Seriamente juguetones

El elenco de «La señora y la criada» Sergio Parra
Julio Bravo

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No es la comedia el género con el que más se identifica a Pedro Calderón de la Barca, aunque en su catálogo figuren títulos como «La dama duende» o «El galán fantasma». Dentro de este catálogo, concretamente de las «comedias palatinos», se enmarca también «La señora y la criada», el nuevo título que ha puesto en pie la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, bajo la dirección de uno de los dramaturgos punteros de nuestros días, Miguel del Arco.

«Pongámonos serios, que vamos a hacer comedia». Éste fue el lema que impuso el director a los actores el primer día de ensayos. Y con seriedad afronta el joven elenco una comedia entretenida, enredosa, divertida, con personajes grandilocuentes, grotescos o irritantemente candorosos, aunque ninguno bobo -pero todos ellos arquetípicos y perfectamente reconocibles-. La trama, que Calderón situó en Italia -«para que hubiera cierto distanciamiento, para rebajar el encorsetamiento de las normas sociales y sortear la censura», sospecha Del Arco- presenta a una pareja de enamorados pertenecientes a dos familias enfrentadas políticamente -los duques de Mantua y Parma respectivamente-, y comprometidos ya con terceras personas por sus padres. Equívocos, celos, encierros, intercambios, circunstancias comprometidas, desavenencias, amores imposibles... La obra recoge un largo catálogo de situaciones habituales en el teatro de nuestro Siglo de Oro, pero todas pasadas por la mano maestra de Calderón de la Barca.

Miguel del Arco ha contado con la versión -espléndida, por claridad y sencillez-de Julio Escalada; juntos han trasladado la acción a la Italia de los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, lo que ha permitido al director darle al espectáculo una temperatura y una calidez acordes con la juventud del elenco. Es «La señora y la criada» un espectáculo gamberro, desenfadado, luminoso, desenvuelto y tremendamente dinámico... A ello contribuye la música -mambo italiano incluido-, un elemento fundamental tanto en los montajes de Del Arco como en los de la compañía (no hay que olvidar que cumple la doble misión de ser escuela y compañía al mismo tiempo) y, sobre todo, la excelente labor de los jóvenes intérpretes, absolutamente contagiados por el espíritu tan seriamente juguetón que les propone el director.

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