Renace el famoso Teatro Marítimo de Villa Adriana

Resplandece la alcoba secreta del emperador Adriano, en el 1900º aniversario de su acceso al poder

El Teatro Marino en la Villa Adriana ABC

Ángel Gómez

Era uno de los lugares predilectos del emperador Adriano (Itálica, 76 – Bayas, 138 d.C. ) en su fabulosa Villa Adriana, que ocupaba 120 hectáreas, a las afueras de Tívoli, a unos 30 kilómetros de Roma. Ahora, cuando se cumple el 1900º aniversario de su acceso al poder, en el 117 d.C., sucediendo a su tío Trajano, renace la alcoba secreta del emperador Adriano: Se reabre el famoso Teatro Marítimo y la Sala de los filósofos, después de tres años de restauración. Son dos edificios contiguos: El primero dedicado al retiro del emperador Adriano, lugar para cultivar el otium literario y filosófico, una isla, zona privada para aislarse con sus reflexiones y sus amores. El segundo es una amplia sala rectangular dedicada a la biblioteca de la villa. El Teatro Marítimo es el lugar más emblemático de Villa Adriana , declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. «Era un espacio dedicado al pensamiento, a la meditación, a la reflexión, un área fundamental del complejo residencial de Adriano», manifiesta el director de la Villa, Andrea Bruciati , quien añade con visible emoción: «El Teatro Marítimo es un lugar único, porque es íntimo, privado, que encierra toda la sensibilidad y la complejidad de quien estaba al centro del mundo».

Villa en la villa

Era una «villa en la Villa», según definición de los arqueólogos. Retiro íntimo del emperador para sus meditaciones, y quizás alcoba de amor con su Antinoo, bellísimo esclavo adolescente nacido en Bitinia (Asia Menor), durante cinco años favorito amante del emperador. Tras su trágica muerte, ahogado misteriosamente en las aguas del Nilo en el 130 d. C., a Antinoo se le rindió culto.

El público puede acceder hasta el peristilo, el recinto rodeado de columnas, y caminar a lo largo del anillo de agua, que era una auténtica piscina donde Adriano podía también bañarse. Y se puede observar la isla central, que en su tiempo estaba comunicada solo por dos puentes de madera que podían elevarse. En esa isla había una especie de apartamento completo: Contaba con atrio, triclinio, un estudio, dos habitaciones, baño termal y vestuario. En la interpretación más romántica, era también una alcoba de amor. Aquí, en estas salas el emperador filósofo habría comenzado, según crónicas y biografías, a escribir sus propias memorias. Es sugestivo imaginar a Adriano componer el famosísimo poema fúnebre, con estos versos existenciales: «Pequeña alma, blanda, errante/ Huésped y amiga del cuerpo» («Animula, vagula, blandula / Hosped comesque corporis»).

Cabe imaginar también la emoción que habría sentido la escritora Marguerite Yourcenar (Bélgica, 1903 – Estados Unidos, 1987) al ver renacer el Teatro Marítimo de esta legendaria Villa Adriana, en cuyo ambiente paseó y respiró para escribir las « Memorias de Adriano », su amado emperador que favoreció las artes, demostró humanidad teniendo consideración con los esclavos e hizo más grande la gloria de Roma al lograr durante su reinado que el imperio alcanzara la mayor extensión territorial de su historia.

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