CRÍTICA DE TEATRO

«Crimen & telón»: que no estaba muerto, que no

Ron Lalá presenta su nuevo espectáculo, un thriller de homenaje al teatro, en el Fernán Gómez

Una escena de «Crimen telón» David Ruiz

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

No estaba muerto, porque este difunto es un vivo. Que no estaba muerto, que no, que es todo puro teatro con la vitola juguetona y crítica de Ron Lalá . El último espectáculo del grupo es una indagación policíaca, un «thriller» que comienza con el cadáver del Teatro colgado de una soga cerca del hombro izquierdo de un polvoriento escenario vacío y que avanza deslizándose por la historia de este arte antiguo como el mundo. «» se llama esta aventura distópica que transcurre en 2037, años después de que, tras haber tomado los ordenadores el poder del planeta y convertirlo en algo llamado Ciudad Tierra, han sido abolidos «los restos anticuados e improductivos del gobierno humano: los países, las creencias y los ideales» y prohibido «la música, la literatura, la escultura, la pintura y el resto de las artes».

Una Agencia Anti Arte (AAA) se ocupa de perseguir y eliminar a quienes se obstinan en cultivar clandestinamente cualquier actividad vinculada a esos vestigios del talento humano. El detective Noir , un ex adicto a la poesía, se encarga de investigar la misteriosa desaparición del cadáver del Teatro; los espectadores figuran entre los sospechosos . Las pesquisas en pos del fiambre, en las que se ayuda de «flashbacks» iluminadores, lo llevan tras pistas cargadas de versos y referencias teatrales.

Una gozada que, como suelen hacer estos espadachines de la transversalidad (toma palabro) en todos sus trabajos, trenza lo culto y lo popular en un discurso divertidísimo , afilado de intención satírica y con un colofón de sombrerazo: los investigadores advierten que son personajes y todo lo que dicen está escrito en un libro que aparece por allí. Jocosa y supina metateatralidad , aliñada con una didáctica salsa de terminología escénica.

Hamlet y el espectro de su padre, Laurencia y lady Macbeth , Ulises y los técnicos de luces y sonido, la dama duende, el regidor y muchas otras criaturas teatrales se asoman por doquier sobre una ráfaga de versos que encabalgan voces de muy diferentes autores. Estupendos la escenografía, el vestuario y la iluminación, que a veces adquiere rango de protagonista y acotación por cortesía de Miguel Ángel Camacho . Y fabulosa la tropa ronlalalera en un espectáculo que me dio la impresión de que contiene menos números musicales que en anteriores ocasiones, pero tiene tanta o más contundencia cómica.

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