ENTREVISTA

Jorge Drexler: «A Sevilla le ocurre como a Río de Janeiro y Nueva York, es consciente del valor que tiene»

El cantautor uruguayo llega este sábado al Cartuja Center con su gira «Silente», con las entradas agotadas desde octubre

Jorge Drexler actúa este sábado en el Cartuja Center Cite Isabel Permuy

Fernando Rodríguez Murube

Tras la apariencia de hombre tranquilo y pausado, se agazapa un inmenso artista de mente inquieta, poseedor de una retórica capaz de encandilar a un foro completo y que profesa un amor incondicional e incombustible por la música y la poesía. Se trata de Jorge Drexler , el uruguayo errante que en apenas un año ha recorrido 25 países para ofrecer más de 150 conciertos. Considerado como uno de los cantautores actuales más importantes en lengua castellana, ganador de un premio Oscar y cuatro Latin Grammy , Drexler llega este sábado a Sevilla para actuar en el Cartuja Center , donde presentará su gira «Silente» , un concierto para el que las entradas están agotadas desde hace más de tres meses.

Su triplete en el Auditorio Box de hace dos años dejó un magnífico sabor de boca y el listón por las nubes. Hay expectación por volver a disfrutar de su directo.

Quiero dar las gracias a Sevilla por la recepción que ha tenido este concierto. Es un teatro grande y se agotaron las entradas hace mucho. Es fácil imaginar la alegría que supone para un artista ir a tocar a un sitio en el que sabes que te están esperando con ganas. Aunque por suerte en esta gira se está dando con mucha frecuencia esta situación tan agradable, no siempre ha sido así, y hay que saber celebrarlo. Sirva como ejemplo el primer concierto que di en Sevilla, fue allá por 1997 en una discoteca junto al bello teatro Lope de Vega, y cuando salí al escenario éramos doce personas en la sala. Por eso celebro que las cosas en la vida hayan ido a mejor.

¿Qué opinión le merece Sevilla? ¿La conoce bien o solo de paso?

Llevo tiempo soñando con volver a esta ciudad mágica. Estar en Sevilla me pone realmente feliz, venir siempre supone una alegría. Aquí tengo familia por la parte de mi mujer (la también cantante Leonor Watling), y venimos con relativa frecuencia. La he recorrido en bicicleta, he disfrutado de su belleza y de los muchos amigos que tengo aquí, como Kiko Veneno y otros músicos. Me fascina Sevilla, tiene un encanto y un amor propio que son maravillosos. A Sevilla le pasa como a Nueva York y Río de Janeiro, dos ciudades que siempre he familiarizado con la vuestra por la visión que tienen de sí mismas, las tres son muy conscientes del valor y la belleza que atesoran. Es lindo que una ciudad se quiera. Soy de los que piensa que el narcisismo bien llevado va fenomenal.

El mítico rockero Silvio Fernandez Melgarejo dejó una frase lapidaria que va al hilo de lo que usted dice: «Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo, que lo demuestre la segunda».

[Risas] ¡Qué buena! No creas que todas las ciudades tienen esas autoafirmaciones de belleza y de orgullo. Sevilla fue el centro neurálgico de un imperio muy grande, y eso le otorga una historia y una solera difícil de igualar.

Hay quien levanta la voz en contra de tanto turismo.

Es un dilema nada baladí. Las ciudades que han tenido la suerte o el acierto de elegir conservar su espectacular patrimonio milenario en base a salvaguardar su belleza, como es el caso, suelen generar un flujo importante de turistas y por tanto riqueza económica. No obstante, ojalá a Sevilla no le ocurra como a Barcelona o Madrid, donde se está desertificando el casco antiguo. Lo de Barcelona es algo muy llamativo, y Madrid va por el mismo camino. Yo vivo en el barrio de Chueca, y en apenas unos meses han cerrado cinco negocios de mi calle, la verdulería a la que iba y donde me trataban como a un amigo ha tenido que cerrar, en su lugar hay un apartamento de Airbnb.

Está considerado uno de los mayores talentos de la música en castellano. Sobre todo a la hora de componer. En ese sentido, me sorprendió que dijera que uno no escribe sobre lo que quiere, sino de lo que puede. ¿Sobre qué le gustaría escribir y siente que no puede?

