Beatriz Carvajal y Montse Plá, en una escena de la función
Beatriz Carvajal y Montse Plá, en una escena de la función - ABC
CRÍTICA DE TEATRO

Un caso clínico: «Los diablillos rojos», de Eduardo Galán y Arturo Roldán

Beatriz Carvajal protagoniza esta comedia, dirigida por Francisco Vidal en el teatro Amaya

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Un médico psiquiatra, Arturo Roldán, y un dramaturgo, Eduardo Galán, se han confabulado para llevar a escena una comedia que es todo un caso clínico –o mejor dos, pues resume aspectos de un par de expedientes reales– y diagnosticar que el amor es un potente remedio contra la soledad, una verdad comprobada que ellos desarrollan en un texto simpático, con momentos divertidos y sustentado en el carisma cómico de sus intérpretes. Lo protagoniza Toñi, una mujer más allá de la edad de la inocencia a la que de cuando en cuando visitan, o eso afirma ella, unos diablillos rojos que la someten a tocamientos lascivos y la llevan al paraíso del placer, algo agradable si no le sucede en público, como a veces acostumbran a hacer los traviesos íncubos.

«Los diablillos rojos» (**)
Autores: Eduardo Galán y Arturo Roldán. Dirección: Francisco Vidal. Espacio escénico y atrezzo: David de Loaysa. Iluminación: José Alberto Tarín. Vestuario: Mayka Chamorro. Intérpretes: Beatriz Carvajal , Juanjo Cucalón

La historia de su terapia y su particular relación con Andrés, uno de los pacientes de la clínica donde ingresa, centran el argumento de la pieza, en la que la pareja clandestina y complicada compuesta por una joven doctora y un doctor maduro y casado añade un contrapunto sentimental –y hasta médico, pues discuten si la mujer es una esquizofrénica o una histérica– al conflicto más humorístico de los primeros. Roldán, a cargo de los aspectos clínicos, y Galán, en los referentes a la escritura, han puesto en pie un curioso juguete que transita por los límites entre la normalidad y el trastorno mental provocado por la frustración cotidiana. Toñi, con varios traumas encima, goza con los demonios como nunca lo hizo en su vida y Andrés, profesor de literatura, vive aferrado a una máquina de escribir, dice, para no salir volando (al parecer, en jerga clínica, padece una variante del denominado síndrome de Cotard). Ella encontrará en él el amor real que la libere de las inoportunas visitas diablescas y él en ella, el ancla que lo sujete al mundo.

Francisco Vidal dirige con sencillez y eficacia esta agradable comedia en la que la austeridad y el equilibrio son las normas que rigen la puesta en escena. El funcional espacio firmado por David de Loaysa y la ajustada iluminación de José Alberto Tarín aciertan en esas claves de limpieza esencial. Estupendos Beatriz Carvajal y Juanjo Cucalón como los orates a los que el amor cura, y muy bien combinados Montse Pla y Sergio Pazos como la pareja de galenos a los que el amor salva.

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