Crítica de danza

Veranos de la Villa: emoción y pulcritud

Esa emoción que se respiraba en un atípico patio de butacas se contagia al escenario; en realidad es un viaje de ida y vuelta, un círculo cerrado

Joaquín de Luz, en «A suite of dances» Alba Muriel
Julio Bravo

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Hacía mucho tiempo que la danza no ocupaba el Patio del Conde Duque , un espacio que durante años fue uno de los pulmones del verano cultural madrileño; por el antiguo cuartel han desfilado grandísimas figuras de la música y la danza internacional. La reapertura en él de los Veranos de la Villa –un festival que los anteriores responsables municipales diluyeron– tiene por tanto sabor a reencuentro, especialmente con las circunstancias actuales. Ha abierto el telón la Compañía Nacional de Danza , que dirige Joaquín de Luz, que estará hasta el domingo, con todas las entradas ya vendidas; los madrileños, como todos los españoles, tienen muchas ganas de volver a los teatros.

Esa emoción que se respiraba en un atípico patio de butacas se contagia al escenario; en realidad es un viaje de ida y vuelta, un círculo cerrado. Aunque es una emoción contenida; la prudencia y el miedo a la pandemia llevan a extremos como que a dos espectadores que al final del espectáculo se levantaron para aplaudir a los artistas les pidieran los acomodadores que volvieran a sentarse. Esperemos que poco a poco la espontaneidad pueda regresar a los teatros.

En el escenario sí se vive ya la normalidad plena. Y la de la Compañía Nacional de Danza la marca Joaquín de Luz, un artista nacido en las filas del Ballet de Víctor Ullate y que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Estados Unidos; concretamente en sus dos principales compañías: el American Ballet Theatre y en el New York City Ballet.

Precisamente en el seno de este conjunto nació «A Suite of Dances», la pieza que ha supuesto la vuelta a los escenarios del propio Joaquín de Luz, retirado desde hace casi dos años. Es un solo sobre varios movimientos de las Suites para violonchelo de Bach que Jerome Robbins creó para Mikhail Baryshnikov. De Luz es un bailarín radiante, de baile contagioso, y en este momento de su vida rezuma madurez. Se vio en este hermoso diálogo con el violonchelo y se ve también en la confección del programa, compuesto –salvo el paso a dos inicial de Bournonville, un coreógrafo injustamente poco transitado por la CND– por piezas neoclásicas que huyen de la complacencia y buscan por encima de todo la armonía y la belleza del movimiento, y que los bailarines del conjunto supieron expresar con pulcritud y emoción.

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