Sobre muchas cosas, por ejemplo acabo de llegar de Israel y Palestina y me gustaría escribir sobre los territorios ocupados y las cosas que viví allí, pero llevo días dándole vueltas y es muy difícil. Cuanto más dura es una situación y más comprometido estás, más difícil me resulta escribir sobre ello, porque yo no sé hacer canción de protesta, no soy muy bueno para la queja, Se me da mejor plasmar mis desasosiegos existenciales.

«Despedir los glaciares» se parece bastante a una queja.

Fíjate qué bueno ese ejemplo que has dado. Temas que son de compromiso como la ecología, el feminicidio, el maltrato, el conflicto de Medio Oriente… Todos los temas que requieren una actitud beligerante no puedo escribirlos enfocados en el sentido de la protesta. Si repasamos verso a verso «Despedir los glaciares» nos daremos cuenta de que no tiene nada de queja.

Es decir, más que una queja es un lamento, ¿no?

Exacto, pero un lamento es una cosa muy diferente a una queja. La coautora de «Despedir a los glaciares», que es una prima mía que se dedica a la física y a la biología y que conoce perfectamente los glaciares de Venezuela, me dijo que haría falta despedirse de ellos, porque todo apunta a que nos va a tocar hacerlo a los de nuestra generación. Así surge la letra. El acto de honrar o despedirse es una especie de humanización de una entidad ecológica o biológica como es un glaciar. Esa es la manera que tengo de relacionarme con la ecología, tratar a la tierra como a un ser querido. Pero todo esto es muy diferente a decir «paren ya, no sean más inconscientes».

Queda claro que usted no es de los que se quejan.

En mi opinión, desde un punto estratégico, dudo que la queja sea la mejor de las herramientas. El enfado sí, es mucho más positivo estar enfadado y ser proactivo que quejarse y no hacer nada, que es una actitud que las redes sociales nos están enseñando a divulgar. Las redes sociales es el lugar donde la gente insulta y protesta, y cree que con eso es suficiente. Por eso cuando digo que no sé quejarme, suscribo las palabras de Leonard Cohen en su discurso del premio Príncipe de Asturias, donde dijo que «si alguien va a expresar la gran e inevitable caída que nos espera a todos, debe hacerlo dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza».

Hay que estar a la altura...

Considero que siempre hay que mantener las formas, una vocación de diálogo y, por supuesto, ser proactivo. Por eso cuanto más complejo es el tema, más me cuesta, porque en esos casos lo más fácil es insultar, pero pretendo ir un poquito más allá. Eso no quita que hayan existido autores como el sevillano Quevedo, que era un maestro de la ironía, de la queja, inclusive de la parodia cuando se peleaba con Góngora, pero a mí eso no se me da bien. A mis 55 años estoy desistiendo de pedir disculpas por mi instinto de conciliación, que lo he tenido de siempre. Antes pensaba que era una cruz, aún hoy sigo pensándolo, pero ahora me doy cuenta de que es mi cruz, y es bueno que cada uno encuentre su cruz.

¿Le gusta el flamenco? Como estudioso de la música y de las raíces, qué opinión le merece. Muchos la consideran la raíz más pura de la identidad andaluza, pero claro, después de escuchar la famosa conferencia que usted ofreció en Canadá sobre el mestizaje en la música a lo largo de la historia, a uno le surgen serias dudas.

Soy un enamorado del flamenco, es maravilloso. Y lo es precisamente porque es un género absolutamente contaminado y absolutamente contaminante. Puro y flamenco, créeme, no encajan en la misma frase. De hecho, no se me ocurre un género menos puro que el flamenco. El problema está en pensar que la pureza es un atributo positivo. Se puede trazar fácilmente un origen norteafricano, surafricano, su raíz negra, su raíz gitana, que creo que se incorpora más tarde… Yo no tengo ninguna autoridad para hablar de este bendito género, pero Paco de Lucía creo que sí, y él hablaba de los orígenes sefardíes del flamenco. En un momento hemos sacado cuatro procedencias diferentes, y a eso hay que añadir el octosílabo, que es el formato de verso central del flamenco y que procede de la lengua castellana, de Soria o algo así, y la ida y vuelta continua a Latinoamérica.

Jorge Drexler, durante su última actuación en Sevilla en 2018 F.R.M.

O sea, que el mayor activo del flamenco es su riqueza de mestizaje.

Claro que sí. Es decir, un género para ser fuerte no necesita ser puro. Es más, son mucho más débiles los puros que los géneros esponja como lo es el flamenco. La musicalidad gitana es tan sumamente maravillosa porque tiene la capacidad de transformar en propio todo lo que digiere del exterior. Basta verlo con lo que ha pasado en el flamenco en los últimos cuarenta años, o lo que ha pasado de repente los últimos cinco. Y lo maravilloso es que a pesar de mutar todo el tiempo mantiene una identidad propia, que no es lo mismo que hablar de pureza.

