Teatro Central

'La melancolía del turista': Resistencia de la miniatura

Del efecto de espigar y coleccionar lo que sobra nace su 'benjaminiano' deseo de reanimar lo olvidado, lo echado al margen por el atropello de lo nuevo

Detalle de la obra de Shaday Larios y Jomi Oligor ABC

Alfonso Crespo

El dúo que forman Shaday Larios y Jomi Oligor construye desde lo pequeño: materiales frágiles, restos, trazos, también derrumbes: una artesanía donde la marquetería concienzuda dejó hace tiempo hueco al viejo arte de las luces y las sombras (magia de la cámara oscura y la sobreimpresión, cuyos secretos se dan a espiar a sabiendas de que nunca se agotará ese misterio), con el cine analógico como último inquilino.

Del efecto de espigar y coleccionar lo que sobra nace su 'benjaminiano' deseo de reanimar lo olvidado, lo echado al margen por el atropello de lo nuevo. Oficio éste de trapero, que, confiado en que nunca nada pasa del todo, busca en la supervivencia de lo perimido una posibilidad pasada por alto, como quien atesora la pieza que todos hubieran descuidado y que completa el puzle.

En este teatrillo, que es un vagón de cola, 'La melancolía del turista' viene a acrecentar estos postulados de base. Así, La Habana o Acapulco asumen su condición de 'travelogues' de postrimerías, un fin de viaje del que se regresa con las manos llenas de cenizas.

La Cuba de la que todos quieren salir y el México al que nadie quiere ir quedan de esta forma hermanados para estos viajeros recolectores que aprovechan la oportunidad, a sabiendas de que en el fin de fiesta la Historia con mayúsculas pasa por alto esas insignificancias (fotos, postales, recuerdos, quincalla para el discurso oficial) donde yace tanta vida invertida, sea la de una vendedora de habanos o la de un clavadista con el corazón en un puño en cada salto mortal.

Lo verdaderamente emocionante del asunto, del relato de las peripecias coreografiadas en estos lugares de destino y del indiscutible magisterio escénico del dúo, viene de la creencia en esta resistencia de los despojos . Y es que, en la manera de reconstruir, de reelaborar y reactivar en miniatura este conjunto de vivencias, se transmite, aún, la desgarradora utopía que mantiene la llama viva, la creencia de que todo podría mejorar, que es aún posible doblar el brazo del impío destino; que, desde este delicado montaje, desde estas tablas, cables y resortes, algo podría empezar.

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