Madrid regala una oreja de pueblo a Antonio Linares

El mundo al revés: con cuarto y mitad de la novillada lidiada en Las Ventas se hubiese hecho la corridita de Brihuega

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Con cuarto y mitad de la novillada lidiada ayer en Las Ventas se hubiese hecho la corridita de Brihuega. El mundo al revés: los debutantes enfrentándose a pavos y las figuras a pollitos. En la cosa de los trofeos sí fueron primas hermanas, pues Madrid, con más de cinco mil personas en los tendidos, regaló una oreja de pueblo a Antonio Linares. Más que Madrid, fue un obsequio de sus paisanos, que llenaron varios autobuses y lo vitorearon de tal modo que desde fuera pensarían si Manolete habría resucitado, con esos gritos de «¡torero, torero!»

La petición fue mayoritaria, y el reglamento es el reglamento, pero el novillero cortó un trofeo sin apenas dar un pase con el hondo tercero, de 532 kilos entre pecho y lomo.

Se movía con opciones dentro de sus irregularidades, pero a Linares le faltó tacto, aunque nadie le quitará el mérito de debutar con ese tío. El estoconazo fue fulminante y asomaron los moqueros. Algunos toreros presentes en las gradas se miraban entre sí diciendo: «Con lo difícil que es cortar una oreja en Madrid...»

La Puerta Grande

El presidente Justo Polo no se hizo de rogar y sacó pronto el pañuelo blanco, quizá tocado por esa sensibilidad de ser padre de un próximo confirmante. El desatinado puntillero salvó a Las Ventas de una Puerta Grande irrisoria, pues Antonio Linares, con un toreo nada estiloso, volvió a pasaportar con habilidad (esta vez algo caído) al notable sexto de Sánchez Herrero, que lidió un serio conjunto dentro de su desigualdad, algunos bastos y feotes, de justa casta pero sin malas intenciones en general.

El otro debutante, Daniel Rueda, mostró una actitud valerosa y encomiable frente a dos toretes infumables. Jorge Escudero, con un lote potable, pasó las de Caín con el descabello y a punto estuvo de oír los tres avisos tras dejar muletazos sueltos de buen corte al segundo. Silencio en filas para ambos.

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