Interesante…

En los últimos 30 años dime qué género rígido y puro ha incorporado, por ejemplo, un instrumento tan decisivo como el cajón. Es muy difícil, y el flamenco lo hizo con el cajón peruano a través de Rubén Damtas en los años setenta. Es más, la presencia de instrumentos armónicos no ha sido eterna en el flamenco, es un género de hierro en el yunque, mano en la mesa y voz. Por todo esto que digo, nunca entendí cuando hablan de pureza.

¿Qué opinión le merece Rosalía?

Me parece una artista espectacular. Si me dedicara al flamenco, yo estaría muy feliz de que surgiera un hit a nivel mundial cuya base rítmica fuese una soleá y que sonase en las discotecas de Londres; estaría feliz de ver cómo una muchacha del extrarradio de Barcelona tiene esa capacidad de amar un género tan importante y tan bello como el flamenco. Lo ama y le falta el respeto con amor.

Retomando un concepto anterior, los puristas no le dan mucha cancha a Rosalía.

Cuando alguien apela a la pureza, para mí es un rasgo de debilidad. En todos los ámbitos, en política, historia, genética, o arte. Por eso yo siempre aconsejo hacer el examen genético, verías qué sorpresas se lleva cada cual. Yo ya me lo hice [Risas]. Volviendo a la música, ¿alguien pondría la mano en el fuego para afirmar que en 2060 el flamenco no va a incluir programaciones digitales?

Yo no la pondría.

No lo hagas porque corres serio riesgo de quemarte [Risas]. Por eso el manejo que Rosalía hace del flamenco me parece brillante. Simplemente hay que saber diferenciar, porque si ella lleva ese show con una coreografía y una estética tan diferente y con todas las bases pregrabadas, igual no encaja en un concierto de guitarra, palmas y voz. Pero eso no quita que sea innegable la presencia del flamenco en lo que ella hace, además en un aspecto en el que nadie se fija y que para mí es esencial, en las letras. El disco entero de Rosalía está escrito alrededor del octosílabo. «Y átame con tu cabello/ A la esquina de tu cama/ Que aunque el cabello se rompa/ Haré ver que estoy atada». Eso es una cuarteta del romancero con cuatro octosílabos perfectos, el verso flamenco por excelencia, y sus textos tienen un perfume flamenco muy pero que muy marcado.

El espaldarazo internacional que supuso en 2018 la consecución de 4 premios Latin Grammy, giras que superan los 150 conciertos, reconocimiento de la crítica y de su propio gremio, millones de escuchas en Spotify… ¿Se puede decir que está en el momento más álgido de su carrera? Después del tremendo éxito que rodea actualmente a Drexler, ¿qué toca esperar de usted de cara al futuro?

Has usado dos palabras, «álgido» y «éxito», de las que desconfío tremendamente. El éxito es la muerte de un proceso. Y pensar que estoy en un momento álgido supone un dolor de cabeza, una carga que no quiero llevar a cuestas, no quiero pensar que estoy en el zenit de mi carrera. No hay manera de salir bien parado de eso. Las expectativas son malas compañeras. Ahora solo toca disfrutar del concierto tan lindo que tenemos este sábado en Sevilla.

Para concluir, recordemos aquella gala de los Latin Grammy de la que salió como triunfador. Sirvió de alguna manera para enviar el mensaje al mundo de que lo latino no siempre es reguetón, de que actualmente hay muchísima vida artística más allá del reguetón. ¿Está de acuerdo?

No creo en los mensajes. No tengo ningún mensaje que darle al mundo. No tengo ningún inconveniente en que el reguetón sea el género en español más conocido no solo en este momento, sino de toda la historia de la canción en español. Es el género que ha llegado más lejos, y me quito el sombrero por ello, porque es muy difícil conseguir eso. No tengo nada que decir en contra de ellos. No tengo enemigos dentro de la música. No obstante, tengo que decir que no me gusta, que me aburren la mayoría de las canciones de este género. Si voy a bailar a un sitio prefiero que haya cumbia, chicha peruana o salsa, o que haya son o boleros, ¡pero a ver si yo voy a ir por el mundo pensando que solo lo que me gusta a mí es lo que merece la pena que se difunda!

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