre.

«¡Si no sale aquel castaño! -exclamaba-. Pero salió, y estaba Ortega de turno . Y ahora veo que el reloj sirve para algo más que para contar el tedio. Sirve también para medir lo que dura un pase natural , desde que se avanza la mano y se engancha el toro de la muleta, hasta que acaba de pasar».

Nacido el 25 de febrero de 1908 en Borox y convertido en matador de toros en 1931 en Barcelona , fue uno de los personajes más populares de la época. Tan grandes eran su vocación y su afición que olvidaba los riesgos de la tauromaquia. «Le oí afirmar varias veces que un verdadero torero no tenía miedo . Cuando lo aparentaba era desconocimiento del toro y de lo que había que hacer con él. Preocupación, sí. Todo buen torero siente la preocupación por cómo saldrán los toros y la posibilidad de lucimiento que pueda ofrecer. Domingo Ortega la manifestaba hablando de temas muy ajenos a lo taurino. Por ejemplo, le gustaba asegurar que la tierra no era redonda y mantenía tiesa su opinión durante todas las horas que duraba el viaje», dejó escrito Antonio Díaz-Cañabate .

Ortega tenía metido el toreo en la cabeza y en el corazón . A los cánones de parar, templar y mandar, añadió el de cargar la suerte y esa manera de andarle a los toros: «Sin cargar la suerte, el toro entra y sale por donde quiere; y no, ha de ser por donde quiera el torero», sentenció.

La hora de Belmonte

El sabio de Borox dio una lección de toreo aquella tarde frente a 'Tremendo' y deletreó los naturales , pases de «obligar al toro y traerlo toreado». Corrochano elogiaba los méritos de la faena y se recreaba en el personal sello de Ortega, curtido en los campos y las capeas de Castilla. «Delante del toro castaño, no era Ortega, no era solamente un torero; era Castilla puesta en pie. Yo veía Esquivias, con su tradición cervantina; y Borox parado, de color de barbecho, oculto en una hondonada, como metido en un enorme surco. Llanuras sin fin. Caminos sin curvas. En Castilla no hay curvas, señor -dijo el poeta de la filosofía-. Serenidad. No es bonito, pero es majestuoso y evocador. El toreo de Ortega tiene hombría castellana».

La corrida se precipitaría luego por la senda del aburrimiento... «Y cuando salió Ortega en el último, con viento y casi de noche, Castilla ya se había acostado. Ya se sabe que en Castilla la gente se acuesta temprano. Ortega, por un imperativo del deber, aún estaba allí, pero con ganas de acostase ». Y subraya el crítico que le hizo una faena de «anochecido». «Toreó sin plan, sin seguridad y sin confianza. Como si no quisiera torear. Como si no fuera ya su hora. Eso de la hora es muy importante». Y recordaba la hora de Belmonte. Como ahora recordamos el lema 'Es la hora del toreo' de cara a la Feria de Abril de Sevilla , que con las restricciones del aforo se ha puesto cruz.

Ahora se espera el milagro de otro castaño sin restricciones del metro y medio, y donde la distancia solo sea esa de César Rincón. «Si en ese toro, yo hubiera soñado esta noche con el reloj de la plaza, lo que hubiera aumentado el horror que tengo a los relojes porque me cuentan la vida, y parece que aceleran los ratos que tengo de felicidad» (Corrochano dixit).

¿En qué momento las manecillas del reloj de este abril marcarán la hora del toreo? ¿Nos vemos en Sevilla?

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