Crítica de Danza

Tres generaciones y un coreógrafo

El cordobés Antonio Ruz estrena en el Teatro Central «Presente», su última producción

Miguel Ballabriga

Marta Carrasco

El bailarín y coreógrafo cordobés Antonio Ruz recibió en 2018 el Premio Nacional de Danza en la modalidad de Creación. Ruz, que estudió y bailó en el Ballet de Víctor Ullate, en la Ópera de Ginebra y Lyon y finalmente en la Compañía Nacional de Danza que entonces dirigía Nacho Duato, es una de las firmes realidades de la creación dancística española.

Si hace unos meses estrenó con el Ballet Nacional de España «Electra» cuya dramaturgia estaba ya más que predefinida, en este caso «Presente» parte sin guión alguno, surgiendo la puesta en escena directamente de los sentimientos, de las «tripas», por así decirlo, en un deseo del coreógrafo de explorar el cuerpo y sus posibilidades. Por eso ha querido contar con bailarines de tres generaciones, aunque debo decir, que si quería determinar alguna diferencia, sobre todo física, en la obra no se aprecia, tal es la calidad de los intérpretes.

Sobre el escenario comienzan a surgir diferentes imágenes de cinco cuerpos que aparecen casi desnudos, y que van ataviándose poco a poco de un sugerente vestuario , primero en tonos grises, negros y blancos, para pasar finalmente al color, sobre todo el azul. Muy singular el cambio de color a base de tocar la prenda, de una chaqueta de lentejuelas que se convierte de negra en azul.

Victoria Pérez Miranda, Melania Olcina, Maureen López, Indalecio Seura y Alejandro Moya son los intépretes de esta obra que también, según Ruz, han intervenido en la creación.

Dice el coreógrafo que para crear «Presente» ha investigado el trabajo del artista Moholy-Nagy de la mítica Bauhaus y su pintura metafísica. Pero quizás la clave de estes espectáculo se encuentre en el afamado libro de Paul Valery «Filosofía de la Danza» en la que dice que la danza es conectarse física y espiritualmente con el presente, de ahí incluso el título de la obra.

En escena van situándose una serie de elementos muy simples que poco a poco componen un discurso limpio y meticuloso. En una esquina del escenario el propio Ruz se ocupa de la magnífica música que ha compuesto Dozza. El suelo negro se vuelve blanco por los propios bailarines que sitúan un tapiz de este color; una cuerda roja, ochenta barras de aluminio que al final hacen un nido para uno de los bailarines o un dibujo «mondriánico» sobre el suelo.

Son los cuerpos los que bailan, se expresan, al principio sin ningún elemento, luego la cuerda roja, único color del momento, parte el escenario, envuelve a una bailarina y con los listones de aluminio se fabrican un curioso nido. La danza es milimétrica, con un espectacular trabajo de suel o y portés a ras que todos ejecutan a la perfección, en un lenguaje, que aunque contemporáneo, tiene un enorme barroquismo en pasos y gestos. A destacar el paso a dos de Melania Olcina y Alejandro Moya. El conjunto de los cinco bailarines que ocupan todo el escenario, conforman una extraordinaria visión de la mano de Ruz.

La luz, la música, el vestuario, la escenografía y la danza todo está en armonía en este «Presente» de Antonio Ruz, una obra de enorme madurez creativa que nos desvela un futuro más que prometedor.

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