Amparo Pamplona, en un momento de la obra
Amparo Pamplona, en un momento de la obra - MARCOSGPUNTO

«La pechuga de la sardina»: el Centro Dramático Nacional recupera a Lauro Olmo

Manuel Canseco dirige la función, que se presenta en el teatro Valle-Inclán

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lauro Olmo (1921-1994) es uno de los autores fundamentales del teatro español de la posguerra a través de obras en las que, como escribió Lorenzo López Sancho con motivo de su muerte, «se suministraba del pueblo». Su obra más celebrada es « La camisa», estrenada en 1962, y que es un desgarrador texto englobado en el teatro de realismo social que le gustó cultivar al escritor gallego. Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, ha querido rescatarle del olvido, como a otros nombres de ese «período difícil de la vida y la sociedad española que va desde nuestra guerra civil hasta la democracia», y para ello pone en pie «La pechuga de la sardina», una obra estrenada en el desaparecido teatro Goya de Madrid el 8 de junio de 1963.

De la exhumación se encarga Manuel Canseco, que dirige a un reparto integrado por Manuel Brun, Marta Calvó, Jesús Cisneros, Víctor Elías, María Garralón, Nuria Herrero, Marisol Membrillo, Cristina Palomo, Amparo Pamplona, Natalia Sánchez, Juan Carlos Talavera y Alejandra Torray.

Ernesto Caballero ha escrito de Lauro Olmo que es un autor «capaz de aunar en su teatro el realismo crítico con una mirada indulgente y festiva hacia los personajes». Los que pueblan «La pechuga de la sardina», fundamentalmente mujeres, componen un universo que está, como el propio autor decía, «condicionados por el medio. Medio que, a veces, se torna inflexible, implacable y que, como reacción, produce situaciones dramáticamente desgarradas». Canseco ha situado el escenario en el centro de la sala, con los espectadores situados en tres de sus lados. «Esta obra es un trozo de vida, y el público se siente de alguna manera un fisgón que observa a los personajes», dice el director. «El entorno es muy importante en la vida de estas mujeres, y por eso la calle rodea toda la casa, y no solo uno de sus lados. Mujeres -insiste Canseco- que forman las distintas etapas de la vida de una mujer, desde la ilusión del primer amor hasta el ocaso».

Canseco dice de Lauro Olmo que es una suerte de «Chejov muy madrileño», y ha dejado la acción, de una manera más sugerida que realista, en los años sesenta en que la imaginó su autor. «El mundo y España no han cambiado tanto en determinados aspectos, y somos herederos de aquella época. Los espectadores no verán la obra como algo lejano; las tradiciones siguen pesando muchísimo. En la obra aparece una mujer que llega a la casa con el rostro amoratado y la ropa rota por una paliza que le ha dado un hombre... Eso lo estamos viendo todos los días, y desgraciadamente con mucho peores consecuencias. Sigue habiendo hombres que no quieren casarse por cobardía, la misma que les impide afrontar las consecuencias de sus actos. Nosotros, además, vivimos en Madrid, pero en los pueblos el medio social se impone mucho más».

Manuel Canseco firma también la versión y, sin tocar el texto, «ha creado un final, que es lo que le faltaba a la función, para darle algo más al espectador porque, al fin y al cabo, el teatro es un arte».

Ver los comentarios